jueves, 25 de agosto de 2011

Capitulo 20: Sobreprotector.


-¡Bájate del auto, ahora!- ordeno Fred mientras se acercaba un paso mas hacia nosotros. El fortachón apretó con mas fuerza el volante, a tal punto, que se produjo un quiebre en el.

No supe bien en que momento sucedió, pero en cuanto mire de nuevo hacia Fred, Edward estaba allí, delante del auto, enfocado en Fred. Y no estaba solo. Esme, Alice, Jasper e incluso la odiosa de Rosalie, se encontraban con el; todos alrededor de mi auto, formando una especie de escudo protector con sus cuerpos.

Unos aullidos resonaron entre medio de los siseos producidos por los Cullen. Y pude reconocerlos. Jacob y su manada estaban acercándose. Podía oír sus pisadas y los latires de sus corazones bombear sangre. Solo seria cuestión de unos minutos y ellos se harían presente también.

-¡No me obligues a ir por ti!- Fred estaba cada vez mas molesto y dio otro paso decidido hacia el auto. Pero fue en ese preciso momento en el que un enorme lobo color arena salto frente a el, enseñándole sus dientes e impidiendo que avanzara mas.

Aquella acción no sorprendió a los Cullen, ni muchos menos en enorme lobo que se colocaba delante de ellos. Parecían aliviados ante su llegada.

Estaba mas que segura que era la primera vez que veía aquel lobo, por lo que no supe si bien se trataba de algunos de los chicos que no haya visto en forma lupina, o si trataba de alguien a quien nunca había visto, ni siquiera en su forma humana. ¿Pero quien? ¿Quien era aquel lobo que se mostraba desafiante y agresivo ante Fred? ¿Pertenecía a la manada de Jacob? ¿O de Sam?

Pasaron unos minutos y, tal cual había predicho, Jacob se hizo presente con su manada.

Embry y Quil se colocaron a ambos lados de Fred, mientras que Jacob se posicionaba a la par del lobo color arena, el cual solo era centímetros mas bajo que el. Pero faltaba alguien. Leah. “¿Dónde esta?”, pensé mientras la buscaba en las cercanías de los árboles. Y mientras lo hacia, y trataba de averiguar que tramaban todos juntos, un dolor de cabeza –mucho mas fuerte que el anterior- me obligo a cerrar mis ojos, trayendo con el imágenes poco nítidas.

-Row ¿estas bien?- la voz de Emmett sonaba baja y lejana para mis oídos.
-Desabrocha su cinturón.- ordeno Carlisle a su hijo y, este, obedeció.

Mi respiración se corto de golpe y mis latidos disminuían. Todo se estaba volviendo más oscuro en mi mente. Las imágenes pasaban a una velocidad poco visible. Pero iban formando su concepto en si.

Podía sentir los dedos gélidos del doctor Cullen sobre mi cuello, controlando mi pulso. Las manos de Emmett estaban tratando, entre la desesperación y la concentración en Fred y su alrededor, de quitar el cinturón de seguridad, maldiciendo ante su vano intento.

-Carlisle ¿Qué le sucede? ¿Qué tiene?- la voz de Edward se oía casi como un susurro. Muy débilmente pude oír a Fred sisear más alto y dar otro paso. Pero los gruñidos lo detuvieron.
-No lo se.- contesto Carlisle mientras mantenía sus dedos en mi cuello.

Cerré con más fuerza mis ojos y lleve ambas manos hacia mi cabeza, tomándola con fuerza, en un vano intento de calmar aquel dolor. Pero todo quedo en silencio. Ya no oía nada más. Ni siseos, ni gruñidos, ni ningún sonido del exterior. Todo se callo. Como poner pause en medio de una película de acción, en su momento más ruidoso.

Lo único que rondaba en mi mente, era la imagen del presente, con cada minúsculo detalle y de forma detenida, congelada.

Podía verme a mi misma, tomándome la cabeza y con mis ojos cerrados, desde la parte de afuera de mi auto. Podía ver a todos y cada uno de los presentes, congelados y en sus posiciones de ataque frente a mi auto. E incluso, podía ver a Fred con sus ojos clavados en mí.

Todo estaba quieto y en silencio.

“¿Qué es lo que estaba sucediendo? ¿A caso había detenido el tiempo? ¿Pero como explica eso el hecho de que pueda verme a mi misma dentro de mi auto? ¿Era yo la causante de todo esto? ¿A caso estaba teniendo una visión del futuro? ¿Me había convertido en la observadora de una visión?”. Esa eran las preguntas que llenaban mi mente ante aquello que veía.

“Es eso”, pensé mientras me acercaba a Fred, congelado y sin noción de mi presencia ante la suya.

-¡Es una visión!- sonreí, mirándolo fijamente. Y, en ese momento de admiración, todo comenzó a moverse.

Fred siseaba mirando fijamente a los Cullen, y ellos a Fred. Los lobos gruñían y enseñaban sus dientes, colocándose cada vez mas a la defensiva y agresivos. Emmett y Carlisle aun luchaban por liberarme del cinturón de seguridad y así auxiliarme. Pero esa imagen cambio en cuanto vi aparecer a Leah por detrás de Fred e ir directo a su cuello, atacándolo por la espalda. Embry y Quil tomaron los brazos de Fred, Jacob y el lobo color arena –aun desconocido para mi- tomaron sus piernas y todos, con extrema fuerza y rudeza, lo desmembraron.

El sonido que produjo el desmembramiento relleno el silencio que había alrededor, haciéndolo mas escalofriante oírlo que verlo.

-¡¡¡NOO!!!- mi grito me hizo volver al la realidad, abriendo mis ojos llenos de lagrimas por aquella horrible visión, enfocándome solo en Fred. Mis manos revolotearon hacia el cinturón de seguridad que me mantenía presa en el asiento del acompañante, liberándome en un instante. Carlisle me tomo por los hombros, tratando de mantenerme quieta mientras que Emmett sostuvo con demasiada fuerza mi brazo izquierdo. –¡¡Suéltame!!- grite desesperada. –¡¡El no vino para hacerme daño!! ¡¡Suéltame!!
-¡No lo hagas Emmett! ¡No es seguro para ella!- susurro Edward sin sacarle los ojos de encima a Fred, quien apretaba sus puños con fuerza.
-Edward cree que…
-¡No me interesa lo que Edward crea, ni lo que te haya dicho!- mire a Emmett con furia. – ¡Suéltame ahora, Emmett!
-¿Cómo…?- su mirada estaba llena de confusión.
-Suéltala, Emmett- susurro tranquilo y mirando hacia el frente Carlisle.
-No es seguro, Carlisle.- murmuro desde afuera y sin voltearse Jasper. –Esta lleno de ira.
-Haz lo que…- pero no pudo terminar de hablar. Carlisle, y al igual que resto, comenzaron a sentir el don de Fred. Todos menos yo.

La mano de Emmett aun sostenía mi brazo, mientras se retorcía y siseaba por los síntomas. Los lobos se echaron al piso, lloriqueando y gruñendo.

Nadie podía enfocar su vista en el, ni siquiera mantenerse de pie. Fred estaba usando todo su don sobre ellos. Y era potente.

-¡¡Fred, no!!- grite mientras liberaba mi brazo de la mano de Emmett y abría la puerta, saliendo del auto. Pero no pude ir más allá.
-¡Quédate dentro!- Edward se posiciono delante de mi, acorralándome y evitando que fuera con Fred. –No es seguro.- murmuro mientras se retorcía por el don de Fred, quien aumento aun mas su intensidad. Pero no le hice caso. Lo aparte con cuidado y corrí hacia Fred.
-¡¡Fred, detente!! ¡¡Ya basta!!- lo mire a los ojos pero los suyos estaban fijos en sus oponentes, llenos de ira. –¡¡Detente, por favor!!- grite tomando su rostro y obligándolo a que me mirase. – ¡Estoy bien! ¡No me hicieron daño ni lo harán! ¡Ya basta!- sus ojos se cerraron, tratando de controlarse y, luego de varios segundos, se enfocaron en los míos. –Estoy bien.- le asegure sonriendo un poco. Y el suspiro, volviendo a cerrar sus ojos. Pero en cuanto Fred quito su don de todos los presentes, Leah se hizo presente, trayendo con ella parte de la visión horrorosa que había tenido. -¡¡NOO!!- en un movimiento rápido, me coloque a espaldas de Fred para protegerlo de Leah. Pero no estaba a salvo. No aun.

Los gruñidos se volvieron a oír, al igual que los siseos.

Estábamos rodeados y en el centro de la tormenta. Éramos el blanco de ataque para los lobos.

Leah no paraba de gruñirnos y de enseñarnos sus dientes. Estaba furiosa y lo demostraba con su postura. No éramos de su agrado y estaba dispuesta a dejarlo más que claro.

Sus ojos estaban clavados en mí, y los míos en ella.

No dejaría que atacaran a Fred. No lo permitiría. Pero todo cambio en cuanto vi a Jasper acercarse y posicionarse a mi costado izquierdo.

Toda esa ira que había en la atmosfera, se vio envuelta por la paz y la tranquilidad.

Leah relajo su postura, algo confundida. Y supe porque se sintió así. Jasper estaba usando su don, cambiando toda la atmosfera, dando tranquilidad a todos los presentes.

Pasados unos minutos, Jacob produjo un gruñido, y los lobos, incluso el de color arena, desaparecieron sin discutir ni dudar ante la orden de su líder, quedando solo el y los Cullen. Jasper me miro fijo y se giro hacia su familia.

-Gracias.- susurre mirándolo. El solo asintió y sonrío de lado, encaminándose para posicionarse a la par de Alice. Pude oír como Carlisle y Emmett salían del auto y se colocaban en la misma línea que habían formado el resto de su familia.

Me gire y mire a Fred, quien aun apretaba sus puños y controlaba de reojo a los Cullen. Su ceño estaba fruncido, dando a su rostro el implacable gesto de enojo.

No podía dejar de mirarlo.

Sus ojos estaban algo oscuros. Su piel seguía siendo pálida y helada. Llevaba ropa nueva, por lo que supuse que había pisado la ciudad, haciéndose pasar por un simple humano para conseguirla, o bien, había despojado de sus ropas a una de sus victimas. Aun así no podría culparlo. Esa era su naturaleza. Ser un depredador. Cazar y alimentarse.

Cazar y alimentarse.

¡Ahg!

Sentí un leve retortijón en mi estomago al pensar en la palabra cazar. Y mi garganta volvió a arder. Lo que sirvió para desviar mi mirada de el y concentrarme en el presente.

