jueves, 25 de agosto de 2011

Capitulo 10: Preocupaciones y mentiras.


Desperté sin saber bien que hora eran.

No había rastro del sol de ayer en aquel cielo gris. Tampoco lo había de Fred. Había partido tal cual lo había dicho.

Otra vez volvía a estar sola. Pero esta vez, con un secreto.

La fogata ya se había consumido, así que lo único que me quedaba por hacer era volver a casa de Billy.

Billy.

Su rostro volvió a mí con más fuerza que la última vez. Su rostro, preocupado, golpeaba con fuerza. Me dolía verlo preocupado, aun cuando solo se trataba de una imagen, un recuerdo, que mi cabeza estaba creando. Pero dolía mas que el tenerlo frente mío.

No supe bien que dirección tomar, hasta que un olor familiar determino mi sendero de vuelta a casa.

Era el olor de Fred. Su dulce olor estaba allí, guiándome. Como una brújula.

Lo seguí decidida, tomándome mi tiempo, caminando a paso humano. Necesitaba de ese tiempo. Necesitaba pensar. Pensar en todo lo que había descubierto, en todo lo que Fred me había contado.

No pare mi andar. Solo seguía aquel olor. Solo me guiaba ese olor.

Pero tenía una pregunta en mi cabeza. Una a la cual Fred no había contestado aun.

-¡¿Por qué lo hacia?!- mi voz se hizo eco en el bosque, y, otra vez, la lluvia cayo sobre mi. -¡Genial! ¡Como si no tuviera suficiente ya!- me estaba molestando el cambio de clima. Era como si el cielo quisiera borrar con la lluvia todos mis recuerdos.

Apure el paso. Si llegaba mojada de la cabeza a los pies a Billy le daría un infarto.

Al cruzar un pequeño arroyo, pude sentir que me seguían, que me observaban. Fred no podía ser, se había marchado, y a estas alturas ya debía encontrarse en la frontera de Canadá.

No me gire para averiguar quien era. Solo acelere el paso. Llegue a correr, solo a velocidad humana.

Mi respiración se aceleraba.

¿Quién era? ¿Qué quería? Esa eran las preguntas que se hacia mi curiosidad. Y esta, le gano la batalla a mi instinto de mantenerme a salvo.

Me gire y observe todo el bosque. Cada lugar, cada sombra era escrutado por mi mirada.

Nada. No había nada. Solo el bosque.

“¡Maldito instinto!” pensé.

Volví a girarme, ya mas tranquila, para volver a mí caminar, y fue entonces que me lleve una sorpresa…

-¡Maldición!- grite sobresaltada.
-¿Te vas sin despedirte?- Fred estaba frente de mi, sonriendo.
-¿Pretendes matarme de un susto?- lo mire y seguí caminando.
-Ten.- extendió una bolsa plástica. –Evitara que te mojes más. No creo que a tu amigo humano le vaya a gustar mucho verte así.- rió.

Tome la bolsa y de ella extraje una chaqueta con capucha negra. Volví mi mirada hacia el.
-¿De donde la sacaste?
-¿De donde crees?- me sonrió. –De tu auto.- volví mi mirada a la chaqueta. Sin duda era mía. Era la misma que había llevado puesta el día que llegue a casa de Billy, en un día lluvioso como el de hoy. Ese recuerdo trajo de nuevo al presente el rostro de Billy.
-No debiste.- lo mire seria, colocándome la chaqueta y cubriendo mi cabeza con la capucha.
-No fue difícil.- comenzó a caminar. –Salvo por el olor que allí hay. Tu perro apesta.- hizo una mueca de asco y arrugo su nariz.
-A me gusta su olor.
-¡Si, claro!- rió.

Caminamos un buen tiempo riéndonos y otro poco en silencio bajo aquella lluvia. Ya no me importaba tanto aquella lluvia. No ahora que Fred estaba aun conmigo. Pero no seria por mucho tiempo.

