jueves, 25 de agosto de 2011

Capitulo 19: Los Cullen. Al menos parte de ellos.





Mi corazón estaba algo agitado al oír aquella voz, a mis espaldas.

No podía reconocerla. Buscaba en mi cabeza y en mis recuerdos, aquella vos dulce y varonil. Pero no la reconocí; por lo que, esto, solo aliento mi curiosidad por voltearme y ver de quien se trataba.

-¿Te encuentras bien?- dijo. Trague saliva, preparándome para contestarle. Tome aire profundamente, tratando de calmar y controlar a mi desbocado corazón. Pero, en cuanto lo hice, su olor dulzón lo delato. “Vampiro”, pensé sonriendo de lado.
-Si.- murmure mas calmada mientras me giraba lentamente.
-Pido disculpas, otra vez, por haberte asustado.- su mirada estaba fija en mi, mientras una leve sonrisa torcida se dibujaba en su perfecto y juvenil rostro.
-Esta bien.- lo mire fijo. –Solo fue un leve susto, dado a que estaba muy concentrada en…- señale el piano. El parecía buscar algo en mi rostro, algo que lo hizo acercarse un poco más hacia mí, sin dejar de sonreír con esa sonrisa torcida y, ahora, llena de dudas. ¿Pero por que? ¿Qué veía en el? ¿O que es lo que quería ver? Aclare mi garganta y me puse de pie. –Si buscas a Carlisle y a sus hijos no están. Se fueron…
-De casería. Lo se.- seguía mirándome fijamente.
-Eres unos de los hijos de Carlisle.- no era una pregunta. Era más una confirmación, ya que compartía el mismo carácter físico que el doctor Cullen, Emmett y Jasper. Sus ojos.
-Así es.- extendió su mano para saludarme formalmente. –Soy Edward.- tome su mano sin decir nada y pude sentir lo fría que era. No parecía tener más de de 17 años. Su aspecto juvenil y delgado eran tanto hechizante como envidiable. Su pelo, color cobrizo (casi castaño), estaba revuelto, pero aun así parecía pinado. Y sus ojos, amables y a la espera de ver aquello que le interesaba, eran del mismo color que el de su padre y hermanos. De un hermoso. Atrapante y seductor color amarillo. Aclare de nuevo mi garganta.
-Lo siento.- susurre y desvié mi mirada de el, algo avergonzada. –Soy…
-Row Mcfilson.- interrumpió. –También lo se.- sonrio.
-¡Vaya!- solte su mano. –Creo que no hará falta que me presente.- reí a medias, siendo irónica. Empezaba a molestarme que todos supieran de mí pero yo de ellos nada.
-Lo siento. No quise ser irrespetuoso.- dijo apenado.
-No te preocupes, no lo fuiste.- trague saliva. –Es solo que…- suspire. –Aun no me acostumbro a que todos sepan sobre y me conozcan tan bien sin que yo los conozca.- lo mire de reojo mientras me sentaba en el sofá.
-Bueno… apuesto a que nadie conoce esta parte tuya.- señalo el piano y sonrio mientras se encaminaba hacia el. – ¿Tu compusiste esa hermosa canción?
-Emm…no.- sonreí y me puse de pie. –La escuche cuando salí del hospital y desde entonces no puedo sacarla de mi mente.- lleve una mano a mi cabeza.
-Oh.- sonrio. –Es una hermosa canción.- comenzó a tocarla.
-Es una nota mas abajo.- indique sin poder evitarlo. –Lo siento.- reí avergonzada.
-No, esta bien.- volvió a tocar la misma nota. – ¿Así?
-Si.- asentí y me acerque más. –Aprendes rápido.- me senté en el banquito, a su lado. El rió un poco.
-La música forma parte de mi vida.- me miro sin dejar de tocar. –Creo que, de haber nacido en esta época, hubiera sido músico.- sonrió de lado.
-¿Y cantante no?- mire sus dedos tocar cada nota que había tocado yo anteriormente.
-¡Oh, no! Solo músico.- rió un poco.
-Bueno… de haber sido así, hubieras tenido éxito.- sonreí de lado. –Eres excelente.
-Gracias.- dijo dulcemente mirándome fijo.
-No hay de que.- y comenzó a tararear el estribillo.

