jueves, 25 de agosto de 2011

Capitulo 3: En casa de Billy Black.

Había pasado la noche en vela, tratando de imaginarme aquel encuentro con Billy. Imaginar su cara. Ver si todavía me recordaba. O si no.

El día estaba gris y lluvioso.

La habitación del hotel me estaba resultando asfixiante, pequeña. No a causa de Paúl, mi perro, sino por la ansiedad de ver a Billy, de ver su reacción.

Salimos de la habitación y subimos al auto. Otra vez sin noción de la hora. Tampoco me importaba. Cuando eres un moustro no importa.

Encendí el auto y salimos de nuevo a la 101. De haber prestado más atención a los carteles no estaría volviendo sobre mis pasos ahora. Otra vez 2 horas de viaje. Pero Esta vez, bajo la espesa cortina de lluvia.

2 horas después, encontré la casa de Billy. Era tal cual Su Clearwater la había descripto.

Entre con el auto por el sendero que conducía hacia la casa de color rojo viejo y aparque justo en frente de la misma.

La lluvia no cesaba y era un buen camuflaje a mi nerviosismo.

Para cuando salí del auto, el ya estaba en el porche de su casa.

-¿Necesita algo?- pregunto desde el porche.
-Si- le dije, sin ni siquiera moverme de la par de mi auto. Me estaba mojando a causa de la lluvia.- ¿Es Ud. Billy Black?- dije aun sin moverme.
-Si.- respondió el. Al parecer no podía ver mi rostro bajo la gran cortina de lluvia. Tampoco yo le ayudaba mucho, dado que tenia mi cabeza cubierta con la capucha de mi chaqueta.- ¿Qué se te ofrece?- dijo, algo nervioso.
-Hablar con Ud. –le dije. Estaba nerviosa.
-Si viene a ofrecer algo, déjeme ahorrarle su tiempo, no compro nada ni quiero nada. Que tenga un buen día.- Giro su silla de ruedas y se dirigió a la puerta de su casa.

En un segundo estuve a su espalda y detuve con una mano su avance.

-No vine a venderle nada.- le dije.- Vine por esto.- sin darlo vuelta puse la foto cerca de su rostro.

Contemplo la foto sin darse todavía vuelta a mirarme.

-¿De donde sacaste esto?- me pregunto.
-Me la dio mi madre.- le dije.
-¿Row?- pregunto, y giro a mirarme. Note algo de dolor y tristeza en su voz al pronunciar mi nombre.
-Si.- le dije. Me quite la capucha al momento que el me miro. Y lo hizo por un buen rato. –Hola, Billy.- mi voz se quebró al pronunciar su nombre. Me arrodille y lo abrasé lo mas suavemente que pude. Y empecé a llorar de nuevo.

Pasaron unos 15 minutos y me volvió a mirar.

-Por Dios niña, que estas grande.- dijo algo alegre. –Y mojada. Ven entremos para que te seques.- me soltó y se giro adentrándose a la casa. Yo solo sonreí.
-Espera ¿Te molesta si entro a mi perro?- pregunte mientras secaba mis lagrimas.
-Claro que no. Llámalo.- sonrió de nuevo.
-OK, gracias.- le silbé a Paúl. Por suerte, para el, había dejado la ventanilla abierta; este salto por ella y entro corriendo a la casa. –Billy, el es Paúl- dije sonriendo. –Mi perro.
- ¿Paúl?- pregunto. Y empezó a reír.
-Si.- dije. -¿Por qué te ríes? Es un buen nombre para un perro.- lo mire a Paúl. Este solo se echo bajo una mesa que había allí.
-Lo siento.- dijo entre risas. – ¡Lo es, lo es!- levanto sus manos en forma de defensa.- Es que hay un chico aquí en la reserva que se llama igual que tu perro.- dijo, sin parar de reír. –De seguro el tiene mejor carácter que el Paúl que yo conozco.- y volvió a reír.

Entre risas me guío hasta adentro de su casa.

Si por fuera parecía pequeña, por dentro, lo era aun más.

