martes, 6 de septiembre de 2011

Capitulo 21: Seth Clearwater.


Despertar me costo demasiado.

Mi cuerpo yacía, sobre la enorme cama matrimonial, tieso y poco movible. Sentia todo mi cuerpo agarrotado, como si un enorme camion me hubiera pasado por encima, dejando mi cuerpo pesado y adolorido. Pero sabia la causa de aquel dolor y cansancio extremo.

“¡Maldita sed de porqueria!”, pense mientras me esforzaba por solo sentarme.

Mi cabeza me deba vueltas, como si me hubieran golpeado en ella con tanta fuerza hasta dejarme inconciente.

Trate de enfocar mis ojos en la habitación, para poder descifrar que tanto habia dormido. Y al hacerlo, y ver que los enormes ventanales mostraban lo que parecia ser un atardecer algo oscuro por las nubes grises, me lleve la sorpresa de que habia dormido casi toda una tarde –considerando que lo sucedido con Fred fue por la mañana-.

Suspire y sonrei de lado, mientras me arrastraba hasta unos de los costados de la cama y así ponerme de pie. Pero mi cuerpo, por alguna extraña razón, temblaba.

“Solo espero que haya sido sangre pura y no combinada con algún calmante”, pense mientras suspiraba, algo molesta por el hecho, y me movía. Pero un pequeño dolor me detuvo y fije mis ojos en mi brazo izquierdo. Aun estaba conectada a la bolsa de sangre.

¡Agh!

Tuve que desviar la mirada para evitar volver a sentir el ardor que la sed producía en mi garganta. No quería tener que pasar por lo mismo otra vez. Pero tampoco permitiría que la maldita sed me atara y confinara a una cama de por vida. Por lo que tome la bolsa, llena aun de sangre humana, y, a duras penas y torpemente, me moví rápido hacia el baño, evitando apretar con fuerza la bolsa para no ensuciar la habitación con ella.

Caminar se me hacia difícil.

Mi cuerpo estaba débil. Y me agitaba el solo hecho de combinar la respiración con el caminar. Pero llegue a mi destino. Torpemente, claro.

Me pare frente al lavamanos, coloque la bolsa en el y tome aire profundamente, mientras la miraba.

“Tu puedes hacerlo… Tú puedes hacerlo… No necesitas de nadie para hacer esto… Puedes hacerlo… Puedo hacerlo”, me decía a mi misma, convincentemente, mientras controlaba el temblor de mis manos, que eran producidos al percibir el aroma de aquella sangre fresca y roja.

-¡Maldición!- susurre casi en un suspiro. – ¡Aquí vamos!

Volví a tomar aire y lo contuve en mis pulmones. Fije mis ojos en mi brazo atado a aquella bolsa, coloque mi mano derecha en la aguja y, sin pensarlo mas, tire de ella, sacándola de mi brazo y salpicando algunas gotas de sangre, mientras que la que salía por la aguja hueca se derramaba en el lavamanos.

Pensar que podía sentir dolor por aquello que acababa de hacer, fue la idea mas entupida de todas. Porque no lo sentí. Por suerte.

Agradecí que súper cuerpo curara mi herida tan rápido que no dejaría huellas en mi brazo. O al menos no de esa pequeña y diminuta herida.

Desvíe mi mirada de aquella sangre y la fije en el reflejo que mostraba el espejo frente a mí.

Mis ojos estaban algo oscuros y mi piel pálida. Lucia como si estuviera enferma. Realmente enferma. Tenia ojeras, un tanto oscuras, bajo mis ojos y mis labios, se mostraban algo azulados.

“¡Dios! ¡Que mal te ves, Row!”, bromeé internamente y sonrei. Y mientras seguí mirándome al espejo, y arreglando mi pelo enredado, un fuerte ruido se escucho en la planta baja, como si alguien hubiera cerrado con fuerza la puerta principal.