Era extraño como, en sus dedos, la música sonaba diferente. Más dulce y melódica. Y como llenaba la enorme casa bacía con su tocar.

Mas extraño aun, era que me sentía segura y tranquila a su lado. Como si lo conociera de toda una vida. Y como si el me conociera a mi, de la misma manera.

Me deje llevar por la música. Me deje llevar por la paz que me daba aquel extraño, del cual solo sabía que era hijo del doctor Cullen y que era un excelente músico. Pero todo s vio interrumpido por algo que le causo gracia al extraño a mi lado, haciendo que riera bajo…

-Espero no interrumpir nada.- mire en la dirección de donde provenía la vos. “¡Jake!”, pensé e inmediatamente respire profundo y percibí su olor.
-Hola, Jake.- saludo Edward mientras daba por finalizada la canción y se giraba a verlo.
-Edward.- sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Y en ningún momento dejo de mirarme fijamente. Era obvio que algo le molestaba ¿pero que podía ser? – Deberías estar descansando.- se encamino hacia nosotros, sin dejar de mirarme. Edward clavo su mirada en mi de inmediato, y toda sonrisa que había mostrado anteriormente, desapareció, dando lugar a la preocupación.
-Estoy bien.- mire a Jacob y luego a Edward, poniéndome algo nerviosa ante su mirada.
-No, Jacob tiene razón. Deberías descansar.- murmuro.
-¡¿Se lo dijiste?!- mire furiosa a Jacob. -¡¿Qué mas le contaste?! ¡¿Lo de Sam?! ¡¿También le contaste sobre Sam?! ¡¿Cómo pudiste?!- me puse de pie, enfrentando a Jacob.
-¡No le dije nada, tranquilízate!- bajo sus manos y se acerco. – ¡Deja que te explique!
-¡¿Explicarme que?! ¡¿El como prometes cosas que no cumples?!- estaba furiosa. Me sentía traicionada. Y la furia iba en aumento al igual que mi voz. –¡¡Me lo prometiste, Jake!! ¡¡Me prometiste que fuera de tu manada nadie mas lo sabría!! ¡¡Y se que el no es de tu manada, porque el es un vampiro!! ¡¡ ¿Por qué lo hiciste?!! ¡¡ ¿Cómo pudiste?!!- mis manos temblaban de una manera extraña mientras me acercaba mas a Jacob.
-¿Row?- intervino Edward.
-¡¡¡ ¿Qué?!!!- le grite mirándolo fijamente. Jacob hizo lo mismo.
-Jacob no me ha dicho nada.- dio un paso hacia nosotros y sonrio de lado. –De hecho, es nuestro primer reencuentro después de ¿Cuánto?- miro a Jacob. – ¿Unas 12 horas?
-15.- corrigió Jacob serio, cruzando de nuevos sus brazos.
-¿De que están hablando?- los mire a ambos.
-De que no hace falta contarle nada a Edward para que se entere de lo que esta pasando.- contesto Jacob, colocándose a su lado.
-Será mejor que le expliques bien, por que solo la estas mareando con solo decirle eso.- murmuro Edward.
-No hace falta que me lo recuerdes. Se que es lo que tengo que hacer.- Jake miro a Edward y este a el, listo para contestarle.
-¡Ya basta los dos!- interrumpí y ambos me miraron. – ¿Me van a explicar o van a seguir discutiendo?- ambos se miraron una vez mas y suspiraron. Jake me miro fijo.
-Edward puede leer los pensamientos.- lo señalo con una mano, sin mirarlo. Se encamino hacia el sofá y se sentó.
-¿Qué?- murmure mientras mis temblores secaban al igual que mi repentino enojo.
-Muy buena explicación, perro.- Edward sonrio de lado y me miro fijo.
-¿Qué? Solo resumí tu pequeña historia de toda tu vida alo básico.- rió un poco mirándonos. –Además, ella solo quiere saber como es que tu lo sabes, no tu historia de chupasangre.- me quede mirando a Edward fijamente, mientras el le dedicaba una sonrisa torcida a Jacob.
-Lo que dice el perro es cierto.- dijo. –Puedo…
-Así que eres tu.- murmure aun mirándolo fijamente, mas tranquila y asombrada. –Todo este tiempo me pregunte quien de ustedes era el que leía la mente.- sonreí. Pude sentir como Jacob clavaba su mirada en nosotros y oír como su corazón se aceleraba aun ritmo extraño.
-¿Se conocen?- dijo seriamente, en un tono de enojo… ¿o celos?
-¡No!- respondimos al unísono Edward y yo, causándonos gracia la coincidencia de nuestra respuesta. Sus ojos estaban clavados en los míos, esperando, aun, ver aquello que tanto buscaba, mientras yo solo caía ante aquellos ojos que escondían algo mágico, algo hechizante, algo que solo conocería si poseyera su don.
-¿Cómo sabes sobre mi don?- sonrio aun sin dejar de mirarme.
-Fred.- murmure en un suspiro, sonriéndole y mirando sus ojos. Los latidos de Jacob iban en aumento aun ritmo que solo describían su enfado o molestia ante lo que veía y oía ¿pero porque?
-Cálmate, perro, o te dará un ataque.- murmuro Edward dando un paso mas hacia mi. Pero en cuanto lo hizo, mi vista se nublo y el noto en mi rostro que algo cambio, borrando de su rostro perfecto, aquella sonrisa que me gustaba.