-Cambiaste tu apariencia.- murmure mirando a Jacob. Fred fijo sus ojos en mi.
-Necesitaba pasar desapercibido. Normal.- seguía mirándome fijo.
-Y funciono.- toque su pelo que ahora era negro y corto, y sonreí un poco.
-Pudiste haberme dicho que ibas a quedarte con ellos.- quito mi mano de sus cabellos y los miro de reojo. – ¿Ahora formas parte de su aquelarre?- dijo duramente y serio.
-No plañe quedarme, Fred.- mire a los Cullen. –Pero lo hice. Y por varias razones.- volví a mirarlo. –Pero la principal razón fue que quería y necesitaba saber la verdad. Verdad que tú también deberías conocer.
-¿De que hablas?
-¿Recuerdas lo que me dijiste sobre tu aquelarre y sobre tus amigos?- me gire colocándome de espaldas a los Cullen, sin dejar de mirar a Fred. El apretó con más fuerza sus puños.
-Row nos dijo que formabas parte del ejercito de neófitos de Victoria.- Carlisle dio un paso hacia mi.
-¿Victoria?- murmuro Fred, confundido.
-Tu creadora…- le dije. –Se llamaba Victoria.- Fred me miro fijo, algo asombrado ante aquello que le decía. Sus ojos brillaban de curiosidad y deseo por saber como es que sabia el nombre de su creadora.
-Bree pensó en ti hasta su ultimo aliento.- dijo Edward acercándose hacia Carlisle. Fred clavo sus ojos en el y en ellos, la curiosidad se volvió ira y enojo antes sus palabras.
-Entonces, estoy en correcto.- apretó sus puños con fuerza, sin dejar de mirar a Edward. –¡¡Ustedes la mataron!!- su voz se quebró ante la acusación, llena de ira que ahora lo dominaba y exponía, haciéndolo dar varios pasos hacia Edward, decidido a atacarlo. Pero no dejaría que le hiciera daño. Me atravesé en su camino y coloque mis manos en su pecho, frenando su andar.
-¡Fred, cálmate!- todos se tensaron al ver mi reacción. Jacob gruño en forma de desaprobación, mientras que Emmett y Jasper se movieron hacia donde se encontraba su hermano. Fred aun seguía con sus ojos clavados en Edward. – ¡Ellos no la mataron!- sentí como, casi de forma inmediata, poso sus ojos en mi, olvidándose de su oponente y victima.
-¿Qué?- murmuro serio y aun molesto.
-No fueron ellos quienes la mataron.- lo mire a los ojos. Parecía confundido.
-Encontramos a Bree en el campo de batalla, algo confundida y perdida al ver que su aquelarre fue destrozado.- intervino Carlisle. –Nuestro deseo no era matarla, por lo que le propuse que si se rendía, sobreviviría.- dio un paso mas hacia nosotros, sin dejar de mirar a Fred. –Pero no pudimos hacer nada por ella en cuanto llegaron los Vulturis.- una nota de pena se hizo presente en su voz. En ese momento, mire de reojo en su dirección y vi como Esme se acercaba a su lado y tomaba su mano.
-¿Los Vulturis?- Fred miro fijamente a Carlisle, aun serio.
- Son los que imponen leyes en nuestro mundo.- dijo Jasper secamente y con un aire de respeto ante los nombrados Vulturis. ¿Pero porque? ¿Quiénes eran esos tal Vulturis?- Leyes que si no cumples, se pagan con la muerte.- concluyo.
-Los Vulturis son vampiros poderosos.- Edward se acerco otro paso mas hacia nosotros.
-Pero no indestructibles.- dijo Emmett sonriendo ampliamente. Jacob lo miro y ladro, como si compartiera aquel pensamiento. Y no fueron los únicos, Jasper también sonrío, al igual que Edward. Las únicas que no parecían estar de acuerdo eran Esme, quien miro a Emmett seriamente con cierto aire de reproche, Alice quien fijo sus ojos en Jasper y negó con su cabeza sonriendo, y Rosalie, a quien no parecía importarle el tema.
-Es decir que ustedes no son dueños de estas tierras.- Fred parecía mas tranquilo, pero no relajaba su postura. Aun estaba a la defensiva. –Riley y sus mentiras.- susurro casi para si mismo.
-Dueños de cierta parte de estas tierras, si.- Carlisle sonrió un poco. –Pero no la gente que vive aquí.
-Ellos no se alimentan de sangre humana.- mire a Fred sonriendo. –Es por eso que llevan ese color en sus ojos.- mire a Carlisle.
-Hay algo que no entiendo.- Fred se enderezó y miro a Carlisle. –Si no era por la tierra y la gente que aquí vive ¿Por qué Victoria y Riley crearon un aquelarre para presentarles batalla? Si ustedes no son los que imponen el castigo ¿Por qué decidirse a enfrentarlos? Si esos tal Vulturis son tan fuertes como dicen ¿Por qué no fueron ellos quienes lo hicieran?- sonreí al oír que no se contaba como parte del ejercito de Victoria. Ya no era “su aquelarre”. Ahora era el aquelarre de Victoria y Riley.
-Muy buenas preguntas.- Carlisle aun era amable con el. –Victoria, tu creadora, guardaba rencor a un miembro de nuestra familia. Y nosotros protegemos a nuestra familia a cualquier precio.
-Ese miembro es… ¿la humana?- dedujo dudoso Fred.
-Así es.- contesto Carlisle. –Su nombre es Bella.
-Sigo sin entender.- susurro Fred. – ¿Por qué Victoria nos crearía a todos nosotros solo para matar a una simple humana?... a no ser que…
-Los quería a todos muertos.- susurre mirándolos. Carlisle asintió sin dejar de sonreír. –Pero ¿Y los Vulturis? ¿Por qué no hicieron nada para detenerla?
-Por dos razones.- dijo Jasper, acercándose también hacia nosotros. –La primera, los Vulturis se verían más que agradecidos si algún otro aquelarre destruye a uno tan…unido, como lo es este.- sonrió un poco. –La segunda razón, es que si eso llegara a pasar, si nuestra familia es destruida, poseerían a tres de nuestros miembros. Miembros que poseen dones únicos y muy útiles.- miro a Edward y a Alice serio. –Ofreciéndoles no matarlos a cambio de que se unan a la guardia real.- ¿me pregunte quien seria el tercer miembro al cual tomarían los Vulturis?
-Eso explica porque Riley nunca nos dijo nada.- apretó sus puños y suspiro pesadamente. –Éramos solo unos simples peones para ellos.
-Crear un ejercito de neófitos va contras las reglas. Pero son útiles en estos casos.- dijo Jasper. –Los neófitos en sus primeros años de vida son fuerte pero incontrolables. Su concentración solo se basa en una sola cosa, sangre.- nos miro a ambos fijo, sin expresión alguna en su rostro. –Victoria sabia que hacerlo seria quebrantar la ley. Pero a ella solo le importaba vengar la muerte de su compañero, sin importarle tampoco si moría en el intento.- el silencio se hizo presente por unos minutos, mientras Fred asimilaba toda la información.
-Bree me pido que, si algún día nos llegáramos a topar contigo, te contáramos la verdad de lo sucedido ese día. Pero, por sobre todo, te contaríamos las cosas que te mantendrán fuera del ojo acusador de los Vulturis y que te mantendrán a salvo.- dijo Edward. Fred negó con su cabeza y sonrió de lado.
-Supongo que tenias razón.- murmuro, mirándome fijo. –Pero…- se acerco a mí, colocándose de costado y sin dejar de mirarme. – ¿Confías en ellos?- mire a cada uno de los Cullen e incluso a Jacob. ¿Cómo no confiar en ellos después de todo lo que hicieron por mí? Arriesgaron sus vidas por alguien que solo conocían por una descripción física. Se involucraron, sin conocerme, para protegerme. Sonreí al recordar las palabras de Esme en cuanto mis ojos se posaron en ella… “Esta también es tu casa”… Y tenía razón. Parte de todo esto también me pertenecía. Parte de mi familia estaba aquí. Mi hermano, Sam, estaba aquí.
-Por supuesto.- mire de nuevo a Fred, sonriendo ampliamente. –Confío ciegamente en cada uno de ellos.
-Bien…en ese caso… también lo haré.- murmuro y se volvió para mirar a Carlisle. –Me quedare mientras ella lo haga.- oí a Jacob gruñir bajo y me gire para verlo desaparecer en el bosque.
-No te preocupes por el.- dijo Edward sonriendo. –Regresara en cuestión de minutos.- solo asentí y mire de nuevo a Fred. Sentía unas enormes ganas de abrazarlo y pedirle perdón por toda la preocupación por la cual le había hecho pasar, pero no era el momento indicado. Los Cullen nos observaban.
-Supongo que quieres saber sus nombres.- mire a los Cullen sonriendo y tome del brazo a Fred. –El es Carlisle.- lo señale con la mano. –Es medico en el hospital de Forks.- Fred extendió su mano dudoso y asombrado.
-¿Atiende humanos?- lo miro fijo.
-Humanos, hombres lobos…- miro a Jacob, quien se colocaba a la par de Emmett, cruzando sus brazos y con su mirada seria. –Y, porque no, uno que otro vampiro.- rió un poco. Fred relajo aun mas su postura y sonrió.
-Ella es su esposa… Esme.- le sonreí.
-Es un placer.- dijo Fred educadamente, tomando su mano para saludarla.
- El placer es todo mío, caballero.- dijo dulcemente Esme, regalándole a Fred una sonrisa amable y dulce.
-Y ellos son sus hijos… adoptivos, claro.- reí un poco. –Edward, Alice, Jasper, Rosalie.- agudice mi voz al nombrarla. –Y Emmett.- Fred los saludo a todos con asentimiento ligero.
-Y el es…- señalo a Jacob seriamente.
-Jacob Black.- dijo Edward sonriendo.
-El perro de la familia.- murmuro Rosalie con una sonrisa torcida y maliciosa.
-¡Rosalie!- la regaño Esme. Jacob fulmino con la mirada a la rubia odiosa y se encamino hacia mi, aun serio.
-Supongo que informaron al chupasangre nuevo de la regla que no puede romper al quedarse.- miro fijamente y desafiante a Fred. Y el hizo lo mismo.
-¿Qué regla?- lo mire fijamente.
-¿Porque no se lo dices tú?- propuso Edward, sonriendo de lado picadamente.
-¿Cuál regla, Jake?- su cuerpo estaba tenso y sus puños cerrados, posicionados a ambos lados de su torso.
-Ningún humano de Forks entra en el menú de tu chupasangre.- dijo secamente y con cierto aire de arrogancia y enojo. Era obvio que Jacob le molestaba que Fred haya decidido quedarse. Pero ¿Por qué? ¿Acaso también le tenia celos? ¿A Fred?
-Quédate tranquilo. Mi dieta es variada.- Fred también estaba tenso y serio. La nariz de ambos estaban arrugadas, señal de que el olor que el otro emanaba le desagradaba a ambos. Y ambos se miraban desafiantes.
-Ya lo escuchaste.- me coloque en el medio de ambos cuerpos. Era como estar en medio de dos muros. Uno frío y el otro caliente. Y podía sentir esa diferencia de temperatura. Y oler, gracias a una brisa pasajera, el aroma de ambos. Pero también algo más. Sangre.

Mire el brazo derecho de Jacob y, en la zona de su hombro, la vi. Roja y brillosa. Caliente y sedosa. Limpia.

Mis piernas se doblaron y caí al suelo, de rodillas, delante de Jacob, quien no pareció notarlo hasta que sintió mi mano en su abdomen desnudo.

Todo dio vueltas violentamente a mí alrededor. Estaba mareada y sin fuerzas.

-¡¡Row!!- Fred me levanto en sus brazos. – ¿Qué tienes?- débilmente oír a Carlisle acercarse a mi y colocar sus manos heladas en mi cuello de nuevo.
-Sangre.- susurre muy bajo en el oído de Fred. –Aléjalo de mi.- mis ojos se cerraba contra mi voluntad. Mi respiración se acelero y el ardor en mi garganta, se hizo presente también en mi pecho, dificultando mi respiración agitada y escasa.
-¿Qué te sucedió en el brazo Jacob?- oí como Carlisle le preguntaba.
-No lo se. Recién veo la herida.- murmuro.
-Debemos llevarla dentro.- ordeno Carlisle. –Jacob, cúrate esa herida. Alice, despeja el sofá.
-¿Se puso así por mi sangre?- pregunto Jacob preocupado. – ¿A caso le impresiona ver sangre?
-No. ¡La desea!- dijo secamente Fred mientras se movía rápidamente hacia la casa.

Una brisa me hizo estremecer y trajo con ella un dolor en mi estomago que me hizo gritar.

Aquel dolor que sentí, me hizo llorar. Nunca lo había sentido. Ni siquiera aquella vez en el bosque. Ni siquiera cuando la ponzoña recorría mi cuerpo.

Era un dolor torturante. De muerte. De sed.

Era el dolor de la sed que sentía. La cual había ocultado y reprimido por mucho tiempo. Por demasiado tiempo. Y ahora me estaba haciendo pagar con creces la demora.

Pude sentir, en medio de mi agonía, como Fred me colocaba con cuidado en el sofá. Pude también oír como Jacob entraba en la casa y como su corazón latía desenfrenado.