-¡¿Dónde esta?!- “¿Billy?” pense al oír aquella voz tan familiar. “¿Qué hace aquí?”
-Arriba, descansando. Aun no ha despertado.- dijo Carlisle serio. Al parecer nadie se habia percatado de que era todo lo contrario. Camine en un solo movimiento hasta salir del cuarto de baño y colocarme en el marco de la puerta de la habitación.
-¿Cómo esta ella? ¿Crees que se salve?- Billy se oía espantado y preocupado al mismo tiempo. ¿Pero porque? ¿Qué es lo que le habían contado?... “Jacob”, gruñí, internamente, molesta.
-Row esta evolucionando muy bien, Billy. Ella estará bien.- Carlisle aun seguía serio, pero, a diferencia de Billy, estaba tranquilo. Y seguro de sus palabras.
-¿Qué hay de la mordida?- la voz de Jacob relleno el minuto de silencio que habían dejado Billy y Carlisle.
-Hable con Fred, y la mordida fue hecha por unos de los estaba con el, el día del accidente.- respondió cordialmente.
-¡¿Y le creerán así como así?! ¡El fue el que la mordió!- escupió Jacob. Su enojo y furia eran en notables en voz, que no hizo falta tener que verlo para asegurar que sus manos ya estaban temblando de esa forma tan extraña, y que siempre se daba cuando el se enojaba.
-No mintió en ningún momento.- dijo Edward. –Jasper y yo estuvimos presente.
-Así es.- confirmo Jasper.
-El cree que se debe a su transformación, que aun Row no la a completado.- Carlisle intervino. –Y que el dolor que ella siente, se debe a que se niega a beber sangre humana.
-Entonces… ¿Qué haremos?- Jacob aun estaba furioso. – ¿La dejaremos morir solo porque ella se niega a alimentarse como verdadera sanguijuela?
-Es la mejor opción.- dijo Rosalie fríamente y segura de sus palabras. Oí varios siseos y un gruñido, el de Jacob.
-¡Rosalie!- Esme la regaño.
-No, Esme. ¡Sabes que tengo razón!- la oí levantarse del sofá. – ¿O es que se olvidan de lo que paso anoche?- “¿Anoche? ¿Qué paso anoche? ¿Qué hice?”, pense mientras trataba de recordar. Pero no podía. Mi único y último recuerdo era Fred, sosteniendo mis manos y diciendo “Todo estará bien”.
-¡Pudimos manejarlo! Nadie salio lastimado.- contesto fríamente Edward casi en un gruñido hacia su hermana.
-¿Qué sucedió anoche?- Billy corto la discusión entre Edward y Rosalie, formulando, por adivinación, la misma pregunta que me hacia yo.
-Intentamos darle de beber a Row sangre, ya que nos estábamos quedando sin provisiones.- contesto Carlisle. –Pero su intento de dominio sobre la sed la hizo entrar en un estado de pánico. Quisimos forzarla, cosa que fue mala idea, pero ella reacciono…- hizo una pausa. –violentamente.
-Tiro a Emmett por la ventana del tercer piso, y mordió a Jasper y a Fred.- mis piernas temblaron y camine hacia atrás, de espaldas, hasta llegar a tocar la cama. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Habia atacado a Jasper, Emmett y Fred?... “¡Oh, por Dios! ¡Los ataque!”, pense al tiempo que llevaba mi mano hacia mi boca. Un escalofrío recorrió por mi columna vertebral y temblé al sentirlo, bajando mi mano de mi boca a las sabanas de la cama, aforrándome con fuerza de ellas. Fije mis ojos en los ventanales y me encamine hacia ellos, buscando la confirmación de aquello que decía la rubia. Pero al llegar, algo se clavo en la planta de mi pie izquierdo y me hizo retroceder. Era un trozo de vidrio. Mi respiración se agito un poco y al aspirar pude percibir el olor a sellador, aun fresco. Y no pude evitar tocar el nuevo ventanal, que al parecer los Cullen habia colocado y reparado. Y en cuanto lo hice, los recuerdos llegaron a mi mente, tan claros y vividos, que volví a estremecerme. Lo habia hecho. Habia atacado y mordido a Jasper y Fred. Habia tirado a Emmett por el ventanal, cayendo este fuera del edificio.
-Ellos están bien. No les pasó nada.- gruño Edward.
-¡No por eso ella deja de ser un peligro para nosotros!- siseo la rubia. -¡¡Tu no puedes leer sus pensamientos, Alice no puede ver su futuro y Jasper es incapaz de controlar sus emociones!! ¡¡Sin eso solo nos pone en peligro!!
-Lamentablemente, Rosalie tiene razón. Y detesto tener que dársela.- susurro Jasper pesadamente. –Puede que su ponzoña no sea letal, pero sin la posibilidad de utilizar nuestros dones sobre ella, solo nos deja indefensos.
-¡Indefensos y a la mira de los Vulturis, de nuevo! ¡¿O es que también se olvidaron de ellos?! ¡¿Se olvidaron que vendrán dentro de poco a controlar el crecimiento de Nessie?!- hubo un silencio corto, hasta que oí unos pasos.
-Es verdad que no puedo verla a ella, pero si a los Vulturis y ellos aun no determinaron la fecha de su visita.- dijo Alice. –Y estaremos listos para cuando ellos lo decidan.
-¿Y si no lo logramos? ¿Qué? ¿Nos enfrentaremos con ellos por quien? ¿Por una desconocida? ¡¿Por un mounstro?!
-¡Ya basta Rosalie!- era la primera vez que oía a Esme levantar su voz. –Row es parte de nuestra familia ahora, al igual que de los Quileutes. Y la ayudaremos en todo lo que sea necesario.
-Estoy de acuerdo con Esme.- concluyo Alice. –Row a pasado por mucho y solo esta defendiendo su postura de no beber sangre humana. Al igual que lo hacemos nosotros.
-¡Defensa que hará que nos mate a todos! ¡Ella es incontrolable!
-¡Emmett, haz el favor de callar a tu novia rubio, o yo mismo lo haré!- gruño Jacob.
-¡Inténtalo, perro!- desafío Rosalie y oí varios pasos.
-¡Ya basta los dos!- grito Billy. – ¡Estamos aquí para solucionar lo de Row! ¡No para discutir!
-Billy tiene razón.- dijo Carlisle. –No debemos pelear entre nosotros. Row nos necesita.- y todo quedo en silencio. –Aun hay un tema más que resolver…