-Nunca me hablaste de los enemigos de tu creadora.- dije seria, observando su reacción.
-No hay mucho que contar.- su respuesta fue de indiferencia.
-¿Los has visto?- seguía observándolo fijamente, esperando alguna reacción de el. Pero solo obtuve indiferencia.
-No.
-¿Sabes como lucen?- se paro y giro para mirarme.
-Riley nos contó algo sobre ellos, algo sobre su aspecto que nos ayudaría a identificarlos.- sonrió a medias.
-¿Qué cosa es?- me acerque a el un paso.
-Sus ojos.- me miro y se acerco. –Son diferentes a los míos.
-¿Diferentes? ¿A que te refieres?
-Son amarillos.- rió. –Se que suena loco, pero es lo que nos dijo Riley.- no fue hasta ese entonces que me fije en sus ojos. Eran de un color rojo sangre. –Pero supongo que no he de sorprenderme tanto, digo, tu conservas los mismos ojos de cuando eras humana.- me miro por sobre su hombro mientras volvía a caminar.
-¿Y eso esta mal?
-No… o si. ¡No lo se!- rió. –No soy quien para decir que esta o no bien en este mundo.
-¿Qué mas sabes sobre ellos?
-¿Por qué tanto interés en ellos?- se giro a mirarme, de nuevo.
-¡Quiero saber!- sonreí.
-¿Por qué quieres saber?- su seriedad asustaba. Suspire para no estallar y dejarme llevar por la ira.
-He vivido 3 meses de esta vida, sin saber si existían mas como yo.- me acerque otro paso a el y lo mire seria. El solo me miro y se giro para continuar caminando.
-Solo se que físicamente son como nosotros. A exepsion de sus ojos.- hizo una pausa, como si no quisiera decirme más.
-¿Sabes cuanto son?- caminaba detrás de el, observando cada movimiento, esperando otra reacción de el. Pero esta vez se mantuvo en curso hacia la casa, tranquilo y algo sereno.
-Si.- suspiro. –Son 7. A ellos se les suma una chica, una humana.
-¿Una humana?- en mi voz se hizo presente el asombro.
-Si.- rió. –Al parecer no eres la única de controlar el instinto acecino.

Me quede pensando en lo último que dijo. Y no lo entendía. ¿Cómo podía ella vivir con 7 vampiros? ¿Cómo podía estar con ellos sabiendo que se alimentaban de sangre humana?

Para mi no fue fácil estar entre humanos, pero me calmaba alimentándome, bebiendo sangre en grandes cantidades, y solo de sangre animal. ¿Cómo hacia ella para verlos y vivir con ellos sabiendo que mataban gente para alimentarse? Personas con familia, padres, hijos, hermanos, abuelos, amigos.

Simplemente no lo entendía. No podía.

Seguía lloviendo y, Fred y yo, seguíamos caminando.

Entre mi profundo razonamiento y asombro por aquello. No me di cuenta de que ya estaba cerca de la casa de Billy, sino hasta que Fred se detuvo bruscamente y corrió su cara hacia un costado, haciendo una mueca de asco.

-Creo que desde aquí puedes continuar sola.- me dijo. Observe el lugar, incrédula de que ya había llegado, pero fue el olor tan familiar de tierra húmeda y sal, lo que me hizo caer en la cuenta de que así era. Y de que mi tiempo con Fred se había acabado.
-Si.- camine hasta quedar a su lado. -¿Volveré a verte?- no lo mire por miedo a llorar.
-No lo se.- miraba al suelo serio, con los ojos cerrados u arrugando su nariz.
-Gracias por todo.- comencé a caminar de nuevo hacia la casa, sin poder decirle nada mas, y en cuanto salí de su lado, pude sentir su don. No podía mirarlo, pero sabía que todavía estaba allí.
-¡Cuídate!- pude oírlo marcharse, sin decir nada más que esa simple palabra.
-Tu también.- susurre.

Me dirigí a la casa, conteniendo mis lágrimas y algo mareada.

Todo cerca de la casa estaba en silencio y tranquila.

Camine hasta las escaleras del porche en silencio y, antes de que pusiera un pie en ellas, oí la puerta abrirse.

-¡Hola Billy!- el solo me observo; algo preocupado, algo alegre.

Salte las escaleras y lo abrase con mucho cuidado de no lastimarlo.

-¡Lo siento! ¡Lo siento tanto!- balbuceaba mientras seguía abrazándolo. Y el hizo lo mismo.
-¿Dónde estuviste? ¿Tienes una idea de lo preocupado que estaba? ¿De lo preocupado que estaba Jacob, Rachel y Sue?- tomo mi rostro en sus manos mientras me observaba por completo, asegurándose de que estuviera sana, sin heridas. –Estas toda mojada. Entra. Hablaremos de esto después.- me soltó y se aparto para darme lugar a que pasara primero.

Dentro, todo estaba ordenado y limpio. Pero había un cambio en el aire.

Aquel olor que tanto me gustaba de este lugar, ahora era más fuerte. Más dañino para mi nariz. Era como si varias personas que llevaban ese mismo olor de Jacob y Billy, hubieran estado allí, confinadas en aquella casa.