-¿Row? Dime…- sentí las manos de Fred en las mías. – ¿Hace cuanto no te alimentas?- susurro. Abrí mis ojos débilmente, mirando toda la habitación, mirando los rostros preocupados de Carlisle, Jacob, Edward, hasta llegar al de Fred.
-Desde…- trague saliva, tratando de ahogar el dolor y un grito que quería salir desde lo mas profundo de mi garganta. –La primera vez que nos vimos.- susurre débil, sin fuerzas ni ganas.
-Maldición, Row.- murmuro bajo Fred.
-Espera… ¿Alimentarse de que? ¿Y porque dijiste afuera que ella esta así porque desea mi sangre?- Jacob sonaba confundido.
-Porque ella es una de nosotros.- respondió Edward.
-¿Qué?- murmuro Jacob.
-No puede ser.- dijo Carlisle. – ¡Eso es imposible!
-Creí que lo sabían.- murmure y grite del dolor que aún reinaba en mi cuerpo, retorciéndome en el sofá, sujetando con ambas manos mí estomago.
-¡No lo es!- dijo, furioso y desesperado, Fred. Tomo mi mano izquierda y la coloco bajo la luz de una lámpara que estaba cerca, enseñándoles mi cicatriz. –Ahora… ¿me ayudaran o la dejaran morir?- Fred se arrodillo y tomo mis manos.
-Edward, ve por la sangre que guardamos en casos de emergencia.- le ordeno Carlisle y este desapareció. Luego se acerco a Jacob y toco su hombro. – ¿Jacob?... Jacob…- este lo miro incrédulo aun ante la situación. –Ve a mi despacho y trae mi maletín.- Jacob clavo sus ojos en mí. –Lo necesito ahora, Jacob.- tardo en reaccionar, pero obedeció la orden del doctor Cullen.
-Todo estará bien.- susurro Fred mientras aun sostenía mis manos.
-Levántala y sígueme.- le ordeno Carlisle. Fred me tomo de nuevo en sus brazos gélidos y siguió a Carlisle, sin dudar ni preguntar nada.

Mi cuerpo se iba debilitando cada vez más.

Me costaba respirar. Me costaba mantener mis ojos abiertos y así, mantenerme alerta a todo lo que sucedía a mí alrededor. Pero mas me costaba controlar el dolor, que poco a poco, iba en aumento, al igual que el fuego en mi garganta y pecho, quemando todo mi ser interno.

Carlisle guió a Fred a la misma habitación que me había designado. Despejo la enorme cama matrimonial de toda su decoración de almohadas para que Fred me colocara en ella. Y así lo hizo, con la misma delicadeza y cuidado que cuando lo hizo en el sofá.

Mi cuerpo estaba rígido en posición fetal y no paraba de retorcerme del dolor.

Fred se quedo mirándome y sosteniendo mi mano.

-Me ahogo.- susurre entre el llanto y los gritos de dolor.
-Carlisle.- oí a Edward pero no pude verlo. Mi vista iba nublándose, a causa de las lágrimas. Pero si pude oler su aroma y el de la sangre que tenia consigo. Dulce sangre. Mi cuerpo empezó a temblar y sentí las manos de Fred sostenerme.
-¡¡Jacob!!- grito Carlisle.
-Aquí esta.- lo oí a llegar y vi, borrosamente, como le entregaba su maletín.
-Será mejor que esperen afuera.
-Yo me quedare.- dijo decidido Fred.
-Yo también.- susurro Jacob.
-Y yo.- afirmo Edward.
-Solo uno. Y será Fred. Los demás, afuera.- ordeno secamente Carlisle. Y lo hicieron. Ambos salieron de la habitación poco sastifechos ante la decisión y determinación de Carlisle. Sentí sus dedos en mi muñeca. –Su pulso disminuye.- susurro. –Ten.- le entrego una pequeña bolsa de sangre.
-¿Humana?
-¡¿Qué?! ¡No!- me aleje de ellos torpemente, apegándome a la esquina del enorme cabezal de la cama. –¡¡Aléjala de mi!!- gruñí. Pero el deseo que por ella sentía hizo poco creíble mi oposición a ella. Fred se movió rápido y se coloco detrás de mí sosteniéndome por los hombros, evitando que huyera de allí. Y volví a gruñir, pero esta vez amenazante.
-¡Tranquilízate! ¡No la beberás!
-Fred tiene razón. Será por intravenosa.- Carlisle me miro fijo. –Calmara el dolor que sientes.
-¡¡Pero no podré detenerme después!! ¡¡Y no quiero ser una asesina!!- grite.
-Podrás hacerlo.- aseguro Fred. –Pudiste contenerte controlarte antes y podrás hacerlo ahora.- Estaba confundida, dudosa y sedienta. Muy sedienta. Mis ojos estaban clavados en la pequeña bolsa llena de sangre y sabia (y era conciente de ello) de que resistirme solo me producía dolor y mas sed. Un dolor y una sed incontrolable. Y tuve que rendirme ante ellos. Volví al lugar donde estaba antes y entregue mi brazo.
-Todo esta bien. Confía en mi.- susurro Carlisle mientras preparaba todo para la transfusión. –Fred, ayúdame. Sostén esto.- le entrego la sangre, ya conectada a una manguera y en su extremo una aguja. Y una vez mas, como aquella vez que también lo hizo, no sentí el pinchazo.

La sangre comenzó a correr por mi cuerpo, calmando el fuego en el, saciando la sed. Pero produjo algo más. Sueño. Un irracional y profundo sueño, que hizo que cerrara mis ojos.

Mi cuerpo dejo de temblar y volvió a su normalidad.

Ya nada dolía.

Ya nada ardía.

La sangre estaba haciendo un gran trabajo. Y controlaba la sed.

-Necesita mas sangre y…
-Shh.- lo interrumpió Fred. –Escuche…- hubo un silencio en toda la habitación.
-Su corazón se detuvo.- sentí los dedos de Carlisle, de nuevo, en mi cuello.
-Esta funcionando.- susurro, un tanto alegre y más tranquilo, Fred.

Fue lo último que escuche.

El cansancio que produjo el dolor en mi cuerpo, se apodero por completo de mí, entregándome, sin posibilidad de resistencia, al sueño mas profundo.

Lo único que deseaba ahora –mientras caía más y mas profundo en la inconciencia del sueño- era despertar y enfrentar a la nueva realidad que ahora había creado mi naturaleza revelada.

¿Qué me preparaba ahora el futuro, sabiendo los Cullen lo que era? ¿Qué otro ser creyeron que era?

Ahora me quedaba claro que cuando Carlisle y Billy hablaban de “el gen” no se referían a mi estado vampirico. Pero, entonces, ¿a que otro “gen” se referían?

Por ahora solo me quedaba esperar y despertar cuanto antes.

Capitulo 19: Los Cullen. Al menos parte de ellos.





Mi corazón estaba algo agitado al oír aquella voz, a mis espaldas.

No podía reconocerla. Buscaba en mi cabeza y en mis recuerdos, aquella vos dulce y varonil. Pero no la reconocí; por lo que, esto, solo aliento mi curiosidad por voltearme y ver de quien se trataba.

-¿Te encuentras bien?- dijo. Trague saliva, preparándome para contestarle. Tome aire profundamente, tratando de calmar y controlar a mi desbocado corazón. Pero, en cuanto lo hice, su olor dulzón lo delato. “Vampiro”, pensé sonriendo de lado.
-Si.- murmure mas calmada mientras me giraba lentamente.
-Pido disculpas, otra vez, por haberte asustado.- su mirada estaba fija en mi, mientras una leve sonrisa torcida se dibujaba en su perfecto y juvenil rostro.
-Esta bien.- lo mire fijo. –Solo fue un leve susto, dado a que estaba muy concentrada en…- señale el piano. El parecía buscar algo en mi rostro, algo que lo hizo acercarse un poco más hacia mí, sin dejar de sonreír con esa sonrisa torcida y, ahora, llena de dudas. ¿Pero por que? ¿Qué veía en el? ¿O que es lo que quería ver? Aclare mi garganta y me puse de pie. –Si buscas a Carlisle y a sus hijos no están. Se fueron…
-De casería. Lo se.- seguía mirándome fijamente.
-Eres unos de los hijos de Carlisle.- no era una pregunta. Era más una confirmación, ya que compartía el mismo carácter físico que el doctor Cullen, Emmett y Jasper. Sus ojos.
-Así es.- extendió su mano para saludarme formalmente. –Soy Edward.- tome su mano sin decir nada y pude sentir lo fría que era. No parecía tener más de de 17 años. Su aspecto juvenil y delgado eran tanto hechizante como envidiable. Su pelo, color cobrizo (casi castaño), estaba revuelto, pero aun así parecía pinado. Y sus ojos, amables y a la espera de ver aquello que le interesaba, eran del mismo color que el de su padre y hermanos. De un hermoso. Atrapante y seductor color amarillo. Aclare de nuevo mi garganta.
-Lo siento.- susurre y desvié mi mirada de el, algo avergonzada. –Soy…
-Row Mcfilson.- interrumpió. –También lo se.- sonrio.
-¡Vaya!- solte su mano. –Creo que no hará falta que me presente.- reí a medias, siendo irónica. Empezaba a molestarme que todos supieran de mí pero yo de ellos nada.
-Lo siento. No quise ser irrespetuoso.- dijo apenado.
-No te preocupes, no lo fuiste.- trague saliva. –Es solo que…- suspire. –Aun no me acostumbro a que todos sepan sobre y me conozcan tan bien sin que yo los conozca.- lo mire de reojo mientras me sentaba en el sofá.
-Bueno… apuesto a que nadie conoce esta parte tuya.- señalo el piano y sonrio mientras se encaminaba hacia el. – ¿Tu compusiste esa hermosa canción?
-Emm…no.- sonreí y me puse de pie. –La escuche cuando salí del hospital y desde entonces no puedo sacarla de mi mente.- lleve una mano a mi cabeza.
-Oh.- sonrio. –Es una hermosa canción.- comenzó a tocarla.
-Es una nota mas abajo.- indique sin poder evitarlo. –Lo siento.- reí avergonzada.
-No, esta bien.- volvió a tocar la misma nota. – ¿Así?
-Si.- asentí y me acerque más. –Aprendes rápido.- me senté en el banquito, a su lado. El rió un poco.
-La música forma parte de mi vida.- me miro sin dejar de tocar. –Creo que, de haber nacido en esta época, hubiera sido músico.- sonrió de lado.
-¿Y cantante no?- mire sus dedos tocar cada nota que había tocado yo anteriormente.
-¡Oh, no! Solo músico.- rió un poco.
-Bueno… de haber sido así, hubieras tenido éxito.- sonreí de lado. –Eres excelente.
-Gracias.- dijo dulcemente mirándome fijo.
-No hay de que.- y comenzó a tararear el estribillo.

Era extraño como, en sus dedos, la música sonaba diferente. Más dulce y melódica. Y como llenaba la enorme casa bacía con su tocar.

Mas extraño aun, era que me sentía segura y tranquila a su lado. Como si lo conociera de toda una vida. Y como si el me conociera a mi, de la misma manera.