Camine de nuevo a la cama matrimonial y me senté, mirando hacia el ventanal nuevo.

Mis puños estaban cerrados mientras las palabras de Rosalie resonaban en mi cabeza, junto con las imágenes de mi ataque.

“¡Ella es un peligro!”… “¡Nos matara a todos!”

-¡Soy un peligro!- susurre para mi misma. Y mi pecho se cargo de angustia y dolor ante aquellas palabras.

“¡No puedo permanecer aquí!”, pense mientras me colocaba de pie. “¡No puedo poner sus vidas en peligro!”

Y no lo haría.

Mi mente era un caos entre los recuerdos de la noche pasada y las palabras de Rosalie. Y la decisión que estaba a punto de tomar, parecia se la salida mas rápida. La correcta para todos. Pero no la menos dolorosa.

Huir. Esa parecia ser mi salida y la solución de ellos. Huir. Irme lejos y sin mirar atrás, ni decir nada.

Ellos nunca lograrían encontrarme. Era inrrastriable, tanto para vampiros como para los lobos, y agradecí, con dolor y pesar, esa peculiaridad de mi monstruosidad.

Irme parecia ser la mejor solución para ellos. Evitaría que ellos rompieran sus lazos como familia, y evitaría su muerte por mano de los Vulturis… o por las mías. Y así lo haría.

Abrí el enorme ventanal, sin hacer mucho ruido y dejando entrar el aire fresco de un atardecer gris y frío, di varios pasos hacia atrás para tomar impulso, y, sin pensarlo demasiado, salte fuera del edificio, hacia el bosque oscuro.

Caer sobre mis pies descalzos, no produjo dolo alguno. El único dolor que sentia era el de mi pecho, por no poder despedirme y agradecerles por todo lo que hicieron por mi. Y pedir perdón, a Emmett, Jasper y Fred, por el daño causado.

Me gire y mire hacia la enorme casa, para darme con la realidad de que ninguno se percato de mi ausencia en el cuarto de arriba. Y me gire hacia el oscuro bosque para comenzar a correr, con mi pecho lleno de dolor y tristeza.