Di un paso hacia atrás, mareada y fue, en ese momento, que aquel cambio que Edward había visto, se hizo presente en un fuerte dolor de cabeza, que hizo que llevara mis manos hacia ella apretándola con fuerza, en un vano intento de calmar aquel dolor. Pero no era lo único.

Un fuerte pitido retumbaba en mis oídos, dejándome sorda y desorientada. Me sentía como si alguien hubiera hecho resonar una campana en ellos.

Edward me tomo por los hombros, sosteniéndome con fuerza para que evitara caer.

En un suspiro mio, la escena cambio. Los brazos calientes de Jacob me levantaron, acunándome en su pecho desnudo, mientras Edward desaparecía. Mis ojos trataron de seguir su movimiento, pero fue en vano dado a la rapidez a la que se movió.

Instintivamente busque el rostro de Jacob, quien parecía estar gritando en dirección a las escaleras, pero no podía oír que es lo que decía.

-Estoy bien.- susurre aun mareada, tocando su rostro mientras el se movía.

Mis ojos se cerraron por unos segundos, concentrándome en no desmayarme y ahorrar energía. Y para cuando lo hice, mis oídos se llenaron de los latidos desenfrenados de Jacob.

“Eso es… tranquilízate…”, me repetía internamente.

Un minuto fue todo lo que le tomo a Jacob subir las escaleras y entrar a la habitación.

-Debiste dejar que yo la cargara.- oí como Edward le reprochaba a Jacob por su tardanza.
-Ya lo hice yo, chupasangre.- dijo molesto. –Además, podría haberse enfriado contigo y sufrir una hipotermia.- me coloco suavemente y con delicadeza sobre la cama.
-Solo hubiera sido cuestión de un segundo, perro.- Edward sonaba preocupado.
-No me gusta quedarme de brazos cruzados.- murmuro Jacob sentándose a mi costado derecho y sosteniendo mi mano. – ¿Qué crees que le haya pasado?- su voz se quebró un poco.
-No lo se.- murmuro Edward. –Pero Carlisle lo descubrirá. El ya viene en camino.- ambos se quedaron en silencio por unos minutos.
-Al menos dejaron de pelear.- murmure abriendo mis ojos y mirando a Jacob. –Me dejaron sorda con tantos gritos.- sonreí un poco.
-Lo siento.- se disculpo Jacob sonriendo de lado. Apreté su mano y negué con mi cabeza.
-¿Cómo te sientes?- Edward se acerco y me miro fijamente.
-Sobreviviré.- le sonreí.
-Eso lo averiguaremos.- Carlisle apareció en la habitación, llevando en su mano izquierda un maletín negro, el típico de los doctores de antaño.

El silencio volvió a hacerse presente, pero esta vez, de una manera muy incomoda. Y sabia el por que. Edward y Jacob me miraban fijamente, mientras me sentaba para que Carlisle me revisara. Y mientras, este, se colocaba el estetoscopio, se giro sobre su hombro y miro fijamente a Edward, quien luego de unos minutos asintió y codeo a Jacob, quien aun me miraba.