-Ve a secarte y a cambiarte.- me ordeno Billy. –Te preparare algo hasta entonces.- solo pude asentir y me dirigí a la habitación de Jacob.

Mientras me cambiaba, pude oír a Billy arrastrar su silla hasta el teléfono y marcar.

-¿Hola?- una mujer contesto. Sonaba como cansada y algo preocupada.
-Emily, soy Billy.- ahora sabia el nombre de aquella mujer, pero ¿quién era?
-Hola Billy.- suspiro.
-¿Volvieron los chicos?
-Solo Leah, Embry y Jared. El resto sigue buscando. ¿Por qué?
-Manda a cualquiera de ellos y diles que ella esta aquí. Llego hace unos minutos sola.
-¡Gracias a Dios!- note cierto alivio en la voz de Emily. –Mandare a Leah, ella es mas rápida. ¿Cómo esta ella? ¿Sabes donde estuvo? ¿Esta bien?
-No he hablado con ella todavía. Solo se que esta bien, no esta herida ni nada por el estilo.- Billy suspiro. –Emily, por favor, háganles saber también a los Cullen que ella ya esta aquí y esta bien. Y que les agradezco por su ayuda.
-Claro que si. De seguro Jacob se encargara de decirles.

Al parecer Billy había pedido ayuda a sus amigos de la reserva y a la familia Cullen para buscarme, creyendo que me había perdido, que estaba sola en medio del bosque. Pero no fue así, nunca estuve sola. Fred estuvo conmigo, cuidándome. Y no podía decírselo a Billy.

No queriendo escuchar mas de aquella conversación –por que solo hacia que me sintiera mas culpable de lo que ya era- me coloque los audífonos y me recosté, quedándome dormida profundamente, sin sueño alguno.

Los días pasaron rápidos y, por lo tanto, las semanas también. 4 semanas para ser exactos.

4 semanas sin rastro alguno de Fred. Sin saber si seguía allí afuera, vigilándome, protegiéndome, o si se había marchado lejos.

Muchas cosas cambiaron en esas 4 semanas. Billy, por ejemplo, se mostraba más vigilante y cuidadoso. Todo el tiempo preocupándose por mi, más de lo común. Rachel, quien hasta antes de que desapareciera no iba a casa, ahora se quedaba, haciendo el papel de mi niñera. ¡Como si lo necesitara! Pero hubo otros cambios que se hicieron más notorios.

Más que cambios eran hechos. Solo 3.

El primero, fue mi cuerpo. Durante esas 4 semanas experimente cierto cambios en la temperatura, algo más alta a lo normal –al menos a lo que yo consideraba como normal-. Esta iba acompañada con cierta energía excesiva. Y que solo la aminoraba recluyéndome en el garaje para hacer ejercicios, o salir a correr, claro que, si lo hacia, debía llevar a mi niñera Rachel, quien lo hacia pero con el auto, solo así podía seguirme el ritmo, mas bien vigilarme. Al principio creí que era por la sed, pero no fue por eso. No había rastro de esa sed que tanto me quemaba la garganta.

El segundo, Jacob. Llevaba 4 semanas sin pisar la casa. 4 semanas sin saber de el, y la poca información que lograba sacarle a Billy o a Rachel, resultaban ser puras mentiras.

-Vino mientras dormías. No quiso despertarte.- decía Billy.

O…

-Nunca estas aquí para verlo. Siempre que viene el tu estas en el garaje haciendo ejercicios o saliste a correr.- decía Rachel.

Mentiras tras mentiras. Ni siquiera estaba con sus amigos. Todas las noches llamaban para saber si había vuelto o no a casa. ¿Dónde podría estar? ¿Fui yo la culpable de que el se alejara? Si era así ¿Por qué? ¿Qué pude haberle hecho para que se alejara así?

El tercer hecho iba acompañado de la desaparición de Jacob. La segunda noche, después de mi regreso a casa, escuche aullar a un lobo en el bosque, muy cerca de la casa. Aullaba durante unos minutos y luego se callaba. Mi perro, Paúl, reacciono ante aquel aullido y hacia un sonido como si comprendiera lo que aquel lobo dijera.

Pasada esa noche, le pregunte a Billy, al día siguiente, si había lobos en Forks.

-¡Claro que los hay! Pero no debes preocuparte por ellos. Nunca salen del bosque y muy rara vez alguien los ve.- me respondía.

Noche tras noche se escuchaba al mismo lobo aullar. Y noche tras noche me quedaba despierta y observaba por la ventana para poder divisarlo. Pero nunca pude.