Las palabras de Rosalie aun resonaban en mi mente, aumentando mi velocidad. Era como si, aquellas palabras, fueran el carbón que alimentaba mi fuego para correr a mayor velocidad. Dejando atrás a los Cullen… a Jacob… a Billy… a todos.

Mis lágrimas comenzaron a caer y recorrer mis mejillas. Y no podía evitarlo. Saber que habia atacado a las personas, que todo este tiempo me habían ayudado, era como clavarles un puñal por la espalda. Traicionarlos. ¿Qué hubiera pasado si unos de ellos hubiese sido Jacob?

“No”, pense negando con mi cabeza para tratar de sacar esa idea de mi mente. “Nunca me lo perdonaría…buscaría la forma de matarme yo misma si eso llegara a pasar”

Correr no parecia calmar aquel recuerdo fugaz de la noche anterior, sentía que corría en círculos, por lo que me detuve para observar el lugar. Pero no estaba sola.

-Veo que ya te encuentras mejor.
-¿Qué haces aquí?- mi voz estaba llena de las lagrimas que contenía.
-Vine a buscarte. Aun debes recuperarte.- oí como se acercaba por detrás.
-¿Para que? ¿Para ponerlos en peligro atascándolos?- me gire y lo mire fijo.
-Nada nos paso anoche.- su voz era dulce y tranquilizadora, aunque no basto para lograr calmarme. Me acerque en un solo movimiento hacia el y destape su cuello, dejando al descubierto la herida causada por mi.
-¿Eso es nada para ti?- deje escapar las lagrimas y lo mire furiosa. Fred se sorprendió y levanto su mano para secarlas, pero corrí mi rostro, evitando que me tocara. Si lo hacia nunca me iría. Y no podía quedarme.
-Los Cullen pudieron controlar su deseo por la sangre humana… con el tiempo, claro… pero lo hicieron, Row.- tomo mi mano izquierda. –Tu también puedes.- negué con mi cabeza, sin mirarlo. –Si, si puedes. Porque no solo eres una de nosotros.- me obligo a mirarlo, y allí estaba, su rostro serio. Ese con el cual solo me miraba cuando estaba por revelarme algo. ¿Pero que seria esta vez?
-¿De que hablas?- susurre ahogada por el dolor.
-Hablo de que eres algo más que una simple vampira.- soltó mi mano y se coloco frente a mí sin dejar de mirarme. –Llevas en tus genes la licantropía.
-¡¿Qué?!- mi asombro ante aquello, me dejo petrificada, mirándolo fijo y sin poder ni siquiera articular otra palabra mas.
-Estuvieron hablando de eso.- miro hacia la dirección en la que se encontraba la casa Cullen. Yo aun no podía reaccionar. –Al parecer Carlisle y el viejo en sillas de ruedas lo sabían.- “¿Billy? ¿El lo sabia?”, pense y apreté mis puños. El suspiro y volvió a clavar sus ojos en mi. –Aunque debo reconocer y confesar que, en cierta parte, siempre lo supe.- mis ojos se clavaron en los suyos y volví a articular, casi ahogadamente, la misma pregunta.
-¡¿Qué?!
-Sabia que algo no andaba bien contigo.- abrió su chaqueta negra de cuero y metió su mano en la parte baja de su espalda, sacando un viejo diario oscuro. El diario de mi padre. –Mentí cuando dije que no abrí el gran sobre amarillo.- sonrío de lado. Tome el diario y lo mire, sin decirle nada. –Al parecer cada descendiente de un jefe o de alguien que haya pertenecido a la última manada, tiene grandes posibilidades de llevar, lo que tu padre nombra como “el gen Quileute”.- dibujo las comillas con sus dedos y se encamino hacia mi costado izquierdo. –Tu bisabuelo, Levi Uley, fue el ultimo jefe de la manada junto a Ephraim Black, padre de Billy Black y abuelo de…
-Jacob.- susurre y lo mire.
-Si.- sonrió de poca gana.- Según lo que le contaron a tu padre, solo los descendientes directos son portadores del gen. Aunque tu padre nunca creyó eso. Por lo que te dejo todo un listado de instrucciones en caso que seas portadora.- señalo el diario.
-¿Instrucciones?- aun no podía creer lo que estaba escuchando. Mire el diario, recordando lo insistente que se habia puesto Billy para que lo leyera.
-Si.- Fred suspiro. –Al parecer, la transformación se ve causado por otro ser.- me miro fijo y yo hice lo mismo. –Un vampiro.- luego de unos minutos de mirarnos, bajo su mirada y siguió caminando a mi alrededor. –Por lo que he llegado a la conclusión de que, si eres portadora del gen y al parecer lo eres, lo que estas experimentando, lo del dolor, los mareos y la sed extrema, se debe a que estas entrando en “fase”.- volvió a dibujar las comillas  y se detuvo frente a mí, de nuevo. –Es por esa razón que no permitiré que te vayas de aquí.- cruzo sus brazos sobre su pecho. Negué con mi cabeza, asimilando todo y lo mire seria y desafiante.
-No.- susurre. –Esta es una razón mas para que lo haga.- levante el diario colocándolo frente a su cara, mientras mis lágrimas recorrían mis mejillas. –Si lo que dice mi padre, y si lo confirma un ADN, debo hacerlo.- me gire y comencé a caminar. -¡No los pondré en peligro!- gruñí.
-¡No! ¡No permitiré que te vayas!- su mano sostuvo mi brazo, presionándolo con fuerza y evitando que huyera.
-¡Suéltame!
-¡No!- me acerco hacia el con fuerza y violencia. -¡Te quedaras aquí hasta que te recuperes! ¡Podrías estar muriendo y no lo permitiré!- comenzó a arrastrarme de nuevo hacia la casa. –Ellos sabrán que hacer contigo.
-¡Suéltame, Fred! ¡Ellos no pueden ayudarme! ¡Suéltame!- grite y forcejeé sin éxito de liberarme. –¡¡No quiero matarlos!!
-Si ese es el precio, que así sea.- susurro, presionando más mi brazo.
-¡¡¡No!!!- me libere y lo empuje lejos. Golpee su pecho y Fred salio despedido por el aire, chocando contra un árbol, el cual produjo un gran estruendo y cayo sobre el. –Lo siento.- susurre, siendo conciente que el me oiría. Y comencé a correr de nuevo, sin mirar atrás.