-¿Podrías acompañarme afuera un momento, por favor?- lo miro fijo y serio, sin mostrar ninguna emoción o gesto. Jacob lo miro fijo.
-¿Para que?
-Solo quiero hablar contigo unos minutos.- ambos se miraron, el uno al otro, detenidamente en silencio. Luego de unos segundos, Edward asintió y Jacob volvió a clavar su mirada en mí.
-Te veré después.- me sonrio.
-Esta bien.- conteste confundida mirándolos a ambos.
-Descansa.- murmuro Edward y ambos se giraron y salieron de la habitación, sin decir nada más. Carlisle se encargo de controlar mi presión arterial con un tensiómetro manual mientras yo no podía evitar que mi mente se quedara con aquella extraña actitud de Edward y Jacob. ¿Qué podía querer hablar el con Jacob? ¿Por qué aquella extraña mirada de Jacob hacia mi? ¿Seria yo el tema de conversación? ¿A caso Edward leyó algo en mis pensamientos? “¡Maldición, trata de recordar, Row ¿Qué fue lo ultimo que pensaste?!”, pensé. Era evidente que Edward vio algo en mis pensamientos. Algo que hizo que actuara de esa manera, y que debia contárselo a Jacob, ¿pero qué?
-Bueno…- Carlisle cortó el hilo de mis pensamientos. –Tu presión arterial esta bien.
-Y entonces ¿Qué pudo ser?- lo mire fijamente.
-Aun no lo se, pero sea lo que sea debe estar relacionado con el accidente que tuviste.- guardo los elementos en su maletín y volvió a mirarme. –Me gustaría saber que fue lo que sentiste. Me ayudaría a tener una idea de lo que buscamos.- asentí y trague saliva.
-Empezó con mi visión, todo se volvió borroso.- cerré mis ojos. –Después sentí un fuerte dolor en mi cabeza, que hizo que me mareara un poco.
-¿Algo mas? ¿Algo que no hayas sentido antes?
-Si. Un sonido extraño en mis oídos.- lo mire fijo. –Es como un pitido largo y fuerte que me aturde. Y, esta vez, me dejo sorda por unos minutos.- murmure. Su rostro reflejo algo extraño en el (al menos extraño para mi), como si fuera a darme una mala noticia. Como si fuera, por primera vez para mí, un doctor. “Eso es…”, pensé mientras no le quitaba los ojos de encima. Era la primera vez que veía su gesto de medico en aquel pálido y perfecto rostro. Y eso significaba una sola cosa. Algo no andaba bien conmigo. – ¿Qué? ¿Es grabe lo que tengo?- mi nerviosismo crecía, esperando su respuesta.
-Bueno… no estoy seguro.- suspiro. –Como dije, esta relacionado con tu accidente.- miro su maletín y saco una pequeña linterna. –Estuviste en un coma demasiado tiempo. Puede que hayas recibido un buen golpe en tu cabeza. Sigue la luz con tus ojos.- reviso mis reflejos visuales.
-De ser así, ¿esto no tendría que haber pasado hace tiempo?
-No necesariamente. El 50% de la gente que sufre algún traumatismo violento, donde se vean implicados zonas como la cabeza y espalda, llegan a presentar cuadros de mareos, dolores e incluso vomito durante todo su proceso de rehabilitación. Pero, un 60% de la misma gente presentan esos cuadros sintomáticos luego de haber pasado años y eso se debe a una sola causa.- su seriedad era absoluta.
-¿Y cual es esa causa?
-A un hematoma a nivel cerebral o inter cerebral que este presionando y creciendo. O puede que sea a nivel medula.- “Genial”, pensé, “Como si no tuviera ya suficiente problemas ¿ahora resulta que tengo un hematoma en mi cabeza? ¿Seria eso posible siendo lo que soy?
-¿Y como sabrá si es eso?- Jacob estaba parado y apoyado, de brazos cruzados, en el marco de la puerta de la habitación.