Me deje llevar por la música. Me deje llevar por la paz que me daba aquel extraño, del cual solo sabía que era hijo del doctor Cullen y que era un excelente músico. Pero todo s vio interrumpido por algo que le causo gracia al extraño a mi lado, haciendo que riera bajo…

-Espero no interrumpir nada.- mire en la dirección de donde provenía la vos. “¡Jake!”, pensé e inmediatamente respire profundo y percibí su olor.
-Hola, Jake.- saludo Edward mientras daba por finalizada la canción y se giraba a verlo.
-Edward.- sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Y en ningún momento dejo de mirarme fijamente. Era obvio que algo le molestaba ¿pero que podía ser? – Deberías estar descansando.- se encamino hacia nosotros, sin dejar de mirarme. Edward clavo su mirada en mi de inmediato, y toda sonrisa que había mostrado anteriormente, desapareció, dando lugar a la preocupación.
-Estoy bien.- mire a Jacob y luego a Edward, poniéndome algo nerviosa ante su mirada.
-No, Jacob tiene razón. Deberías descansar.- murmuro.
-¡¿Se lo dijiste?!- mire furiosa a Jacob. -¡¿Qué mas le contaste?! ¡¿Lo de Sam?! ¡¿También le contaste sobre Sam?! ¡¿Cómo pudiste?!- me puse de pie, enfrentando a Jacob.
-¡No le dije nada, tranquilízate!- bajo sus manos y se acerco. – ¡Deja que te explique!
-¡¿Explicarme que?! ¡¿El como prometes cosas que no cumples?!- estaba furiosa. Me sentía traicionada. Y la furia iba en aumento al igual que mi voz. –¡¡Me lo prometiste, Jake!! ¡¡Me prometiste que fuera de tu manada nadie mas lo sabría!! ¡¡Y se que el no es de tu manada, porque el es un vampiro!! ¡¡ ¿Por qué lo hiciste?!! ¡¡ ¿Cómo pudiste?!!- mis manos temblaban de una manera extraña mientras me acercaba mas a Jacob.
-¿Row?- intervino Edward.
-¡¡¡ ¿Qué?!!!- le grite mirándolo fijamente. Jacob hizo lo mismo.
-Jacob no me ha dicho nada.- dio un paso hacia nosotros y sonrio de lado. –De hecho, es nuestro primer reencuentro después de ¿Cuánto?- miro a Jacob. – ¿Unas 12 horas?
-15.- corrigió Jacob serio, cruzando de nuevos sus brazos.
-¿De que están hablando?- los mire a ambos.
-De que no hace falta contarle nada a Edward para que se entere de lo que esta pasando.- contesto Jacob, colocándose a su lado.
-Será mejor que le expliques bien, por que solo la estas mareando con solo decirle eso.- murmuro Edward.
-No hace falta que me lo recuerdes. Se que es lo que tengo que hacer.- Jake miro a Edward y este a el, listo para contestarle.
-¡Ya basta los dos!- interrumpí y ambos me miraron. – ¿Me van a explicar o van a seguir discutiendo?- ambos se miraron una vez mas y suspiraron. Jake me miro fijo.
-Edward puede leer los pensamientos.- lo señalo con una mano, sin mirarlo. Se encamino hacia el sofá y se sentó.
-¿Qué?- murmure mientras mis temblores secaban al igual que mi repentino enojo.
-Muy buena explicación, perro.- Edward sonrio de lado y me miro fijo.
-¿Qué? Solo resumí tu pequeña historia de toda tu vida alo básico.- rió un poco mirándonos. –Además, ella solo quiere saber como es que tu lo sabes, no tu historia de chupasangre.- me quede mirando a Edward fijamente, mientras el le dedicaba una sonrisa torcida a Jacob.
-Lo que dice el perro es cierto.- dijo. –Puedo…
-Así que eres tu.- murmure aun mirándolo fijamente, mas tranquila y asombrada. –Todo este tiempo me pregunte quien de ustedes era el que leía la mente.- sonreí. Pude sentir como Jacob clavaba su mirada en nosotros y oír como su corazón se aceleraba aun ritmo extraño.
-¿Se conocen?- dijo seriamente, en un tono de enojo… ¿o celos?
-¡No!- respondimos al unísono Edward y yo, causándonos gracia la coincidencia de nuestra respuesta. Sus ojos estaban clavados en los míos, esperando, aun, ver aquello que tanto buscaba, mientras yo solo caía ante aquellos ojos que escondían algo mágico, algo hechizante, algo que solo conocería si poseyera su don.
-¿Cómo sabes sobre mi don?- sonrio aun sin dejar de mirarme.
-Fred.- murmure en un suspiro, sonriéndole y mirando sus ojos. Los latidos de Jacob iban en aumento aun ritmo que solo describían su enfado o molestia ante lo que veía y oía ¿pero porque?
-Cálmate, perro, o te dará un ataque.- murmuro Edward dando un paso mas hacia mi. Pero en cuanto lo hizo, mi vista se nublo y el noto en mi rostro que algo cambio, borrando de su rostro perfecto, aquella sonrisa que me gustaba.

Di un paso hacia atrás, mareada y fue, en ese momento, que aquel cambio que Edward había visto, se hizo presente en un fuerte dolor de cabeza, que hizo que llevara mis manos hacia ella apretándola con fuerza, en un vano intento de calmar aquel dolor. Pero no era lo único.

Un fuerte pitido retumbaba en mis oídos, dejándome sorda y desorientada. Me sentía como si alguien hubiera hecho resonar una campana en ellos.

Edward me tomo por los hombros, sosteniéndome con fuerza para que evitara caer.

En un suspiro mio, la escena cambio. Los brazos calientes de Jacob me levantaron, acunándome en su pecho desnudo, mientras Edward desaparecía. Mis ojos trataron de seguir su movimiento, pero fue en vano dado a la rapidez a la que se movió.

Instintivamente busque el rostro de Jacob, quien parecía estar gritando en dirección a las escaleras, pero no podía oír que es lo que decía.

-Estoy bien.- susurre aun mareada, tocando su rostro mientras el se movía.

Mis ojos se cerraron por unos segundos, concentrándome en no desmayarme y ahorrar energía. Y para cuando lo hice, mis oídos se llenaron de los latidos desenfrenados de Jacob.

“Eso es… tranquilízate…”, me repetía internamente.

Un minuto fue todo lo que le tomo a Jacob subir las escaleras y entrar a la habitación.

-Debiste dejar que yo la cargara.- oí como Edward le reprochaba a Jacob por su tardanza.
-Ya lo hice yo, chupasangre.- dijo molesto. –Además, podría haberse enfriado contigo y sufrir una hipotermia.- me coloco suavemente y con delicadeza sobre la cama.
-Solo hubiera sido cuestión de un segundo, perro.- Edward sonaba preocupado.
-No me gusta quedarme de brazos cruzados.- murmuro Jacob sentándose a mi costado derecho y sosteniendo mi mano. – ¿Qué crees que le haya pasado?- su voz se quebró un poco.
-No lo se.- murmuro Edward. –Pero Carlisle lo descubrirá. El ya viene en camino.- ambos se quedaron en silencio por unos minutos.
-Al menos dejaron de pelear.- murmure abriendo mis ojos y mirando a Jacob. –Me dejaron sorda con tantos gritos.- sonreí un poco.
-Lo siento.- se disculpo Jacob sonriendo de lado. Apreté su mano y negué con mi cabeza.
-¿Cómo te sientes?- Edward se acerco y me miro fijamente.
-Sobreviviré.- le sonreí.
-Eso lo averiguaremos.- Carlisle apareció en la habitación, llevando en su mano izquierda un maletín negro, el típico de los doctores de antaño.

El silencio volvió a hacerse presente, pero esta vez, de una manera muy incomoda. Y sabia el por que. Edward y Jacob me miraban fijamente, mientras me sentaba para que Carlisle me revisara. Y mientras, este, se colocaba el estetoscopio, se giro sobre su hombro y miro fijamente a Edward, quien luego de unos minutos asintió y codeo a Jacob, quien aun me miraba.

-¿Podrías acompañarme afuera un momento, por favor?- lo miro fijo y serio, sin mostrar ninguna emoción o gesto. Jacob lo miro fijo.
-¿Para que?
-Solo quiero hablar contigo unos minutos.- ambos se miraron, el uno al otro, detenidamente en silencio. Luego de unos segundos, Edward asintió y Jacob volvió a clavar su mirada en mí.
-Te veré después.- me sonrio.
-Esta bien.- conteste confundida mirándolos a ambos.
-Descansa.- murmuro Edward y ambos se giraron y salieron de la habitación, sin decir nada más. Carlisle se encargo de controlar mi presión arterial con un tensiómetro manual mientras yo no podía evitar que mi mente se quedara con aquella extraña actitud de Edward y Jacob. ¿Qué podía querer hablar el con Jacob? ¿Por qué aquella extraña mirada de Jacob hacia mi? ¿Seria yo el tema de conversación? ¿A caso Edward leyó algo en mis pensamientos? “¡Maldición, trata de recordar, Row ¿Qué fue lo ultimo que pensaste?!”, pensé. Era evidente que Edward vio algo en mis pensamientos. Algo que hizo que actuara de esa manera, y que debia contárselo a Jacob, ¿pero qué?
-Bueno…- Carlisle cortó el hilo de mis pensamientos. –Tu presión arterial esta bien.
-Y entonces ¿Qué pudo ser?- lo mire fijamente.
-Aun no lo se, pero sea lo que sea debe estar relacionado con el accidente que tuviste.- guardo los elementos en su maletín y volvió a mirarme. –Me gustaría saber que fue lo que sentiste. Me ayudaría a tener una idea de lo que buscamos.- asentí y trague saliva.
-Empezó con mi visión, todo se volvió borroso.- cerré mis ojos. –Después sentí un fuerte dolor en mi cabeza, que hizo que me mareara un poco.
-¿Algo mas? ¿Algo que no hayas sentido antes?
-Si. Un sonido extraño en mis oídos.- lo mire fijo. –Es como un pitido largo y fuerte que me aturde. Y, esta vez, me dejo sorda por unos minutos.- murmure. Su rostro reflejo algo extraño en el (al menos extraño para mi), como si fuera a darme una mala noticia. Como si fuera, por primera vez para mí, un doctor. “Eso es…”, pensé mientras no le quitaba los ojos de encima. Era la primera vez que veía su gesto de medico en aquel pálido y perfecto rostro. Y eso significaba una sola cosa. Algo no andaba bien conmigo. – ¿Qué? ¿Es grabe lo que tengo?- mi nerviosismo crecía, esperando su respuesta.
-Bueno… no estoy seguro.- suspiro. –Como dije, esta relacionado con tu accidente.- miro su maletín y saco una pequeña linterna. –Estuviste en un coma demasiado tiempo. Puede que hayas recibido un buen golpe en tu cabeza. Sigue la luz con tus ojos.- reviso mis reflejos visuales.
-De ser así, ¿esto no tendría que haber pasado hace tiempo?
-No necesariamente. El 50% de la gente que sufre algún traumatismo violento, donde se vean implicados zonas como la cabeza y espalda, llegan a presentar cuadros de mareos, dolores e incluso vomito durante todo su proceso de rehabilitación. Pero, un 60% de la misma gente presentan esos cuadros sintomáticos luego de haber pasado años y eso se debe a una sola causa.- su seriedad era absoluta.
-¿Y cual es esa causa?
-A un hematoma a nivel cerebral o inter cerebral que este presionando y creciendo. O puede que sea a nivel medula.- “Genial”, pensé, “Como si no tuviera ya suficiente problemas ¿ahora resulta que tengo un hematoma en mi cabeza? ¿Seria eso posible siendo lo que soy?
-¿Y como sabrá si es eso?- Jacob estaba parado y apoyado, de brazos cruzados, en el marco de la puerta de la habitación.
-Creí que estabas con Edward.- susurre y el se acerco, mirando solo a Carlisle.
-Con una resonancia magnética.- Carlisle lo miro fijo a Jacob y sonrio de lado. –La llevare al hospital mañana. Por ahora que descanse.- me miro.
-Los acompañare.
-¿Qué? ¡Oh, no, no!- mire a Jacob. –tu te quedas aquí. Tienes obligaciones aquí. Yo estaré bien.- hablaba rápido, algo nerviosa ante aquella idea de la resonancia.
-Bien, te veré mañana.- ninguno de los dos me hizo caso.
-¿Le darás algo para dormir?- fulmine con mi mirada a Jacob. El solo sonrio ampliamente.
-No, será mejor que trate de dormir por sus propios medios.- tomo su maletín y volvió a mírame, pero esta vez, sonriendo. –Trata de descansar un poco. Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme.
-Lamento mucho haber interrumpido tu casería.- me disculpe.
-No te preocupes. Logre cazar algo antes de venir aquí.- sonrio amablemente. –Te veré mañana.- asentí una vez, sin dejar de sentirme apenada mientras el miraba a Jacob. Le extendió su mano, despidiéndose de el y se encamino hacia la salida, dejándome a solas con Jake.
-No tienes por que acompañarme mañana.- lo mire fijo mientras el rodeaba la cama hacia el costado donde Carlisle había estado parado anteriormente.
-No pedí tu permiso.- dijo sonriéndome con aquella sonrisa que tanto me gustaba ver en el. Odiaba cuando hacia eso. No podía enfadarme con el si lo hacia.
- ¿Y Eddy?- desvié mi mirada de su rostro mientras me acomodaba en la cama. Sus latidos volvieron a sonar como antes, de esa forma desenfrenada por lo que no pude resistir la tentación de volver a mirarlo.
-¿Eddy? ¿Ya son amigos íntimos?- se cruzo de brazos, borrando de su rostro cualquier rastro de aquella sonrisa hechizante y burlona.
-Eso creo.- sonreí. –Al menos el me trata mejor que tu.- sus latidos aumentaron. –Es amable conmigo.- “¿Celos?”, pensé y reí interiormente. El tomo aire profundamente, como si estuviera controlándose y desvió su mirada de mí.
-Esta abajo.- dijo secamente. –Con Emmett y Jasper.- agudice mi oído y pude escuchar una risas muy bajas. Era el. Y, esto, me hizo sonreír. –Me iré, así duermes un poco.
-No puedo dormirme sin mi música.- lo mire.
-¿Qué hay de tu reproductor?
-Se quedo sin batería y no he traído con que cargarlo.
-Aun así, deberías dormir. Al menos has un esfuerzo.- dijo dulcemente.
-¿Podrías quedarte? ¿Al menos hasta que logre dormirme?
-¿Qué? ¿Ahora le temes a tus nuevos amigos?- sonrio maliciosamente.
-No… solo no quiero estar sola en esta enorme habitación.- me recosté y el se acerco para acomodar las sabanas y frazadas.
-¿No quieres que mejor llame a tu nuevo amigo Eddy?- dijo serio. Volví a oír una risa abajo. –El podría tocar algo de música para que te duermas.
-El piano esta abajo, Jake.- sonreí de lado mientras el se sentaba en el suelo, mirándome fijo.
-Cierto. Así que mejor has el esfuerzo sin música y duérmete.- se cruzo de brazos y apoyo su espalda y cabeza en el ventanal.
-¡Si, Señor!- simule un gesto militar. El rió un poco y cerró sus ojos. Me gustaba verlo reír. Prefería ese Jacob y no el serio y enojado. Pero era muy difícil verlo de esa manera. Su vida entera era seriedad, decisiones que tomarse y una manada a la cual el debia dirigir. Esa era su vida ahora. La vida del jefe alfa Jacob. Solo en la intimidad y tranquilidad podía ver al Jacob feliz y risueño.