Sabia que Fred no habia sufrido daño ante aquel ataque. Pero eso no lo hacia menos doloroso. Ni para el, ni para mi.

Mientras corría a gran velocidad, atravesando el bosque nocturno y un ancho río, mis lágrimas recorrían en abundancia mis mejillas.

Esto ya era demasiado. Y Rosalie tenía razón. Era un mounstro.

-¡Un mounstro!- susurre entre lagrimas, sintiéndome abatida por el dolo de saber lo que realmente era. Pero más que nada, por el hecho que, siendo lo que era, solo ponía en peligro a cuantos se me acercaran.

Esta vez ya no corría, solo caminaba sin rumbo fijo. Sin mirar a mí alrededor. Y como forma simbólica de aquel dolor que sentía, la lluvia se hizo presente, tal vez solo para borrar mis huellas y mi rastro, aunque no hacia falta.

Todo el bosque estaba en silencio, siendo bendecido por aquella lluvia nocturna, mojándome a mí también. Y no me importaba.

Seguí caminando, aferrando el diario de mi padre a mi pecho, la única pertenencia que habia logrado traer conmigo –gracias a Fred-, sintiendo, por alguna extraña razón, frío. Por lo que decidí buscar algún refugio y así pasar mi primera noche sola.

Mientras caminaba, note que los árboles eran cada vez más escasos, por lo que deduje que debía de encontrarme camino a las montañas.

El aire hacia que me estremeciera, al golpear mi cuerpo empapado y mis pies embarrados. Por lo que apure la marcha, hasta que, a lo lejos, divise una vieja casa. Y decidí ir hacia ella.

Mis instintos estaban adormecidos por el dolo y el frío que recorrían mi cuerpo. Por lo que no lo oí llegar por detrás de mí y agarrar con sus fuertes mandíbulas mi remera y aventarme lejos.