-Creí que estabas con Edward.- susurre y el se acerco, mirando solo a Carlisle.
-Con una resonancia magnética.- Carlisle lo miro fijo a Jacob y sonrio de lado. –La llevare al hospital mañana. Por ahora que descanse.- me miro.
-Los acompañare.
-¿Qué? ¡Oh, no, no!- mire a Jacob. –tu te quedas aquí. Tienes obligaciones aquí. Yo estaré bien.- hablaba rápido, algo nerviosa ante aquella idea de la resonancia.
-Bien, te veré mañana.- ninguno de los dos me hizo caso.
-¿Le darás algo para dormir?- fulmine con mi mirada a Jacob. El solo sonrio ampliamente.
-No, será mejor que trate de dormir por sus propios medios.- tomo su maletín y volvió a mírame, pero esta vez, sonriendo. –Trata de descansar un poco. Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme.
-Lamento mucho haber interrumpido tu casería.- me disculpe.
-No te preocupes. Logre cazar algo antes de venir aquí.- sonrio amablemente. –Te veré mañana.- asentí una vez, sin dejar de sentirme apenada mientras el miraba a Jacob. Le extendió su mano, despidiéndose de el y se encamino hacia la salida, dejándome a solas con Jake.
-No tienes por que acompañarme mañana.- lo mire fijo mientras el rodeaba la cama hacia el costado donde Carlisle había estado parado anteriormente.
-No pedí tu permiso.- dijo sonriéndome con aquella sonrisa que tanto me gustaba ver en el. Odiaba cuando hacia eso. No podía enfadarme con el si lo hacia.
- ¿Y Eddy?- desvié mi mirada de su rostro mientras me acomodaba en la cama. Sus latidos volvieron a sonar como antes, de esa forma desenfrenada por lo que no pude resistir la tentación de volver a mirarlo.
-¿Eddy? ¿Ya son amigos íntimos?- se cruzo de brazos, borrando de su rostro cualquier rastro de aquella sonrisa hechizante y burlona.
-Eso creo.- sonreí. –Al menos el me trata mejor que tu.- sus latidos aumentaron. –Es amable conmigo.- “¿Celos?”, pensé y reí interiormente. El tomo aire profundamente, como si estuviera controlándose y desvió su mirada de mí.
-Esta abajo.- dijo secamente. –Con Emmett y Jasper.- agudice mi oído y pude escuchar una risas muy bajas. Era el. Y, esto, me hizo sonreír. –Me iré, así duermes un poco.
-No puedo dormirme sin mi música.- lo mire.
-¿Qué hay de tu reproductor?
-Se quedo sin batería y no he traído con que cargarlo.
-Aun así, deberías dormir. Al menos has un esfuerzo.- dijo dulcemente.
-¿Podrías quedarte? ¿Al menos hasta que logre dormirme?
-¿Qué? ¿Ahora le temes a tus nuevos amigos?- sonrio maliciosamente.
-No… solo no quiero estar sola en esta enorme habitación.- me recosté y el se acerco para acomodar las sabanas y frazadas.
-¿No quieres que mejor llame a tu nuevo amigo Eddy?- dijo serio. Volví a oír una risa abajo. –El podría tocar algo de música para que te duermas.
-El piano esta abajo, Jake.- sonreí de lado mientras el se sentaba en el suelo, mirándome fijo.
-Cierto. Así que mejor has el esfuerzo sin música y duérmete.- se cruzo de brazos y apoyo su espalda y cabeza en el ventanal.
-¡Si, Señor!- simule un gesto militar. El rió un poco y cerró sus ojos. Me gustaba verlo reír. Prefería ese Jacob y no el serio y enojado. Pero era muy difícil verlo de esa manera. Su vida entera era seriedad, decisiones que tomarse y una manada a la cual el debia dirigir. Esa era su vida ahora. La vida del jefe alfa Jacob. Solo en la intimidad y tranquilidad podía ver al Jacob feliz y risueño.