Faltando un día de cumplirse 1 mes de la desaparición de Jacob, algo cambio. Esa noche de aquel día viernes, mientras esperaba el aullido del lobo, vi salir a Rachel hacia el bosque minutos antes de que apareciera el lobo.

No pude oír si Rachel hablaba con alguien esa noche, dado a que llovía, y mucho.

La desaparición de Jacob y las extrañas formas de actuar de Billy y Rachel –y sus constantes mentiras-, alimentaban más mi teoría de que algo ocultaban, de que ellos también tenían un secreto. Pero ¿cuál era?

Ese secreto tenía que ser algo grande. Tanto, que involucraba a los amigos de Jacob, a Sue e incluso a Rachel. También a los Cullen.

Los Cullen.

Carlisle Cullen.

Carlisle.

Su rostro vino a mi memoria como un rayo. Al igual que su olor, su piel y… sus ojos.

-¡No puede ser!- mi voz de asombro era tan baja, que solo la escucho mi perro, quien estaba conmigo en la habitación de Jacob. -¡Ojos amarillos!- reí sarcásticamente. -¡eso es tener suerte!
-¿Suerte en que?- Rachel estaba parada en la puerta de la habitación mirándome fijo. –Lo siento, debí tocar primero.- sonrió avergonzada.
-Esta bien, solo pensaba en voz alta.- la mire y sonreí. Ella debía de estar pensando que me había vuelto loca.
-Llego esto para ti.- extendió su mano y en ella había un sobre blanco.
-Gracias.- lo tome y en cuanto lo acerque para saber quien lo mandaba, supe quien lo hizo. “Fred”, pensé y sonreí a medias. Su olor estaba en aquel sobre. Era como una marca, un sello postal.
-No tenia remitente ni dirección.- me miro. –Solo tu nombre.
-Si. Eso veo.- fingí que no entendía el por que no había ni nombre ni dirección de quien la enviaba. –De seguro es de el abogado de mi familia.- sonreí a medias y la mire. –Es el único que sabe donde encontrarme.
-¡Ahh!- sonrió y suspiro. –En fin…- me miro fijo. -¿saldrás a correr hoy?
-Si. ¿Iras conmigo?- la observe. Algo en su pregunta me llamo la atención. Por lo general, era yo quien le preguntaba si me acompañaría, pero esta vez fue ella.
-Creo que llego el momento de que te liberes de mi.- la observe fijo, algo asombrada. –Lamento mucho si todo este tiempo te sentiste vigilada, pero es que…- suspiro pesadamente. –Mi padre es muy sobre protector,- sonrió.
-Esta todo bien, Rachel. Era Ovio que desconfiara de mi.- agache mi cabeza. –Después de todo por lo que pasó a causa mía, era lo mínimo que podía esperar.- sonreí apenada.
-no es que desconfíe de ti.- se acerco y tomo mi mano. –Es solo que no quiere que te pase nada malo. Esos bosques son peligrosos para andar sola por ahí.
-Lo se.- la mire. –lamento mucho haberlos preocupados tanto.
-eso ya forma parte del pasado ahora.- volvió a sonreírme. -¿Iras al mismo lugar?
-Si, hasta la playa.- suspire y sonreí. –Y será mejor que salga ahora antes que llueva.- mire por la ventana hacia el cielo.
-Ponte la chaqueta.- la señalo. -¿Llevaras a Paúl contigo?- ambas lo miramos, y el se incorporo y movió su cola.
-No.- sonreí y me agache para acariciarlo. –Será mejor que te quedes con Rachel.- lo miraba. –Hazle compañía hasta que regrese.- mire a Rachel sonriendo.
-¡Gracias!- me incorpore y la mire. -¿Quieres que te vaya a buscar después?
-No. En 2 horas estaré de vuelta.- me encamine hacia la salida con Rachel.
-Ok.- se detuvo en la entrada de la casa. –Para cuando vuelvas estará la cena lista.- sonrió.
-¡Bien!
-2 horas, Row.
-2 horas.- Salí corriendo y a mitad del camino me gire y la salude con mano a Rachel. Ella hizo lo mismo.

Llevaba la carta de Fred conmigo. Y en cuanto me aleje de la vista de Rachel, me detuve y abrí el sobre blanco. Su olor también estaba el papel.

“Necesito hablar contigo.
Te deje un rastro para que sigas a mitad del camino por donde sales a correr.
Asegúrate de ir sola, y sigue el rastro. Son 35 kilómetros hasta llegar a un prado.
Te estaré esperando allí por solo 24 horas desde que recibas el sobre.
Fred.”

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