Mi cuerpo dio contra un árbol y caí al suelo fuertemente, quedando algo mareada. Mi vista y la negrura de la noche, combinada con la extensa lluvia, no dejaba que divisara bien a mi atacante. Solo podía oír un gruñido y el latir de un corazón exaltado, bombear sangre.

-No me mates.- susurre débilmente, pero sin miedo en mi voz. Por alguna extraña razón, no lo sentía. Pero no estaba de más hacerle saber a mi atacante que no era una digna oponente y que solo quería que me dejaran en paz.

Mi atacante misterioso se quedo en silencio y desapareció en el bosque. Por lo que aproveche ese momento para colocarme de pie, pero no pude. Un horrible crujir salio de mis costillas y me obligo a permanecer en el suelo, quejándome del dolor.

“¡Genial, mas dolor!”, pense.

El frío volvió a estremecer mi cuerpo, haciendo que aquel dolor por mis costillas rotas, se incrementara. Mi respiración comenzó a disminuir a causa del dolor y el frío. Sabía que solo seria cuestión de tiempo para que ambos factores, dolor y frío, me hicieran desmayarme. Por lo que no pelee contra eso. Solo quería que el dolor se fuera.

Mientras me dejaba absorber por los primeros estados del desmayo, oí pisadas acercarse hacia mí.

-¿Quién es?- susurre. – ¿Quién anda ahí?- trate de moverme pero no pude. Y nadie contesto mis preguntas.

Mientras me retorcía y esperaba el ataque, de aquel o aquello que se estaba acercando a mí,  sentí como unos brazos se posicionaban bajo mi costado derecho, levantándome del frío y húmedo suelo.

-¡Aahh!- grite del dolor. Aquellos brazos se tensaron y me aferraron más contra un pecho desnudo y calido. Muy calido para estar bajo la fría lluvia nocturna. – ¿Quién eres?- trate de abrir mis ojos pero la lluvia, que caía en mi rostro, me lo impedía.
-Seth.- susurro y sentí como apresuraba sus pasos. Su voz era dulce pero con cierto tono de preocupación.
-¿Seth?- coloque mi rostro en su cuello. –Tengo mis costillas rotas.- susurre mientras ahogaba un quejido de dolor.
-Lo siento.- dijo el, al tiempo que oí como crujían lo que parecia ser unas maderas.

La lluvia dejo de golpearnos, y el ambiente cambio de frío a calido. Olfateé leños quemándose, un pastel de cerezos y café. Pero el olor que mas golpeo mi nariz, fue aquel distintivo olor de lobo.

Mi cuerpo estaba demasiado cansado como para pelear y huir. Por lo que me deje llevar por aquel desconocido llamado Seth, quien me deposito en lo que parecia ser una cama.

Pude oír como corría por la casa y, débilmente, abrí mis ojos para darme con el, de espaldas, buscando frazadas de un armario. Las coloco encima de mí y se encamino a mi costado derecho.

-Necesito ver tú…- señalo mis costillas. Su rostro estaba serio y mojado, al igual que todo su torso desnudo, a causa de la lluvia. Sus rasgos físicos resaltaban bajo aquella humedad. Su pelo corto y negro, hacían relucir más su piel cobriza. Y sus ojos marrones oscuros, mostraban la preocupación que su rostro no lo hacia. –Por favor.- dijo, cortando mi admiración hacia el. Me quede mirándolo por varios minutos más y, luego y lentamente, levante mi remera para dejar al descubierto mi costado derecho. Sus ojos se clavaron en el morado violáceo que mostraba mi piel en aquella zona. Su asombro lo hizo acercarse y colocar sus dedos, húmedos y calientes en el, haciendo que mi piel se erizara. Pero en cuanto presiono, me queje y grite, sintiendo como mis costillas se acomodaban.
-¡¡Aaahh!!
-Llamare a Carlisle.- dijo preocupado.
-¡No!- tome su mano, deteniéndolo y el me miro. –Por favor, no.- dije dejando escapar unas lágrimas. –Estaré bien. Solo…- respire mientras el seguía mirándome. –Se están acomodando.- susurre. –Por favor, no lo llames. No tienen que saber que estoy aquí. Por favor.- suplique sollozando, sin soltar su mano. El solo asintió y soltó mi mano, colocando otra frazada en mi cuerpo.
-Lamento haberte atacado.- dijo apenado. –No pude reconocerte bajo la lluvia. Ni tampoco percibir tu olor.
-¿Fuiste tu?- susurre. El volvió a asentir.
-Lo siento.- volvió a disculparse.
-Tranquilo.- sonrei un poco. –No es tu culpa. Nadie puede percibir  mi olor.- me acomode y cerré mis ojos. –Así que estas perdonado, Seth.- oí como trataba de contener una risa.
-Será mejor que te deje descansar.
-Si.- susurre, quedándome casi dormida.
-Estaré afuera por si necesitas algo.- su voz se oía lejana, como un susurro débil.
-Seth…- los abrí a la fuerza y lo mire, saliendo de la pequeña habitación. El se giro para mirarme.
-Tranquila. No le diré a nadie que estas aquí.- me regalo una sonrisa y salio de la habitación. –Descansa, Row.- fue lo último que dijo. Y así lo hice.