-Tienes una hermosa casa.- dije, mirando hacia todos los lados de esta.
-¿Esto? Es más una pocilga que una casa.- dijo entre risas. –No me sorprende que mis hijos no viera la hora de irse de aquí.- giro su silla para ver mi cara.
-Pues a mi me gusta. Es acogedora, familiar.- sonreí.
-Gracias.- dijo mientras buscaba algo en lo que parecía ser el cesto de ropa. –Ten. Será mejor que te cambies, antes de que enfermes.- me tiro una camiseta sin mangas y unos shorts cortos. Ambos eran muy grandes.
-Estaré bien. Soy fuerte.- dije. Hice una mueca a la ropa que, por suerte, Billy no vio.
-Solo será hasta que la tuya se seque.- dijo. –Puedes cambiarte allí.- señalo una puerta. –Es la habitación de mi hijo Jacob.
-Esta bien, ummm...... ¡gracias!- dije y me dirigí a la habitación. Esta era pequeña. Parecía mas un ropero que una habitación, muy a pesar de que había una cama en ella, la cual ocupaba casi toda la habitación.

Antes de entrar a aquella habitación, recordé que tenía que darle la carta a Billy. Metí mi mano por dentro de mi chaqueta y la saque. Por suerte no se había mojado.

-¿Billy?- lo llame. El estaba a mi lado, mirando al perro que estaba detrás de mí.
-Si.- contesto
-Toma.- estire la carta hacia el. –Mi madre la escribió para ti.- El la tomo y la observo por ambos lados.
-Gracias.- dijo sonriendo.
-Iré a cambiarme.- señale la habitación con la ropa en mis manos.
-Ve.- dijo.

El olor que había allí, en aquella habitación, era igual al olor que desprendía el diario. De hecho, el olor no solo estaba en aquella habitación, sino también en toda la casa, incluso en la ropa que Billy me había dado.

El olor era agradable, calido. Era una mezcla de tierra mojada, sal y troncos húmedos. Me gustaba ese olor.

Acostumbrada a cambiarme parido, a velocidad increíblemente sorprendente; pero esta vez decidí hacerlo de forma normal, mas humana. Le daría a Billy tiempo de leer la carta.

Así que mientras me cambiaba, decidí husmear en aquella habitación pequeña.
Todo lo que allí había era un montón de autos de colección; un par de pósters de chicas y autos (como eso q encuentras en un taller mecánico). Pero en medio de todo aquello, había algo que no encajaba. Una foto.

La foto era de una mujer que estaba sonriendo. Parecía alegre, feliz.

La observe por varios minutos, me recordó a la foto que mi madre había puesto en el sobre. Me recordó a ella, toda sonriente, feliz.

Después de unos minutos, decidí salir de allí, antes de que mis recuerdos sobre aquella foto me abrieran de nuevo la herida y el dolor sea insoportable.

Para cuando salí de aquella habitación, Billy estaba ocupado preparando algo en la cocina. Se giro al oír que abrí la puerta de la habitación, la cual hacia mucho ruido.

-Veo que te queda bien.- dijo sonriendo.
-Si. Gracias.- sonreí. El solo se limito a girar y volver a lo que estaba haciendo.

Descalza, me dirigí a una silla de la mesa, que para mi asombro, también era pequeña.

-Tu madre siempre supo como preocuparse.- dijo algo divertido por la idea. –Le debe ser difícil dejarte viajar hasta aquí sola.- no se giro.
-Si- fue lo único que pude decir.
-¿Dónde pasaste la noche?- pregunto.
-En un hotel que esta cerca de la estación de policías.- dije.
-Pues ya no mas. Te quedaras aquí.- dijo en voz seria. –En cuanto llegue Rachel, le pediré que ordene el cuarto de Jacob. Dormirás allí. Seremos multitud, pero no dejare que viajes de nuevo a Forks con esta lluvia.
-No Billy. No quiero ser una molestia.- dije mirando como el seguía preparando algo.
-No lo eres.- dijo. –Además, si tu madre se entera de que estas en un hotel sola, me matara.- se río. –Lo dejo bien en claro en la carta.- río de nuevo.
-No se enterara.- dije algo triste. Trate de disimularlo, pero no pude.
-No, por que te quedaras aquí.- dijo girándose; llevaba en su regazo un plato con algunos sándwiches.
-Ella murió, Billy.- dije agachando la mirada.

Se acerco en silencio, coloco el plato en la mesa y tomo mi mano.