El silencio se hacia cada vez mas presente y desesperante en la habitación.

Jacob, apoyado aun en el ventanal y con sus ojos cerrados, parecía dormir placenteramente. Pero era una fachada para que yo imitara su acción y, así, dormirme.

-¡¡Ya, duérmete!!- me ordeno varias veces, al oírme como me movía inquietamente en la cama, de un lado al otro. Pero no podía hacerlo. Mi cabeza estaba llenas de preguntas sin respuestas y un nuevo problema, mi cabeza en si. ¿Seria eso posible? ¿Un hematoma en mi cabeza siendo yo vampira?
-¡¡No puedo dormirme!! ¡¡No sin mi música!!- sonaba como una niña malcriada pidiendo su oso preferido. Pero no era un oso, era música. Mi música. Aquella que acallaba todo sonido a mi alrededor, aquella que acallaba mis pensamientos, dándome tranquilidad y paz. Jacob resoplo y siguió con su estado de bello durmiente.

Me gire, dándole la espalda, esperando que el sueño llegara a mí y me honrara con su presencia y, así, de una vez, caer en su estado. Pero este se demoraba en llegar. Por lo que decidí escuchar y adivinar quienes estaban en la casa y que es lo que hacían.

Todo abajo estaba en completo silencio. Hasta que de pronto, una melodía comenzó a sonar en el piano de cola negro que allí había. Inmediatamente supe de quien de trataba.

-Espero que sea de tu agrado.- murmuro para si. Y reconocí la música. Era mi música. La que, horas atrás, había cantado y tocado en el mismo piano en el que el estaba.

Me acomode en la cama, escuchando solo la melodía, sin letra ni cantar, que lleno todo el silencio de la enorme casa.

-Gracias.- susurre, siendo conciente de que el podía oírme claro. Y sonreí, dejándome absorber por la música y por el sueño que, al fin, se hizo presente.

Suspire… cerré mis ojos… y me dormí.

El sueño fue el mismo que el de la pasada noche.

Nada había cambiado en el.

Seguía siendo tan vivido como la primera vez. Tan real como la primera vez.

Aquel enorme lobo blanco seguía repitiendo lo mismo.

-¡No puedes escapar de lo que eres! ¡No puedes escapar de tu verdadera naturaleza!

Su voz seguía siendo amenazante y familiar a mis oídos. ¿Pero quien era? ¿Y por que soñaba estas cosas?

Así como el sueño se repitió, también lo hizo mi despertar.

Agitada y sin poder gritar, me senté en la cama y lleve mi mano a mi cuello, de nuevo.

“¡Maldito sueño!”, pensé mientras recuperaba mi respiración y la tranquilidad.

Busque con mi mirada hacia la dirección donde descansaba Jacob, pero el no estaba allí. Había cumplido con su palabra de quedarse solo hasta que me durmiera. Por lo que decidí que ya era hora de levantarse, pero en cuanto lo hice, un aullido resonó cerca de la casa.

Me puse de pie y camine hasta el gran ventanal que estaba frente a la enorme cama matrimonial.

El sol golpeaba en las copas de los árboles, en cada rama y en cada hoja, traspasándolo y formando un espectro recto de luz blanca que golpeaba directo en la tierra.

Todo el bosque parecía salido de un sueño con aquella luz.

No deje que esto me distrajera de la razón por la cual me acerque al ventanal. Y otro aullido me lo recordó.

Agudice mi vista, tratando de encontrar al responsable de aquellos aullidos que hacían poner mi piel de gallina. Pero no pude ver mas que una sombra moverse rápido entre los árboles.

Por alguna extraña razón, ver aquella sombra no me asusto, por lo que la ignore completamente y me encamine hacia el cuarto de baño para higienizarme y cambiarme de ropa. Y mientras lo hacia, tarareaba en mi mente la canción que había cantado y tocado, y que luego Edward interpreto.

En cuanto termine mis deberes personales conmigo misma, me encamine hacia las escaleras y bajar para hacerle frente a lo que hoy me esperaba. La resonancia magnética. Pero mientras lo hacia, aprecié el silencio que había. Por lo que deduje que no había nadie en la casa, y eso solo me alegro, ya que me liberaba del estudio medico y de Jacob preocupado e insistente. Pero no fue así y en cuanto termine de bajar las escaleras, toda sonriente… me lleve una sorpresa…

-¡Hola!- mi vista se clavo en la persona que me saludaba. –Tú debes ser Row.- su voz dulce me dejo en shock, pero no fue lo único. –Soy Alice. Alice Cullen.- tomo mi mano, sin esperar a que yo reaccionara.
-Hola.- dije luego de varios minutos que me quede viéndola.