Caí rendida y sin fuerzas, ante la inconciencia del sueño, gracias al cansancio y el dolor que mi cuerpo sentía. Y este ultimo, el dolor, trajo en sueños las imágenes de mi ataque de la noche anterior.

Podía distinguir cada rostro, cada palabra y aun así, sentirlo como si estuviera pasando otra vez.  Las palabras de Rosalie resonaban con más fuerza. Con más rudeza y frialdad.

“¡Ella es un peligro!”… “¡Nos matara a todos!”… “¡Hay que destruirla!”

La imagen de ella, acercándose a mí para matarme, hizo que reaccionara y despertara.

-¡No!- grite, al tiempo que me sentaba y miraba toda la habitación, exaltada. Y mientras lo hacia, cayendo en la cuenta de que solo se habia tratado de un sueño, trataba de controlar mi agitada respiración.

Mis ojos volvieron a revolotear en la habitación, esta vez algo mas tranquila.

Un haz de luz dorada que atravesaba por una ventana, de diámetros normales, llamo mi atención, lo que hizo que me levantara de la cama y caminara hasta ella. Y en cuanto lo hice, note que aquel dolor, causado por mis costillas rotas, ya no estaba. Lo que llevo a mi curiosidad miras por debajo de mi remera y dar con que el morado violáceo de aquella zona, ya no estaba, y que mis costillas, al simple tacto de mis dedos, se habían acomodado perfectamente, volviendo a su lugar de origen.

No pude evitar sonreír ante aquel hecho y, mientras lo hacia, oí ruidos de una motocicleta afuera.

Al salir de la pequeña habitación, la luz del día hizo que cerrara mis ojos, dificultando un poco mi visión.

Toda la casa estaba iluminada con aquella luz dorada y brillante. Fuera, el día estaba soleado y calido. Extraño, considerando que habia llovido toda la noche y que hacia frío.

El ruido de la motocicleta, seguía rellenando el tranquilo y silencioso lugar. Pero en cuanto me encamine hacia la salida, mis ojos se posaron en la pequeña mesa redonda, ubicada en el centro de la cocina.

Estaba adornada para un desayuno de dos personas, con algunos platos repletos de cosas dulces y otros de cosas saladas, dos tazas, dos tazones, dos cucharas y dos vasos con jugo. Si bien no era abundante, -y exagerado como el que habían preparado una vez los Cullen para mi- este, era agradable a la vista. Te hacia sentir como si estuvieras en tu propia casa.

Mientras admiraba aquella mesa preparada tiernamente, y sin poder resistirme a sonreír, oí como el ruido de la motocicleta de detuvo y era suplantado por el de un motor de una… ¿camioneta?

Me encamine hacia una de las ventanas que daba hacia el frente de la casa, y vi a Seth sentado en el suelo, y sostener en sus manos un casco de motocicleta, que la parecer estaba reparando mientras la camioneta se acercaba hacia la entrada.

Reconocí de inmediato aquella camioneta. Pertenecía a Sue Clearwater, la madre de Leah.