El silencio se hacia cada vez mas presente y desesperante en la habitación.

Jacob, apoyado aun en el ventanal y con sus ojos cerrados, parecía dormir placenteramente. Pero era una fachada para que yo imitara su acción y, así, dormirme.

-¡¡Ya, duérmete!!- me ordeno varias veces, al oírme como me movía inquietamente en la cama, de un lado al otro. Pero no podía hacerlo. Mi cabeza estaba llenas de preguntas sin respuestas y un nuevo problema, mi cabeza en si. ¿Seria eso posible? ¿Un hematoma en mi cabeza siendo yo vampira?
-¡¡No puedo dormirme!! ¡¡No sin mi música!!- sonaba como una niña malcriada pidiendo su oso preferido. Pero no era un oso, era música. Mi música. Aquella que acallaba todo sonido a mi alrededor, aquella que acallaba mis pensamientos, dándome tranquilidad y paz. Jacob resoplo y siguió con su estado de bello durmiente.

Me gire, dándole la espalda, esperando que el sueño llegara a mí y me honrara con su presencia y, así, de una vez, caer en su estado. Pero este se demoraba en llegar. Por lo que decidí escuchar y adivinar quienes estaban en la casa y que es lo que hacían.

Todo abajo estaba en completo silencio. Hasta que de pronto, una melodía comenzó a sonar en el piano de cola negro que allí había. Inmediatamente supe de quien de trataba.

-Espero que sea de tu agrado.- murmuro para si. Y reconocí la música. Era mi música. La que, horas atrás, había cantado y tocado en el mismo piano en el que el estaba.

Me acomode en la cama, escuchando solo la melodía, sin letra ni cantar, que lleno todo el silencio de la enorme casa.

-Gracias.- susurre, siendo conciente de que el podía oírme claro. Y sonreí, dejándome absorber por la música y por el sueño que, al fin, se hizo presente.

Suspire… cerré mis ojos… y me dormí.

El sueño fue el mismo que el de la pasada noche.

Nada había cambiado en el.

Seguía siendo tan vivido como la primera vez. Tan real como la primera vez.

Aquel enorme lobo blanco seguía repitiendo lo mismo.

-¡No puedes escapar de lo que eres! ¡No puedes escapar de tu verdadera naturaleza!

Su voz seguía siendo amenazante y familiar a mis oídos. ¿Pero quien era? ¿Y por que soñaba estas cosas?

Así como el sueño se repitió, también lo hizo mi despertar.

Agitada y sin poder gritar, me senté en la cama y lleve mi mano a mi cuello, de nuevo.

“¡Maldito sueño!”, pensé mientras recuperaba mi respiración y la tranquilidad.

Busque con mi mirada hacia la dirección donde descansaba Jacob, pero el no estaba allí. Había cumplido con su palabra de quedarse solo hasta que me durmiera. Por lo que decidí que ya era hora de levantarse, pero en cuanto lo hice, un aullido resonó cerca de la casa.

Me puse de pie y camine hasta el gran ventanal que estaba frente a la enorme cama matrimonial.

El sol golpeaba en las copas de los árboles, en cada rama y en cada hoja, traspasándolo y formando un espectro recto de luz blanca que golpeaba directo en la tierra.

Todo el bosque parecía salido de un sueño con aquella luz.

No deje que esto me distrajera de la razón por la cual me acerque al ventanal. Y otro aullido me lo recordó.

Agudice mi vista, tratando de encontrar al responsable de aquellos aullidos que hacían poner mi piel de gallina. Pero no pude ver mas que una sombra moverse rápido entre los árboles.

Por alguna extraña razón, ver aquella sombra no me asusto, por lo que la ignore completamente y me encamine hacia el cuarto de baño para higienizarme y cambiarme de ropa. Y mientras lo hacia, tarareaba en mi mente la canción que había cantado y tocado, y que luego Edward interpreto.

En cuanto termine mis deberes personales conmigo misma, me encamine hacia las escaleras y bajar para hacerle frente a lo que hoy me esperaba. La resonancia magnética. Pero mientras lo hacia, aprecié el silencio que había. Por lo que deduje que no había nadie en la casa, y eso solo me alegro, ya que me liberaba del estudio medico y de Jacob preocupado e insistente. Pero no fue así y en cuanto termine de bajar las escaleras, toda sonriente… me lleve una sorpresa…

-¡Hola!- mi vista se clavo en la persona que me saludaba. –Tú debes ser Row.- su voz dulce me dejo en shock, pero no fue lo único. –Soy Alice. Alice Cullen.- tomo mi mano, sin esperar a que yo reaccionara.
-Hola.- dije luego de varios minutos que me quede viéndola.

Alice parecía ser la mas pequeña de los Cullen. Su apariencia delgada y rostro de niña –como la de un duendecillo- así lo indicaban.

Su pelo alocado y negro, acompañaban y distinguían bien aquel rostro de duende, haciéndolo difícil de olvidar o de dejar de apreciar. Y al igual que el resto de sus hermanos y Carlisle, llevaba el mismo color de ojos. Amarillos.

Alice parecía feliz de verme. Tanto que lo demostraba en su sonriente y amable rostro.

Resultaba difícil no sentirme contagiada por aquella felicidad que ella emanaba de si.

-Alice, no la espantes.- Edward entraba a la casa desde la puerta principal, seguido por su hermano Emmett, mientras miraba a su hermana sonriéndole de lado, y esta le enseño su lengua.
-Hola chica dueña del Ford Munstang del ’69.- saludo Emmett, cruzándose de brazos y sonriéndome.
-¿Conoces de autos?- lo mire, devolviéndole el saludo con una sonrisa.
-Lo suficiente como para saber que tienes una maquina muy veloz.
-Es un buen auto el que posees.- coincidió Jasper, que entraba del lado opuesto de la casa, encaminándose directo a Alice, sin dejar de mirarme fijo y serio.
-Pero no lo suficiente como para largarse de aquí.- una mujer entro por detrás de Jasper y se coloco a la par de Emmett, tomándolo del brazo y fulminándome con la mirada. Su aspecto físico era como el de una modelo (escultural rubia de pelo largo). Y ella no mostraba alegría como Alice. Parecía que le molestaba.
-¡Rosalie!- Edward y Alice la fulminaron con la mirada, Jasper sonreía de lado y Emmett le daba un golpe leve con su codo, negando con su cabeza mientras la miraba serio. –Ella es Rosalie.- mire a Edward y volví mi mirada hacia ella.
-Me iré de Forks solo cuando termine de arreglar cosas importantes.- le hice frente mirándola fijo y cruzándome de brazos. No me dejaría intimidar por ella. No le temía. –Y si tanto te molesta mi presencia, me iré de esta casa esta misma noche.
-No tienes por que hacerlo.- una voz dulce y suave salio de atrás mio. Me gire para ver quien era. –No eres una molestia para nosotros.- una mujer de pelo color caramelo, rostro en forma de corazón y de constitución pequeña, me miraba fijo y amable, acercándose unos pasos hacia mi acompañada por Carlisle.
-Row, quiero presentarte a mi esposa… Esme.- dijo Carlisle, mirándola fijo y sonriente mientras tomaba sus manos. Algo en aquella mujer me dejo en shock. Y no solo era su aspecto físico. Algo en sus ojos me resultaba familiar, y tampoco se debia a que llevaba el mismo color que el resto de su familia. Era algo más ¿pero que?
-No tienes por que irte de aquí.- dijo severamente mirando a Rosalie y luego me miro a mi, sonriendo y acercándose para tomar con ambas manos las mías. –Esta también es tu casa ahora.- dijo dulcemente. Y algo, en aquella forma de decirlo, hizo que mi mente se llenara con los recuerdos de mi madre.
-Gracias.- dije cortadamente mirándola fijo. –Pero no quiero incomodar a nadie.- solte lentamente mis manos de las suyas.
-No lo haces.- dijo Jasper y me gire para mirarlo, asombrada ante aquello que decía. –Siendo lógicos, solo aquí estarás a salvo de tu perseguidor.- sonrio de lado.
-Y solo quedándote aquí podré conducir ese Munstang.- dijo Emmett. Y todo reímos un poco. – ¿Qué? Es verdad.- murmuro. Volví a girarme para mirar a Esme.
-Esta bien… Me quedare por un tiempo. Al menos hasta que consiga donde vivir.
-Puedes quedarte todo el tiempo que gustes.- dijo Carlisle sonriendo. – ¿Lista?
-¿Lista para que?- pregunto Alice, sonriendo.
-Llevare a Row al hospital para hacerle una resonancia magnética.- respondió Carlisle mirándome. Me gire y mire a Alice.
-Es por mis constantes mareos.- hice una mueca de disgusto y Alice rió un poco. –Creí que Jacob iría con nosotros.- volví a mirar a Carlisle.
-Nos vera allá.- aseguro.
-Ok.- me gire y metí mi mano derecha en los bolsillos traseros de mi pantalón, saque las llaves de mi auto y se las lance a Emmett, quien las atrapo con gran agilidad y sin titubear. – ¿Qué tal si nos acompañas y de paso pruebas el Munstang?- sonreí.
-Será un placer.- sonrio ampliamente y salio sin esperar nada, soltando a Rosalie, quien me fulmino con la mirada. Pasaron 10 minutos y oí el motor de mi auto encenderse.
-Volveremos en unas horas.- susurro Carlisle a Esme, besándola tiernamente. Desvié mi mirada, centrándola en Alice y Jasper, quienes copiaron el gesto de sus padres, por lo que no tuve otro remedio que mirar a Edward, ya que mirara a Rosalie, solo alimentaria mi furia y, en ella, Su desprecio hacia mi persona. Edward se acerco lentamente, sonriendo.
-Creo que necesitaras esto para el camino.- extendió su mano, entregándome mi reproductor mp3, cargado y con nuevos audífonos. –Le agregue algunas melodías que me gustaría que escucharas y luego me dieras tus opinión.- sonrio algo avergonzado. –Espero que no te moleste.
-No, no, no, claro que no.- sonreí. –Solo me deje llevar por los audífonos… Son… grandes comparados con los míos.- reí.
-Y potentes… Es un regalo de Emmett para ti.- oí un gruñido muy bajo y no fue necesario mirara a la persona que lo produjo. Jasper se puso rígido y no le saco los ojos de encima a su hermana Rosalie. Alice se acerco a la par de Edward y me sonrio.
-Supongo que es mas un soborno para que le permita conducir mi auto que un regalo en si.- los mire a ambos, sin dejar de reír.
-En eso no te equivocas.- dijo Alice. –Con el tiempo te darás cuenta que no solo Emmett sabe sobornar con regalos para lograr sus objetivos.- miro a Edward y este a ella, y se sonrieron mutuamente, como si aquellas palabras tuvieran un código. Un código indescifrable para mí.
-Hora de irnos, señorita.- Carlisle abrió la puerta para mi, sonriendo.
-Buena suerte, Row.- dijo dulcemente Esme.
-Gracias.- me gire y le sonreí. Edward, Alice, Jasper y la odiosa de Rosalie se agruparon en las escaleras, mirando como Carlisle y yo nos retirábamos de la casa, encaminándonos hacia mi auto, que a nos esperaba con el motor en marcha.