-Lo siento.- dijo mirándome a los ojos. –No lo sabia.- tomo aire. –Ahora entiendo por que en la carta repetía una y mil veces que te cuidara.- volvió su mirada a la mesa, donde estaba el sobre. -¿Qué fue lo que paso? ¿Como murió?- pregunto.
-En un accidente de auto.- dije tragando saliva. –No recuerdo mucho como paso…- no me dejo terminar y volvió a preguntar.
-¿Tu ibas con ella en el momento del accidente?- note en su voz cierta preocupación.
-Si.- dije. –Pero estoy bien, lo estoy.- le asegure. –Lo único es que no recuerdo nada de mi vida antes del accidente.- me toque la cabeza. –Estuve en coma, no se x cuanto tiempo.
-¿En coma?- dijo asombrado y preocupado.
-Si. Para cuando desperté, me entere lo de mi madre y decidí buscarte, aun sabiendo que no recordaba tu cara sino hasta ayer que abrí el sobre que mi madre me dejo con un abogado.- empecé a hablar tan a prisa por el dolor de recordar aquel momento, en el cual recordé a Billy y a mi madre.

Después de unos cuantos minutos de silencio, Billy se giro hacia el refrigerador.

-Te llevare con doctor. Es de confianza.- dijo.
-Estoy bien, Billy.
-Eso lo veo, pero quiero estar 100% seguro.- su voz trataba de ser consoladora y autoritaria a la misma vez. –Puedo ser todo un liberal, como solía decir tu padre. Mira si no lo soy, que dejo que mi hija venga a la hora que sea y ande con unos de los chicos de la reserva; que dejo que Jacob salga de vacaciones sin saber donde va o con quien. Pero cuando se trata de la salud de la gente que quiero y aprecio, soy muy autoritario y no me gusta discutir sobre eso ¿esta claro?- me miro de reojo, sin darse vuelta.
-Claro como el agua.- sonreí.
-Bien, este tema no se discute más. Iras a ver al doctor. Es un buen doctor, curo a Jacob cuando…- se quedo en silencio unos segundos y termino la frase. –Cuando se quebró varios huesos por culpa de esa moto que tiene.- dijo nervioso, como queriendo esquivar el tema, como si el recordar ese hecho le doliera.
-¿Cómo esta el?- pregunte, sin emoción, mirando a través de la ventana que había. Si bien no quería saber nada de el, por lo menos necesitaba saber si estaba bien, si se había enterado de lo que paso con mi madre, conmigo. Al parecer no lo sabía.
-¿Quién? ¿Jacob?- contesto.
-No. Mi padre.- dije mirándolo.

Hubo otro silencio.

No se giro para contestar mi pregunta.

Vi como dudaba ante la respuesta, como si no quisiera responder, como si no quisiera ser el quien lo digiera.

-¿Tu madre no te lo dijo?- hablo después de unos cuantos minutos en silencio.
-¿Decirme que?- mi voz sonaba con ansiedad.

Otro silencio incomodo. Más largo aun que el anterior.

Billy peleaba ante la respuesta que mi pregunta generaba.

¿Qué era tan grabe que no podía decirme? ¿Tan fuerte era la respuesta a mi pregunta? ¿Tanto dolor le causaba esa respuesta a Billy? ¿Me lo causaría a mí también? ¿Así, con tanta intensidad como le causaba a el?

Se giro y tomo de nuevo mi mano, pero esta vez, en sus ojos, pude ver una línea de dolor que mi pregunta causaba, como si el recordarlo todavía le doliera. Como si estuviera presente todavía.

-Tu padre murió una semana después de tu cumpleaños nº 13.- dijo con tristeza en su voz. Solo escuche la primera parte.

Murió.

Tu padre murió.

Inconcientemente tome con mi mano libre el dije que llevaba colgado en mi cuello.

Sentí un escalofrío y culpa. Culpa por que dos días después de aquel cumpleaños, había llamado a mi padre para decirle que no volviera, para que se alejara. Al menos eso era lo que mi madre puso en la carta.

-Fue tu padre quien me pidió que tallara ese dije.- me miro a los ojos y luego señalo el dije. –quería regalarte algo original. Algo que lo identificara.- sonrió todavía apenado por el recuerdo.
-Si bien no recuerdo ese día, creo que de todos los regalos que pude haber recibido ese día, este es el que mas me gusta.- le dije sosteniendo aun el dije con mi mano.
-Creo que ese fue el único regalo que recibiste ese día.-dijo sonriendo. –Ese y el diario que tu padre escribió. Que de seguro tu madre te entrego.- se giro hacia la cocina de nuevo.

Tenía mi bolso a mano, así que saque el diario de adentro y lo sostuve.

-¿Este diario?- dije mirando solo el diario. El se giro para observarlo.
-Si.- dijo. –quería entregártelo el personalmente, pero le gano la muerte.- note otra vez tristeza en su voz.

Quedamos en silencio toda la tarde; todo el resto del día, para ser sincera.

No volvimos a hablar sobre el tema.

Era notorio que tanto para Billy como para mí, el recordar la muerte de ambos era doloroso. Lo era.

Cuando la noche se hizo presente, Billy se dirigió hacia la habitación de su hijo, preparo unas mantas y, prácticamente, me ordeno que durmiera allí.

-No dormiré bien sabiendo que estas en un hotel sola y mucho menos que duermas en el sofá.- dijo zanjando la conversación. Yo solo sonreí. Era bueno saber que había alguien que todavía se preocupaba por mí.

Solo se debía a que el no tenia ni idea en lo que me había convertido.



En cuanto el salio de la habitación, cerré la puerta y acosté en la cama, con Paula mis pies echado, y me puse a pensar en todas las cosas que Billy me dijo, en lo constructivo y destructivo de este viaje, y por sobre todo, en si debía o no decirle a Billy la razón verdadera de mi viaje.

Puse fin a esos pensamientos con los sonidos que me rodeaban. Los de la lluvia al caer en el tejado, los del viento al pasar por las copas de los árboles, los latidos y la respiración de mi perro. Pero pude oír otra cosa.

Este sonido era de un teclado de algún teléfono.

Era Billy marcando un número en el teléfono. Puse más atención a eso.

-¿Hola?- pregunto una voz dulce y extraña. Lo era para mí, al menos.
-Hola Carlisle.- dijo Billy. –Disculpa la hora. Soy Billy Black.
-Hola Billy.- la voz contesto ¿Carlisle? ¿Que clase de nombre era ese? Parecía como eso nombres que utilizan para escribir una novela.
Puedes hablar, no quiero que nadie sepa que hablé- dijo Billy. -¿Qué ocultaba?
- Espera un momento- dijo la voz dulce. Transcurrieron unos minutos y volvió a hablar. – ¡ya! ¿Qué pasa Billy?- pregunto la voz dulce.
-Necesito pedirte un favor del cual Jacob no puede enterarse- le dijo serio.
- El que sea Billy, cuanta conmigo- dijo la voz dulce.
-Necesito que revises a una niña, más bien, una adolescente- le dijo Billy.
-¿Cómo medio o como…?- dijo la voz dulce, pero antes de que pudiera terminar Billy le contesto.
-Solo como médico- dijo. ¿Cómo más podía observarme este hombre? Algo no andaba bien aquí.
-Claro, pero porque no quieres que nadie sepa- dijo la voz dulce.
-Porque fue ella quien me pidió que no dijera nada, le da vergüenza- respondió Billy. Era cierto que no quería que nadie más sepa que yo estaba aquí, pero no era como para ocultarme de su hijo. ¿Se habría dado cuenta Billy de lo que soy? ¿Pero cómo?
-Esta bien, iré a verte mañana ¿te parece?-pregunto la voz dulce.
-No, yo la llevaré hasta tu casa- dijo Billy solo asegúrate de que no haya nadie.
-No te preocupes, mañana todo irán de casería. Jacob, Edward, Bella y Nessi, irán a ver a Charlie, así que quedaré solo, esperándolos- la voz dulce parecía feliz de ese hecho. ¿Casería? ¿Acaso se dedicaban a matar animales por deporte? No sabía que pensar ante este hecho.
-Bien, te veremos allí-. Billy parecía calmado. –Gracias Carlisle-.
-No hay porque. Tú nos ayudaste en una oportunidad ¿Porque no habría de ayudarte yo ahora? De hecho es un honor que halas acudido a mí eso demuestra confianza entre nosotros- dijo la voz.
-Déjales mis saludos a toda la familia. Y dile a Jacke que lo he extrañado y que me gustaría verlo- dijo Billy.
-Se lo haré saber. Nos vemos mañana, Billy- dijo la voz dulce en forma de despedida.
-Hasta mañana Carlisle y gracias-. Eso fue todo lo que escuché.

Billy colgó el teléfono y escuche como arrastraba su silla hasta lo que debía ser su habitación.

Me quedé pensando en la charla de Billy y del Dr. Carlisle. ¿Por qué no quería que nadie supiera que llamaba? ¿Porque Billy le dijo que yo me avergonzaba y que yo pedí que nadie se enterara? Si bien era cierto, en ningún momento le dije eso. ¿A que se refería el Dr. Carlisle con revisarla como doctor o como…? ¿Cómo que?

Algo oculto había tras esta charla. Algo que muy pocos sabían y que al parecer no se podía dar a conocer. ¿Pero que cosa no querían que se sepa? ¿Qué ocultaban?

Mi sueño se profundizo en la última pregunta que me hacía y quede dormida.

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