-Hola hijo.- “¿Hijo?”, me escondí en uno de los costados, para evitar que me viera.
-Hola, ma. ¿Qué haces por aquí?
-Vine a traerte esto.- me estire un poco y espíe. Sue le entregaba una bolsa de papel grande, las típicas que te dan en tiendas de supermercados.
-¿Qué es?- Seth miro dentro de ella, curioso.
- Solo algunas cosas para que desayunes y almuerces.- sacudió el pelo de Seth dulcemente.
-Gracias.- sonrío un poco y la abrazo. –Pero ya desayune.- mintió.
-Bien, ese caso, puedes guardarlo para mas tarde, por si te agarrad hambre.- Sue se quedo mirándolo mientras el asintió lentamente. “¿Por qué le mentía? ¿Y porque no le decía que yo estaba aquí? ¿O ya se lo habia dicho?”. Sacudí mi cabeza y volví a espiarlos. – ¿Por qué no regresas a casa? Charlie y yo te extrañamos. Y…
-Sabes bien porque no lo hago.- interrumpió Seth secamente. –Estoy bien aquí.- Sue asintió una sola vez y bajo su mirada.
-Esta bien.- susurro y su voz se lleno de tristeza y pena ante las palabras de su hijo. Seth coloco la bolsa en el capo de la camioneta y abrazo a su madre tiernamente, y esta hizo lo mismo.
-Iré a visitarte pronto.- le susurro sin soltarla.
-¿Lo prometes?- ella lo miro tiernamente.
-Lo prometo.- el le sonrío y beso su mejilla. Sue se giro sonriente y más tranquila, metiéndose en la camioneta. –Dile a Charlie que lo veré para el juego del súper tazón.- tomo la bolsa mientras su madre ponía en marcha el motor.
-Lo haré.- le sonrío, mientras arrancaba y daba marcha atrás. Seth camino un poco viéndola y saludandola con la mano, hasta que su madre se alejo tocando la bocina.

Al tiempo que salía de mi escondite y me paraba en la entrada del porche, sin que el se diera cuenta, lo vi quitarse su camisa a cuadros. Era la primera vez que veía a unos de los Quileute usar algo de ropa en ese torso musculoso y bien marcado. Y eso me hizo sonreír.

-¿Necesitas ayuda con eso?- le pregunte mientras el se giraba a mirarme.
-No.- me sonrío ampliamente. – ¿Cómo te sientes?- se acerco y subió al improvisado porche de un salto.
-Mucho mejor, gracias.- coloco la bolsa en una silla de madera que habia cerca de nosotros. –Así que eres hijo de Sue Clearwater.- pase por su costado y me senté en el único escalón. El me miro y rió un poco.
- Y hermano de Leah, si.- se sentó a mi lado y me miro. – ¿No lo sabias?
-Nop.- acomode mi pelo hacia un costado y lo mire. – ¿Por qué no le dijiste que estaba aquí?
-Me pediste que no lo hiciera, ¿recuerdas?- sonrió de lado.
-Oh, ¡cierto!- reí tontamente al haberme olvidado de que así fue. Nos quedamos en silencio por unos minutos.
-¿Por qué huiste de la casa de los Cullen?- aun me miraba fijamente.
-¿Cómo sabes que huí?
-Por lo que me pediste.- sus ojos estaban clavados en los míos. –Y porque, esta mañana, Jacob nos reunió a todos para decirnos que habías huido. Y que si te encontrábamos le informáramos.- desvíe mi mirada de el.
-Formas parte de su manada.- susurre. –Eres aquel lobo color arena que vi en…- volví a mirarlo al tiempo que el me interrumpió.
-Si.- sonrió. –Y tranquila, que el ni nadie sabe que estas aquí.- se puso de pie y me miro. – ¿Quieres desayunar?- asentí al tiempo que lo vi entrar. ¿Por qué hacia aquello? ¿Por qué no delatarme con Jacob y los Cullen en cuanto mi paradero? ¿Por qué sentía mi pecho agitarse cuando el me sonreía? –Y… ¿Row?- me detuve al tiempo que el se detuvo y me miro por sobre de su hombro, aun sonriendo. –Puedes quedarte el tiempo que quieras aquí. Aquí estas a salvo. Nadie sabrá que estas aquí. Lo juro.

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