Alice parecía ser la mas pequeña de los Cullen. Su apariencia delgada y rostro de niña –como la de un duendecillo- así lo indicaban.

Su pelo alocado y negro, acompañaban y distinguían bien aquel rostro de duende, haciéndolo difícil de olvidar o de dejar de apreciar. Y al igual que el resto de sus hermanos y Carlisle, llevaba el mismo color de ojos. Amarillos.

Alice parecía feliz de verme. Tanto que lo demostraba en su sonriente y amable rostro.

Resultaba difícil no sentirme contagiada por aquella felicidad que ella emanaba de si.

-Alice, no la espantes.- Edward entraba a la casa desde la puerta principal, seguido por su hermano Emmett, mientras miraba a su hermana sonriéndole de lado, y esta le enseño su lengua.
-Hola chica dueña del Ford Munstang del ’69.- saludo Emmett, cruzándose de brazos y sonriéndome.
-¿Conoces de autos?- lo mire, devolviéndole el saludo con una sonrisa.
-Lo suficiente como para saber que tienes una maquina muy veloz.
-Es un buen auto el que posees.- coincidió Jasper, que entraba del lado opuesto de la casa, encaminándose directo a Alice, sin dejar de mirarme fijo y serio.
-Pero no lo suficiente como para largarse de aquí.- una mujer entro por detrás de Jasper y se coloco a la par de Emmett, tomándolo del brazo y fulminándome con la mirada. Su aspecto físico era como el de una modelo (escultural rubia de pelo largo). Y ella no mostraba alegría como Alice. Parecía que le molestaba.
-¡Rosalie!- Edward y Alice la fulminaron con la mirada, Jasper sonreía de lado y Emmett le daba un golpe leve con su codo, negando con su cabeza mientras la miraba serio. –Ella es Rosalie.- mire a Edward y volví mi mirada hacia ella.
-Me iré de Forks solo cuando termine de arreglar cosas importantes.- le hice frente mirándola fijo y cruzándome de brazos. No me dejaría intimidar por ella. No le temía. –Y si tanto te molesta mi presencia, me iré de esta casa esta misma noche.
-No tienes por que hacerlo.- una voz dulce y suave salio de atrás mio. Me gire para ver quien era. –No eres una molestia para nosotros.- una mujer de pelo color caramelo, rostro en forma de corazón y de constitución pequeña, me miraba fijo y amable, acercándose unos pasos hacia mi acompañada por Carlisle.
-Row, quiero presentarte a mi esposa… Esme.- dijo Carlisle, mirándola fijo y sonriente mientras tomaba sus manos. Algo en aquella mujer me dejo en shock. Y no solo era su aspecto físico. Algo en sus ojos me resultaba familiar, y tampoco se debia a que llevaba el mismo color que el resto de su familia. Era algo más ¿pero que?
-No tienes por que irte de aquí.- dijo severamente mirando a Rosalie y luego me miro a mi, sonriendo y acercándose para tomar con ambas manos las mías. –Esta también es tu casa ahora.- dijo dulcemente. Y algo, en aquella forma de decirlo, hizo que mi mente se llenara con los recuerdos de mi madre.
-Gracias.- dije cortadamente mirándola fijo. –Pero no quiero incomodar a nadie.- solte lentamente mis manos de las suyas.
-No lo haces.- dijo Jasper y me gire para mirarlo, asombrada ante aquello que decía. –Siendo lógicos, solo aquí estarás a salvo de tu perseguidor.- sonrio de lado.
-Y solo quedándote aquí podré conducir ese Munstang.- dijo Emmett. Y todo reímos un poco. – ¿Qué? Es verdad.- murmuro. Volví a girarme para mirar a Esme.
-Esta bien… Me quedare por un tiempo. Al menos hasta que consiga donde vivir.
-Puedes quedarte todo el tiempo que gustes.- dijo Carlisle sonriendo. – ¿Lista?
-¿Lista para que?- pregunto Alice, sonriendo.
-Llevare a Row al hospital para hacerle una resonancia magnética.- respondió Carlisle mirándome. Me gire y mire a Alice.
-Es por mis constantes mareos.- hice una mueca de disgusto y Alice rió un poco. –Creí que Jacob iría con nosotros.- volví a mirar a Carlisle.
-Nos vera allá.- aseguro.
-Ok.- me gire y metí mi mano derecha en los bolsillos traseros de mi pantalón, saque las llaves de mi auto y se las lance a Emmett, quien las atrapo con gran agilidad y sin titubear. – ¿Qué tal si nos acompañas y de paso pruebas el Munstang?- sonreí.
-Será un placer.- sonrio ampliamente y salio sin esperar nada, soltando a Rosalie, quien me fulmino con la mirada. Pasaron 10 minutos y oí el motor de mi auto encenderse.
-Volveremos en unas horas.- susurro Carlisle a Esme, besándola tiernamente. Desvié mi mirada, centrándola en Alice y Jasper, quienes copiaron el gesto de sus padres, por lo que no tuve otro remedio que mirar a Edward, ya que mirara a Rosalie, solo alimentaria mi furia y, en ella, Su desprecio hacia mi persona. Edward se acerco lentamente, sonriendo.
-Creo que necesitaras esto para el camino.- extendió su mano, entregándome mi reproductor mp3, cargado y con nuevos audífonos. –Le agregue algunas melodías que me gustaría que escucharas y luego me dieras tus opinión.- sonrio algo avergonzado. –Espero que no te moleste.
-No, no, no, claro que no.- sonreí. –Solo me deje llevar por los audífonos… Son… grandes comparados con los míos.- reí.
-Y potentes… Es un regalo de Emmett para ti.- oí un gruñido muy bajo y no fue necesario mirara a la persona que lo produjo. Jasper se puso rígido y no le saco los ojos de encima a su hermana Rosalie. Alice se acerco a la par de Edward y me sonrio.
-Supongo que es mas un soborno para que le permita conducir mi auto que un regalo en si.- los mire a ambos, sin dejar de reír.
-En eso no te equivocas.- dijo Alice. –Con el tiempo te darás cuenta que no solo Emmett sabe sobornar con regalos para lograr sus objetivos.- miro a Edward y este a ella, y se sonrieron mutuamente, como si aquellas palabras tuvieran un código. Un código indescifrable para mí.
-Hora de irnos, señorita.- Carlisle abrió la puerta para mi, sonriendo.
-Buena suerte, Row.- dijo dulcemente Esme.
-Gracias.- me gire y le sonreí. Edward, Alice, Jasper y la odiosa de Rosalie se agruparon en las escaleras, mirando como Carlisle y yo nos retirábamos de la casa, encaminándonos hacia mi auto, que a nos esperaba con el motor en marcha.