El aire y el día estaban calidos, pero sin rastro de aquel sol que había visto.

Todo estaba tranquilo y en silencio alrededor –como siempre-. Parecía ser el comienzo de un día tranquilo y sereno. Un día de paz.

En cuanto llegamos a mi auto, y en un movimiento rápido, Carlisle sostuvo la puerta, del lado del acompañante del conductor, abierta para mí. Me subí y le agradecí aquel gesto de caballerosidad con una sonrisa. Dentro, Emmett sonreía ampliamente a gusto, acariciando con delicadeza y suavidad el volante del auto.

-Todo es original.- me dijo mirándome, sin dejar de sonreí.
-Y es así como me lo quiero.- le advertí y sonreí. –Gracias… por los audífonos.
-Un lindo soborno.- dentro de la casa, las risas de Alice, Jasper y Edward resonaron. Reí un poco ante aquellas palabras, pero mas contagiada por las risas que provenían de la casa.
-Veremos como te portas con el.- mire a Emmett.
-Arranca Emmett.- ordeno Carlisle y este obedeció, arrancando el auto. Pero mientras me acomodaba en el asiento mirando hacia el frente, Emmett freno de golpe y la tierra se levanto del suelo, formando, alrededor del auto, una nube.

Todo a continuación solo fueron siseos por parte del fortachón y del doctor.

-¡Bájate del auto, ahora!
-¡Fred!

En cuanto el polvo bajo, lo vi. Parado a mitad del camino, serio y hermoso como lo recordaba, y con su mirada llena de furia ardiente.

Capitulo 18: Distracciones.


Un silencio incomodo nos envolvió a ambos.

No sabia que más decir. No sabia que era lo que el estaba pensando. Jake solo se quedo en silencio e inmóvil sobre el sofá.

“Desearía poder leer su mente”, pensé mientras lo miraba fijo y mordía mi labio inferior, señal –en mi- de nerviosismo y ansiedad.

Una sonrisa torcida se dibujo en su rostro, que aun miraba la nada.

-Esto debe ser una broma.- aun sonreía, sin mirarme.
-No lo es.- lo mire seria. Su mirada se clavo en mi, otra vez. Y esta vez, se puso serio y preocupado por aquello que le había contado.
-¿Y tu como… como te sientes?- su voz fue dulce y casi comprensible.
-Bueno…- suspire y me encamine de nuevo hacia el sofá. –…considerando el hecho de que encontré al hermano que estaba buscando y que me entere en el mejor momento de mi vida…- la ironía era algo natural en mí. Y salía a la superficie cuando me sentía ahogada por situaciones estresantes. –…te diría: ¡estoy bien, muy feliz! Pero solo te estaría mintiendo.- me senté a su lado, mientras el trataba de ocultar una risilla.
-¿Cómo…?- sonrió de lado.
-Antes de conocerte, le había contado a Billy lo del accidente.- lo interrumpí y lo mire. –El insistió tanto en que viniéramos a ver a Carlisle y así realizarme “un chequeo medico”.- dibuje con dos de mis dedos las comillas y el rió un poco. –Carlisle lo hizo, y extrajo de mi algo de sangre, lo cual utilizo para hacer un ADN.
-¿Y ellos te dijeron el resultado del…?
-No.- volví a interrumpirlo. –Los escuche hablando a ellos dos sobre el tema.- el asintió una vez, casi pensativo.
-¿Qué harás ahora?- susurro amablemente.
-No lo se.- lo mire por unos minutos y luego, cuando empecé a sentir que el llanto innecesario quería salir a la superficie, desvié mi mirada de el, colocando ambas manos en mi cabeza. –Esto es…
-Demasiado para ti.- concluyo mi frase.
-Si.- asentí. –No se que hacer, ni que pensar.- murmure.
-¿El lo sabe?- suspire para calmarme mientras el volvía su mirada a mi.
-Sabe que tiene una hermana.- lo mire. –Pero no que soy yo.- se quedo en silencio por unos minutos, como si dudara de la próxima pregunta que quería realizar.
-¿Se lo dirás?
-No.- desvié mi mirada de el. –No hasta saber que es lo que haré y hasta que todo esto haya pasado.- me puse de pie, dándole la espalda mientras seguía tratando, con todas mis fuerzas, de calmarme un poco. –No puede saberlo aun.- susurre. –Jake, prométeme que no se lo dirás. Prométeme que no se lo contaras a nadie mas.- me gire y lo mire fijo.
-¿A nadie mas? ¿Qué quieres decir? ¿Quién mas lo sabe?
-Solo tu padre, Carlisle y Sue.- suspire. –Y tu, claro.- hice un gesto con la mano hacia el, señalándolo. –Por favor, prométemelo.- volví a sentarme a su lado.
-Puedo prometerte que no se lo diré a el.- suspiro y se puso de pie, llevándose una mano a la cabeza para rascársela. –En cuanto a lo otro… bueno… tendras que incluir a otros en la lista.
-¿Qué quieres decir? ¿De que hablas?- aun lo miraba fijo, pero, esta vez, a su enorme espalda desnuda.
-Quiero decir que tu secreto estará a salvo dentro de…mi manada.- se giro y cruzo sus brazos en su pecho.
-¿Tu manada?- susurre. –Espera… ¿Me estas queriendo decir que existen dos manadas?- lo mire incrédula.
-Si.- sonrió. –La manada de Sam y la mía.- “Fue por eso que nunca veía a Jacob seguido. El tiene su propia manada”, pensé. “¿Pero quienes forman parte de ella?” –Prometo contarte toda la historia mas adelante.- debió ver en mi rostro algo de confusión para prometer tal cosa.
-Sigo sin entender.- sacudí mi cabeza un poco. – ¿Qué tiene que ver esto con lo de incluir a otros?- el suspiro pesadamente.
-Poseemos cierto… don, que solo se da cuando nos transformamos en lobos.- sonrió de lado. –Y ese son es la telepatía.
-¿Telepatía?- sonreí incrédula, mientras lo miraba levantando mi ceja izquierda.
-Si.- seguía sonriendo. –No importa la distancia a la que nos encontremos, siempre y cuando estemos en forma de lobos, podemos hablar telepáticamente y oír los pensamientos del otro.- explico.
-¿Qué hay de Sam? ¿El lo sabrá? ¿Sabrá que el es mi…?
-No.- se encamino hacia el sofá y se volvió a sentar a mi lado. –Cuando me separe de la manada de Sam, historia que prometí contarte…- me empujo suavemente con su hombro. –creí haberme librado de ello, pero eso cambio cuando algunos de la manada de Sam decidieron seguirme y unirse a mi.
-Y ellos son…- mi curiosidad era algo inevitable.
-Embry, Quil, Seth y Leah.- asentí sonriendo de lado mientras pensaba en un solo nombre, “Leah”. En parte, agradecí, internamente, de que Jared no formara parte de la manada de Jake. Una noticia como la mía, la utilizaría para su propio provecho personal, en son de venganza por la humillación que le había hecho pasar. Pero eso no era lo que me importaba, no mucho en realidad. Era Leah, a quien por alguna extraña razón no era de tu total agrado. ¿Pero porque? ¿Qué pude haberle hecho a ella?
-Es decir que ¿Embry, Quil, Seth y Leah son los únicos con los que puedes hablar telepáticamente y compartir sus pensamientos contigo y tu con ellos?
-Mmm...… en parte.- hizo una mueca de que había acertado, pero no del todo. –Sam y yo también podemos compartir ciertos pensamientos. Pero solo aquellos que el otro, ya sea Sam o yo, deseemos escuchar.- asentí lentamente mientras me quedaba en silencio. –No te mentí cuando te dije que no le diría nada a el.- me sonrió. –Tu secreto esta a salvo conmigo.- coloco su brazo en mis hombros.
-Gracias.- le sonreí.
-No hay de que.- seguía sonriéndome.

El silencio volvió a rodearnos mientras devorábamos el resto del desayuno, lo cual nos tomo menos de 10 minutos. Y, después de no haber dejado rastros del exagerado desayuno, se ofreció a ayudarme a lavar cada plato, taza, tazón y cubierto utilizado.

Era fácil dejarse llevar por Jacob, haciendo que el momento compartido fuera placentero y de total distracción. Sin pensamientos negativos, ni planificaciones, ni preocupaciones. Solo disfrutar de su compañía, de su amistad.

Pero toda mi felicidad por su compañía se vio opacada cuando el fijo sus ojos en el reloj digital del microondas, que había en la cocina.

-¿Debes irte?- lo mire de reojo mientras le pasaba el ultimo tazón para que lo secara.
-Si.- me miro. –Debo hablar con Sam sobre… “tu amigo”.- su voz dejo entrever que Fred no era de su agrado.
-¿Puedo acompañarte?- lo mire fijo y seria.
-¿Estas segura de que quieres hacerlo?- en sus ojos había algo de asombro.
-Si.- asegure seria y convincente. Aunque, por dentro, había una vocecita que me decía todo lo contrario. Sus ojos se clavaron en mi rostro, estudiándolo detenidamente, buscando algún atisbo que le indicara que no era buena idea. Pero no encontró nada.
-Ok.- dijo sonriendo, después de varios minutos de estudiarme. –Pero deberás caminar varios kilómetros, através del bosque.
-Eso no será un problema para mi.- sonreí. –Estoy en excelente estado físico como para poder seguirte el ritmo.
-Bien… en ese caso… vámonos.- señalo con una mano el camino hacia la salida.
-Te sigo.- sonreí mas ampliamente y copie su gesto con la mano. Y al pasar por el Lavigne, tome mi reproductor mp3 del bolso y lo guarde en mi bolsillo, sin que el se diera cuenta.

El día estaba nublado. Gris.

El bosque, que rodeaba la residencia Cullen, estaba en completo silencio. Como si estuviera esperando nuestra presencia en el.

Caminamos en silencio, uno a la par del otro, atravesando el bosque, estudiándonos el uno al otro en total silencio.

Había muchas preguntas que quería hacerle, pero no sabía si era el momento indicado, más que nada, no sabia si la manada de Sam podía oírnos, o si su manada podía oírnos.

Ana si, todo parecía tener poca importancia en su compañía.

“¡Maldición! ¿Qué es lo que tiene para hacerme sentir así?”, pensé mientras lo miraba de reojo.

-Dime una cosa…- su voz corto todo pensamiento mío hacia el. – ¿Cómo es que eres amiga de un chup…- trago saliva cambiando de palabra. –…de un vampiro como el?- me miro y luego miro hacia una rama y la arranco. –Quiero decir… ¿Cómo puedes ser su amiga después de lo que te hizo? ¿A caso no lo odias?- su voz era seria y de un tono acusador y de desaprobación. Lo mire seria, borrando mi sonrisa.
-Fred no fue quien mato a mi madre.- me adelante unos pasos mas adelante en mí caminar.
-Pero estuvo allí cuando todo paso.- podía oír como me seguía mientras yo caminaba sin saber bien hacia donde íbamos. –Quiero decir… el no hizo nada por detenerlos.- me frene de seco y me gire a mirarlo fijo. Estaba furiosa. ¿Pero por que?
-¡Salvo mi vida, Jacob!- por alguna extraña razón, había algo en su forma de hablar de Fred, que hizo que me enojara. ¿A caso quería culparlo de la muerte de mi madre? –Mira…- suspire y baje la mirada por unos minutos, tratando, otra vez, de calmarme. –Fred salvo mi vida esa noche.- lo mire algo mas calmada. –Pudo haberme dejado allí y que sus compañeros me mataran, o el mismo podría haberlo hecho…- un sonido, como el de un gruñido, salio de su pecho y desvió su mirada de mi hacia su costado derecho, haciendo un gesto de asco. –…pero no lo hizo. Decidió arriesgar su existencia por salvar la mía. Salvo mi vida, Jacob.- repetí seria y buscando que me mirara a los ojos. Y en cuanto lo hizo, pude notar en sus ojos que no lo entendía y que aun le molestaba.
-¿Es por eso que no lo odias?- dijo duramente.
-Por eso y por algo más.- seguía mirándolo fijamente. –Cuando me encontró en el bosque, volvió a ayudarme.- me gire y seguí caminando. –Me contó todo lo que había hecho por mi.- me detuve y lo mire. –Tu eres el que sabe el camino.- trate de sonreír un poco. El suspiro y se acerco a mi lado, señalando con un dedo el camino.
-Por aquí.- murmuro y camino lentamente. Lo seguí, quedándome un paso detrás de el. Sabia, en mi interior, que no debí reaccionar de esa forma con el. Pero, por alguna extraña razón, no pude evitarlo. –Dijiste que el te contó todo.- me miro y extendió su mano para ayudarme a traspasar un tronco enorme que había en el lugar.
-Si.- tome su mano, que estaba caliente, y salte el tronco. –Me contó que el tiempo que estuve internada, el se quedo a cuidarme. Paso meses sin alimentarse, solo para no dejarme sola.- volvió a girarse y me miro fijo.
-¡¿Qué?! ¿El hizo eso?- su voz se lleno de asombro.
-Lo hizo.- sonreí al ver su rostro. –Es por esa razón que no puedo odiarlo, Jake.- lo mire fijo. –Dejo de lado su vida, su alimentación, todo, solo para cuidarme y asegurarse de que estuviera bien.- recordar a Fred de esa manera, producía cierto dolo en mi pecho que no podía explicar el porque. Le debía mucho a el, incluso mi vida. Jake me miro por unos minutos y luego, se rindió y sonrió de lado.
-Aun sigo sin entenderlo.- murmuro y se coloco a mi lado de nuevo.
-Yo tampoco entiendo como es que tu y tu manada cumplen ordenes de un aquelarre como los Cullen.- lo mire fijo, copiando su sonrisa. –Digo… ¿Cómo es que no odias a los Cullen por lo que son?
-Forma parte de la historia que prometí contarte.- se enderezo un poco y volvió a empujarme suavemente con su hombro. –Y mi manda solo sigue ordenes mía y de nadie mas.- su mirada, algo seria y misteriosa, puso punto final al tema. Pero no se terminaría allí. Aun el debía contarme la historia. Me lo había prometido después de todo. –Ya casi llegamos al lugar de encuentro.- sonrió y se adelanto un poco. Y fue en ese preciso momento, que mi sed se hizo presente.

Camine unos 10 pasos mas, siguiendo a Jacob, cuando todo a mi alrededor giro violentamente, haciendo que perdiera el equilibrio y me tambaleara.

En mis oídos, se hacia presente un sonido escalofriante, como un pitido, que hacia que mi piel se erizara y cerrara mis ojos con fuerzas. Y bajo mis pies, la tierra parecía moverse, como si esta temblara.

-¡¡¡Row!!!- sentí las manos de Jake sostenerme por mis brazos, evitando que cayera. – ¿Qué tienes? ¿Estas bien?- su voz sonaba lejana, muy a pesar de que estaba frente a mi, mirándome preocupado.
-Estoy…- trague saliva. –Estoy bien.- murmure. Mi garganta ardía, como si hubiera tragado una bola de fuego.
-Será mejor que te sientes un momento.- un aullido a lo lejos, acallo el silencio del bosque. – ¡Maldición!- susurro. –Sam ya esta en el lugar, esperándome.- mi cabeza daba vueltas y dolía, pero no tanto como dolía y ardía mi garganta a causa de la sed que poseía. Pero no podía quedarme allí sentada, tenia que estar presente para cuando Jacob le contara todo a Sam, por lo que decidí colocarme de pie. – ¡Oh, no! Tú te quedas allí sentada y quieta.- me sostuvo por los hombros y me obligo a quedarme en mi lugar, adivinando mi intensión. Unas pisadas y respiración agitada, me distrajeron y evitaron que le contestara. Me exalte un poco. –Tranquila. Es Quil.- no quite mis ojos del lugar de donde provenían las pisadas.


Un enorme lobo, color chocolate y musculoso, atravesó los arbustos y nos miro fijo a Jacob y a mi. Su postura no reflejaba molestia alguna ante mi presencia, y fue cuando recordé que a Quil le agradaba, o al menos eso creí antes de que todo esto pasara.

Se acerco unos cuantos metros hacia Jacob y fijo su mirada en el –y Quil en Jake-, como si estuvieran manteniendo cierta conversación mental. Pero, al cabo de unos minutos, fijo su mirada en mí, de nuevo, ladeando un poco su enorme cabeza.

-Hola, Quil.- lo mire y le sonreí de lado. El produjo cierto sonido, como un ronroneo grueso que salio de su pecho. Jacob sonrió de lado mientras que Quil se enderezo y miro de nuevo a Jake, produciendo un sonido con su garganta, totalmente diferente al anterior. Pero, esta vez, en un cierto tono de acusación.
-Lo se. No debí dejar que me acompañara.- le dijo a Quil. Y ambos me miraron fijo.
-Estaré bien.- me puse de pie y los mire. Pero en cuanto quise acercarme a ellos, volví a tambalearme. Quil se acerco a mí rápidamente y se coloco a costado derecho, utilizando su peludo torso como soporte y apoyo de mi tonto y mareado cuerpo, mientras que Jacob tomaba mi brazo izquierdo y me obligaba a volver a sentarme.
-¡Si, claro! Estas tan bien que caes de bruces solo para abrazar al suelo ¿verdad?- reí un poco ante sus tontas palabras. Pero un aullido a lo lejos corto el sarcasmo de Jacob y volvió a rellenar el silencioso bosque. Jacob volvió a mirar a Quil. –Quédate con ella.- le ordeno. Quil solo asintió una sola vez mientras Jake se giraba para seguir caminando hacia el lugar donde vería a Sam.
-¡Genial!- masculle. –No necesito que Quil sea mi niñera.- pude sentir la mirada de Quil clavarse en mi, mientras Jacob reía y se giraba un poco para mirarme por sobre su hombro izquierdo.
-Regresare pronto.- me sonrió ampliamente mientras yo lo fulminaba con mi mirada. Se volvió a girar y corrió através del bosque, desapareciendo en el. Quil se hecho a mi lado, mirándome fijo.
-Supongo que solo somos tú y yo.- Quil ladro una vez y sonrió. –Lamento que tengas que quedarte aquí conmigo. Te perderás toda la charla entre Sam y Jake.- puso los ojos en blanco y apoyo su enorme cabeza en sus patas delanteras mientras bufaba bajo. Sonreí un poco ante aquel gesto lobuno de Quil mientras dejábamos que a ambos nos envolviera el silencio del bosque.

Era increíble como mi vida se había convertido en una película de ciencia ficción, donde los personajes principales eran vampiros y hombres lobos.

Lo mas increíble aun, era saber que un chico como Quil Ateara, de una personalidad aniñada, dulce, amable y amigable, podía convertirse en un enorme lobo, que de solo verlo asustaría a cualquier otro ser, incluso a una vampira como yo.

Mientras admiraba a Quil con su forma lupina, saque mi reproductor mp3 de mi bolsillo.

-¿Te molesta si escucho algo de música?- me miro fijo y luego cerros sus ojos lentamente. –Tomare eso como un no.- le sonreí y me coloque los audífonos, presione play y enseguida un clásico de Aerosmith sonó con fuerza en mis oídos. Quil abrió un ojo y me miro. – ¿Te gusta esa canción?- volvió a cerrar su ojo y no pude evitar reír un poco.

Pero ni la música, ni mi admiración por Quil lobo, hicieron que dejara de pensar en Sam y Jacob. “A estas alturas deberían encontrarse ya uno frente del otro, hablando sobre Fred y sobre mi”, pensé. Por lo que decidí ahogar mi canción favorita -Cryin de Aerosmith- y concentrarme en la lejanía. Concentrarme en Jacob y Sam.

El corazón y la respiración de Jacob estaban agitados, por lo que deduje que no se transformo en lobo. Aun seguía en su forma humana.

Podía oírlo como avanzaba cada paso, como cada latido y respiración se iban calmando a medida que bajaba su ritmo al correr, hasta que, de pronto, se detuvo, acallando sus pasos.

Tres latidos nuevos acompañaban, a un ritmo desigual, los latidos de Jacob.

-Hola, Sam.
-Jacob.- oí como chocaban sus manos, en lo que supuse fue en forma de saludo. –Carlisle me dijo que tenias que hablar conmigo… bien… aquí estoy ¿De que querías hablar?
-Es sobre el chupasangre que persigue a Row.- suspiro. –Las sospechas de que ella lo conoce, son ciertas. El chupasangre salvo su vida la noche del accidente automovilístico.
-¿Y que es lo que quiere con ella? ¿Cobrarse el favor?- el segundo latir de un corazón, pertenecía a Paul, quien fue el que pregunto sarcásticamente.
-Solo quiere protegerla.- dijo Jacob duramente.
-¿Protegerla? ¿De quien?- Sam sonaba asombrado.
-De los Cullen.
-¿Los Cullen? ¿Qué tienen que ver los Cullen con ella?- el tercer latir le pertenecía a Jared. “¡Perfecto!”, pensé.
-Con ella…nada. Con el si.
-Explícate.- ordeno Sam.
-El chupasangre se llama Fred. Y fue creado por la pelirroja que quiso matar a Bella.- hubo unos gruñidos por parte de Paul y Jared.
-Con más razón debemos matarlo.- dijo este último y el que gruñó esta vez fue Sam, en señal de advertencia.
-Continua, Jake.- dijo. Jacob suspiro pesadamente y continúo.
-Minutos antes de que el ejercito de Victoria no hiciera frente, el huyo y se dirigió al lugar donde estaba Row internada. Y desde entonces la estado cuidando y protegiéndola.
-¿Es por esa razón que los Cullen decidieron desistir en darle caza?- Pregunto Sam.
-Si.- volvió a suspirar Jacob. –Carlisle cree que el solo esta confundido y mal informado.
-No por eso deja de ser un peligro para la gente local.- la voz de Leah se hizo presente en el lugar. – ¿O es que ya te olvidaste del cadáver que encontraron?- su enojo y furia era evidente en su voz.
-¿Qué haces aquí, Leah? Creí haberte dicho que fueras por Seth y regresaran a casa.- murmuro Jacob enojado.
-Leah tiene razón.- dijo Paul. –No podemos permitir que ese chupasangre siga matando gente local.- su voz se fue llenando de odio. – ¡Estamos aquí para hacer cumplir el nuevo tratado, que dice claramente que si los Cullen no pueden encargarse de un vampiro asesino, nosotros lo haríamos y lo mataríamos!
-¡¿Y poner la vida de Row en peligro?!- Jacob elevo su voz. – ¡Ella es capas de enfrentarse a cualquiera con tal de salvar la vida de su amigo chupasangre, incluso entregar su vida!
-¡¡Entonces ella también morirá!!- Quil gruño a mi costado ante las palabras llenas de odio de Jared.
-¡Sobre mi cadáver!- gruño Jacob y Quil se coloco de pie, mirando en la dirección por la se dirigió Jake. Mi piel se erizo ante todo aquello, dejándome inmóvil en el lugar. ¿A caso Jacob se enfrentaría a ellos con tal de defenderme? ¿Se enfrentaría a sus propios amigos por mí? ¿Pero porque?
-¡¡¡YA BASTA!!!- grito Sam ordenándoles. Los gruñidos cesaron un poco. – ¡El cadáver que encontramos no es de ningún humano que haya vivido aquí! ¡Era un turista!- hizo una pausa. –Carlisle me dijo que hace unas horas reportaron el robo de un cadáver y varias bolsas de sangre de la morgue del hospital central de Forks.
-¡¿Qué?!- dijo Leah algo nerviosa.
-Lo que escuchaste, Leah.- contesto Sam, mas calmado ahora. –El turista llevaba muerto una semana en la morgue. Al parecer, murió de causas naturales… un infarto, creo. La primera vez que lo encontraron fue en las montañas.
-Espera… ¿Estas queriendo decir que la sanguijuela asesina no lo mato?- Jared parecía molesto y asombrado a la vez.
-Así es.- contesto Sam. –Utilizo el cadáver como…
-Distracción.- concluyo Paul, quien también parecía asombrado. Reprimí en mi interior una risa de alivio y nerviosa.
-Exacto.- murmuro Sam.
-¿Qué pasara ahora?- pregunto Leah.
-Paul, Jared… vayan a casa de Emily y en el camino busquen a Collin y Brady.- les ordeno serio Sam. –Estaré con ustedes en unos minutos.- ambos interpelados suspiraron pesadamente.
-Tu amiguita tiene mucha suerte.- murmuro molesto Jared.
-¡AHORA, JARED!- ordeno Sam. Pude oír como ambos se marchaban del lugar.
-¡Tu también vete, Leah!- le ordeno Jacob. –Busca a tu hermano y llévalo a tu casa y descansen.- estaba molesto. –Los veré después de que vea y me asegure de que Row este mejor.- Leah no dijo nada y también la oí marcharse del lugar, pisando fuerte y enfadada.
-¿Le sucedió algo a Row?- pregunto Sam.
-Ella esta bien. Solo sufrió un mareo. Quil la esta cuidando.- hizo una pausa y suspiro. –Ella quería hablar contigo, contarte todo sobre su amigo, pero cuando veníamos hacia aquí se mareo y la obligue a quedarse.
-¿Ella esta aquí?- Sam parecía asombrado y preocupado a la vez. El saber eso solo me hizo sentir culpable por ocasionarle esos sentimientos. Pero el movimiento de Quil hizo que me distrajera de aquella culpabilidad, evitando que llegara a convertirse en un dolor en mi pecho.

Conocía la postura que había empleado Quil. Y eso solo me preocupo e hizo que me colocara de pie, mientras el se posicionaba delante mío, como escudo.

Miraba un punto fijo, hacia los arbustos, mientras gruñía y enseñaba sus dientes.

Lentamente, quite mis audífonos para escuchar aquel sonido que Quil había oído y que lo hizo ponerse en posición de ataque.

-¿Qué sucede? ¿Quién es?- susurre bajo, conciente de que el podía escucharme. No podía oler nada. Ya que, fuera quien fuera, venia en sentido contrario al que soplaba el viento, haciendo imposible identificar si era vampiro u hombre lobo.
-¡¡¡TRANQUILO!!!- una voz familiar grito. – ¡¡SOY YO!! ¡¡EMBRY!!- Embry salio de entre medio de los arbustos. Quil relajo de inmediato su postura y se sentó sobre sus patas traseras, mirándolo fijamente.
-¡Por poco me matas del susto!- mentí. – ¿Qué haces aquí, Embry?- lo mire.
-Jacob me mando para que lleve de regreso a la casa de los Cullen.- se acerco unos pasos y sonrió.
-Estaré bien. Esperare a Jacob aquí.
-¡Oh, por favor!- se acerco más. –No hagas que Jacob me regañe por no llevarte allí. Son órdenes del alfa y debo cumplirlas. Por favor.- me miro detenidamente. Quil también lo hizo. Suspire pesadamente rindiéndome.
-Esta bien. Pero solo por que no quiero que el alfa Jacob te condene por mi culpa.- comence a caminar por donde habiamos llegado.
-Gracias.- sonrio ampliamente Embry.
-Si, si.- murmure.

El caminar de regreso a la casa de los Cullen, fue mas tedioso y agotador, que ir en busca de Sam. Y solo se debia a que llevaba dos guardaespaldas-enfermeros a ambos costados mio. Embry sosteniendo mi brazo izquierdo y Quil –aun en su forma lobuna- a mi costado derecho, como un enorme muro peludo y caliente.

Detestaba toda esa atención hacia mi persona. No lo merecia. Ni lo necesitaba.

Me frene de seco y solte la mano de Embry de mi brazo.

-¡¡Estoy bien!! ¡¡Puedo sola!!- los mire a ambos. Embry solo rió un poco y levanto sus manos, en señal de rendición.

El resto del camino fue silencioso.

Quil ahora se coloco adelante mio, sirviendo como guía. Mientras que Embry iba detrás, controlando mi torpe caminar, y asegurándose de que no tuviera otro mareo.

Durante todo mi caminar, lo único que hacia era pensar en Jacob y en Sam.

¿En que pudo haber terminado esa charla? ¿Qué sucedería ahora? ¿Qué decisiones tomaría Sam? ¿Y cuales Jacob?

Las preguntas iban y venían en mi mente, y solo giraban en torno a la promesa de Jacob de no decirle nada a Sam sobre que éramos hermanos.

Confiaba en el y en su palabra. Pero ¿podía confiar de la misma manera en su manada? ¿Podía confiar en que Leah no se lo diría?

Pensar en Leah, solo me enojaba. ¿Qué pude haberle hecho para que me odiara tanto?

Me deje llevar tanto por mis pensamientos, que en cuanto Quil se detuvo, caí en la cuenta de que habiamos llegado a la residencia Cullen.

Cuando pase por el costado de Quil y lo mire, note que su nariz estaba arrugada, como si hubiera olido algo desagradable.

-¿Qué le sucede?- mire a Embry, quien caminaba a mi lado, acompañándome hasta el porche de la casa.
-Nuestra nariz es algo delicada ante el aroma dulzón de un vampiro.- sonrio de lado. –Es como oler alcohol puro.
-¡Oh!- mire a Quil, quien se quedo en el bosque. –Bueno… gracias por traerme de regreso. A ambos.- los mire a los dos y sonreí de lado. Pero antes de que Embry pudiera decirme nada, se escucho un aullido a lo lejos y débilmente.
-Es Jacob.- murmuro Embry. Quil se giro y se interno de nuevo en el bosque.
-¿Qué sucede?- mire a Embry, quien se quedo mirando la reacción de Quil.
-No lo se.- susurro. Minutos más tarde, Quil salio del bosque, pero esta vez como humano. Y, mirándome fijo, se acerco hacia nosotros.
-¿Qué sucede? ¿Qué quiere Jacob?- Embry bajo las escaleras se coloco en frente de Quil, quien no dejaba de mirarme fijo, mientras que yo me quede a mitad de los escalones.
-¿Es verdad?- los ojos de Quil mostraban sorpresa.
-¿Qué cosa?- Embry lo miraba fijo.
-¿Ya lo sabes?- el asintió lentamente aun sin creerlo. –Si, es verdad.- lo mire fijo, tratando, sin éxito, de sonreír.
-¿Qué cosa es verdad?- Embry estaba ansioso por saber de que hablábamos.
-De que ella es hermana de Sam.- susurro, aun sin dejar de mirarme.
-¡¿Qué?!- Embry clavo su mirada en mí.
-¿Es por eso que Jacob los esta llamando?- pregunte, aun mirando a Quil.
-Si. Quiere explicarnos y contarnos todo, antes de ir a ver a Sam.- otro aullido de Jacob resonó en el bosque.
-Será mejor que se vayan.- los mire a ambos. Embry no parecía creer aquello que oía y se quedo varios segundos mirándome. Desvíe un poco mi mirada de el.
-No será fácil, pero…- suspiro. –Tu secreto esta, también, a salvo conmigo.- sonrio de lado. –Cuentas conmigo, Row.
-Gracias, Quil.- sonreí un poco. Otro aullido volvió a resonar. –Ya, vallasen. No quiero que Jake los regañe.- ambos asintieron mientras que Quil se giro lentamente en dirección al bosque, arrastrando a Embry con el, y desapareciendo ambos.

Todo volvió a estar en silencio.

La casa parecía ser el doble de su tamaño, al encontrarme solamente yo en ella así parecía ser.

Trate, con todas mis fuerzas, de oír aquella charla de Jacob con su manada. Pero no lo logre. Por lo que deduje que debían estar en forma de lobos para mayor seguridad. ¿Pero que tan lejos se encontraban?

Necesitaba ocupar mi cabeza en otra cosa. Alguna distracción que me ayudara a no pensar ni en Sam, ni en Jacob, ni en nada.

“Música”, pensé, “la música siempre me distrae”. Pero en cuanto saque mi reproductor mp3, note que no tenía batería.

-¡Maldición!- dije en voz alta y me senté en el sofá. –Veamos que hay en la tele.- la encendí y comencé a cambiar los canales sin encontrar nada que llamara mi atención. -¡Nada! ¡Genial!.- apague el televisor y me quede mirando alrededor.

La luz que entraba por los ventanales, iba disminuyendo. Por lo que deduje que la noche se estaba haciendo presente. “Que rápido pasaron las horas”, pensé. Y fue en ese momento que recordé algo que me ayudaría a distraerme.

Baje las escaleras, hasta el primer piso, y allí lo vi. Un piano de cola color negro. Sonreí como tonta al acercarme hacia el.

Una ráfaga de recuerdos invadió mi mente en el momento que me senté en pequeño banquillo. Recuerdos de clases de piano y canto, recuerdos de conciertos escolares y familiares. Pero hubo uno solo, que me hizo emocionar, hasta el punto de llorar. Uno donde tocaba y cantaba para mi madre, donde ella sonreía y aplaudía. Un recuerdo de ella en un estado feliz y alegre.

Mis dedos temblaron y recorrieron cada tecla de marfil, sin presionarlas aun.

Luego de varios minutos de llanto y admiración ante aquel piano, seque mis lagrimas y decidí tocar y cantar una canción que no podía sacar de mi cabeza, el día que volví a la vida.

Mis dedos presionaron las teclas, dándole vida a aquel olvidado piano de cola.

-♫♪ Come on skinny love just last the year
Pour a little salt we were never here
My, my, my, my, my, my, my, my
Staring at the sink of blood and crushed veneer
I tell my love to wreck it all
Cut out all the ropes and let me fall
My, my, my, my, my, my, my, my
Right in the moment this order’s tall
And I told you to be patient
And I told you to be fine
And I told you to be balanced
And I told you to be kind
And in the morning I’ll be with you
But it will be a different “kind”
Cause I’ll be holding all the tickets
And you’ll be owning all the fines…♫♪

Mientras tocaba y cantaba, cada recuerdo venia a mi mente con imágenes duraderas y bien definidas, ahogando todo el dolo por todo lo perdido y por todo lo ganado.

-♫♪ Come on skinny love what happened here
Suckle on the hope in lite brassiere
My, my, my, my, my, my, my, my
Sullen load is full; so slow on the split
And I told you to be patient
And I told you to be fine
And I told you to be balanced
And I told you to be kind
And now all your love is wasted?
Then who the hell was I?
Cause now I’m breaking at the britches
And at the end of all your lines… ♫♪

Pero aun cantando fuerte, no podía evitar que el rostro de Sam apareciera en mi cabeza.

-♫♪ Who will love you?
Who will fight?
Who will fall far behind?
Come on skinny love…
My, my, my, my, my, my, my, my
My, my, my, my, my, my, my, my… ♫♪

Para cuando termine, mis lágrimas habían mojado parte de las teclas y mis mejillas. Pero eso no fue todo. Alguien, a mis espaldas, aplaudió.

-Es una bella canción.- me sobresalte y apreté todas las teclas graves. –Lo siento. No quise asustarte.- dijo dulcemente y apenado.