El aire y el día estaban calidos, pero sin rastro de aquel sol que había visto.

Todo estaba tranquilo y en silencio alrededor –como siempre-. Parecía ser el comienzo de un día tranquilo y sereno. Un día de paz.

En cuanto llegamos a mi auto, y en un movimiento rápido, Carlisle sostuvo la puerta, del lado del acompañante del conductor, abierta para mí. Me subí y le agradecí aquel gesto de caballerosidad con una sonrisa. Dentro, Emmett sonreía ampliamente a gusto, acariciando con delicadeza y suavidad el volante del auto.

-Todo es original.- me dijo mirándome, sin dejar de sonreí.
-Y es así como me lo quiero.- le advertí y sonreí. –Gracias… por los audífonos.
-Un lindo soborno.- dentro de la casa, las risas de Alice, Jasper y Edward resonaron. Reí un poco ante aquellas palabras, pero mas contagiada por las risas que provenían de la casa.
-Veremos como te portas con el.- mire a Emmett.
-Arranca Emmett.- ordeno Carlisle y este obedeció, arrancando el auto. Pero mientras me acomodaba en el asiento mirando hacia el frente, Emmett freno de golpe y la tierra se levanto del suelo, formando, alrededor del auto, una nube.

Todo a continuación solo fueron siseos por parte del fortachón y del doctor.

-¡Bájate del auto, ahora!
-¡Fred!

En cuanto el polvo bajo, lo vi. Parado a mitad del camino, serio y hermoso como lo recordaba, y con su mirada llena de furia ardiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario