jueves, 25 de agosto de 2011

Capitulo 9: Conociendo mi historia. Al menos la mitad.





No supe bien cuando ni cuanto tiempo dormí. Pero cuando desperté, vi que unos rayos de sol entraban por la cueva, y se posaban a unos cuantos centímetros de donde yo estaba.

No había visto el sol y sus rayos desde hacia ya mucho tiempo. Ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que pude sentir su calor.

Detestaba no poder recordar nada sobro mi vida humana. Mucho más detestaba no recordar estas pequeñeces, como la última vez que sentí el calor de los rayos del sol por ejemplo.

Me incorpore, alejándome de aquellos rayos.

-Tranquila, no te harán daño.- Fred se encontraba en la parte mas oscura de la cueva, observando mi reacción.
-¿Cómo lo sabes?- le pregunte sin mirarlo. Solo podía ver aquellos rayos a unos centímetros míos.
-Por que he estado bajo de ellos.- rió.
-¿Cómo se que no me mientes?- le dije aun asustada.

Lo escuche suspirar pesadamente, como si estuviera cansado de que dudara de el.

No pude ver el momento en el que el se coloco en los rayos de sol, dado que me lo impedía. Tampoco quise mirar, por las dudas.

-¡Mírame!- me ordeno serio.
-¡No!- le dije y cerré con más fuerza mis ojos.
-Confía en mí.- dijo dulcemente.

Fui abriendo mis ojos muy lentamente, sin decir ni hacer nada. Sin levantar mi mirada hacia el.

-¡No tienes por que demostrarme nada!- le dije seria, asustada por mirarlo. El no dijo nada, y espero hasta que levantara mi vista.

Lo hice después de unos segundos de deliberación entre lo seguro para mi y lo peligroso para el. Pero en cuanto lo vi me quede asombrada.

Cada rayo del sol reflejaba en su piel al descubierto, haciéndolo que brillara, como un diamante bajo el sol.

Era asombroso verlo allí, bajo aquellos rayos. Lo hacían lucir como un ángel.

Su rostro estaba serio, como cansado. Llevaba su pelo rubio atado.

Su aspecto físico me asombro más.

-Te dije que no te harían daño.- sonrió a medias mientras me observaba aun serio. –Puedes confiar en mí.

“Alto, musculoso, guapo y confiable” pensé mientras seguía observándolo fijamente.

Definitivamente era como un ángel, pero más bien un ángel guardián y protector de los débiles.

-¿Por qué me enseñas esto?- la seriedad y la duda le ganaron a mi asombro.
-Tienes que saberlo alguna vez.- salio de los rayos y se encamino hasta unos de mis lados. –Te mantendrán a salvo.- susurro al pasar.
-¿A salvo?- me quede de pie, mirando hacia los rayos. Tratando de imaginarme como me vería yo bajo ellos.
-No llamaras la atención de los humanos.- me hablo al oído, colocando delante mío un conejo muerto. –Bebe.- ordeno. Su voz y su aliento eran tan dulces, que hicieron que mi piel se erizara.

Tome al conejo y camine hacia el otro lado de la cueva.

-¿Me dirás que sabes sobre mi?- me senté en una roca lisa y lo mire desafiante y seria. -¿A que te referías con eso de que querías protegerme?- mordí el conejo y comencé a beber su sangre, sin sacarle los ojos de encima a Fred, quien solo me miraba.

Hubo un silencio por más de 2 minutos.

-¿Y bien?- lo mire aun mas desafiante.
-¿Qué quieres saber?- me miro serio, mientras se sentaba frente a mí, al otro lado de la cueva.
-Todo.- dije. –Desde el principio hasta ahora.- deje el cuerpo del conejo, ya sin sangre, a un costado mío.
-Tomara tiempo.- me lanzo otro conejo. Lo agarre ágilmente.
-Me sobra tiempo.- mordí al conejo y comencé a drenar su sangre. El fuego por la sed iba aminorando.

Fred se cruzo de brazos y fulmino con su mirada al piso, suspirando muy pesadamente.

Algo le molestaba. Tal vez los recuerdos.

-No recuerdo el momento de mi conversión. Ni tampoco se el nombre de mi creadora.- suspiro. –Tampoco recuerdo mucho sobre mi vida como humano.

Su voz era clara y seria.

-Fui creado, junto con otros, para un solo propósito. Bajo ciertas promesas que, desde un principio, me sonaron a mentiras baratas.- suspiro pero esta vez con una sonrisa. –Nuestra creadora se mantenía lejos de nosotros, apartada. No puedo culparla, todos lo que me rodeaba eran solo una banda de malcriados niños estupidos, que se mataban entre ellos solo para demostrar su grandeza.- rió sarcástico. –En fin, mi aquelarre y yo, estábamos bajo las órdenes de un tipo llamado Riley. No sabíamos mucho sobre el, salvo que nuestra creadora lo había elegido como su compañero.
-¿Qué tiene que ver esto conmigo?- lo mire seria.
-Mucho.- me miro directo a los ojos. –Riley solía mandarnos en grupo de 2 a 3 de casería por las noches, ya sabes el por que. En ese entonces, no tenia ni idea de lo que acabo de mostrarte, nadie de mi aquelarre lo sabia, salvo el y nuestra creadora.- me sonrió. –Para cuando Riley nos revelo esto, inventó algo relacionado con un solsticio.- rió y miro hacia fuera de la cueva. –El muy bastardo solo pretendía que ninguno se fuera; quienes lo hacían resultaban muerto por el o por nuestra creadora.- seguía sin mirarme. Se veía en su rostro un tipo de debate interno.

Tuve el presentimiento de que aquello que tanto deliberaba en su interior, era mi historia.

¿Qué tan malo y duro podía ser para el? ¿Por qué le costaba tanto decírmelo? De ser el quien lo hizo, quien me convirtió, solo seguía sus instintos. Pero no fue el. Me lo dijo. Y confiaba en el y en su palabra.

-Riley nos mando a mí y a 2 mas, de cuales no recuerdo sus nombres, de casería esa noche.- suspiro pesadamente. Sentí mi corazón y mi respiración agitarse más. Era mi historia lo que, ahora, estaba empezando a contar. –Nos dirigimos hacia la salida sur de Seattle, por una de las carreteras que estaban reparando. Esa noche llovía mucho, casi no se veía nada.- seguía sin mirarme. –La carretera estaba vacía. No recuerdo que nos llevo hasta allí, pero si recuerdo como sucedió todo.- me miro directo a los ojos. –Esa noche no tenia tanta sed, no me quemaba tanto como para matar a alguien. Pero sabia que no podía desaprovechar esa oportunidad.- agacho la mirada y suspiro. –Escuchamos una camioneta dirigirse en nuestra dirección. Los 2 que me acompañaban esa noche, se miraron y sonrieron. “Presa fácil” dijo uno de ellos.- se puso serio al decir la frase.

Mi corazón latía muy rápido. Pude sentir las lagrimas acumularse en mis ojos.

-Se acercaron hasta la carretera y esperaron a que aparecieran.- volvió a suspirar. –No iba a participar en esa casería. No la necesitaba, y ellos no sabían de mi presencia, así que no importaba mucho. Pero fue tu voz lo que me hizo reaccionar. “Estaré bien, mamá. No tienes por que preocuparte por mi” decías. Algo en esas palabras tuyas hizo que despertara mi lado protector, mi lado sentimental.- se incorporo y se acerco a mi lentamente.
-¿Qué fue lo que paso?- lo mire y comencé a llorar.
-Tarde en reaccionar.- me miro y se arrodillo delante de mí, mirándome fijo, directo a los ojos, como lo hizo todo este tiempo cada vez que me miraba. –Los frenos contra la acera y tus gritos, hicieron que reaccionara.- seguía hablándome.

Las imágenes venían a mi cabeza tan rápido que hicieron que cerrara mis ojos y cubriera mis oídos con fuerza.

Recordé todo en ese momento de dolor y llanto.

Todo lo que había hecho antes del accidente, todo, volvió a mí con rapidez. Lo recordaba todo. Incluso el por que estábamos allí en Seattle con mi madre.

-Para cuando llegue, el auto estaba dado vuelta. Había vidrios rotos por doquier.- su voz se fue apagando mientras recordaba los gritos de auxilio de mi madre una vez mas. –Unos de ellos tenia ya a tu madre, mientras que el otro iba por ti.- sostuvo mis manos. –No me vieron llegar, por lo que el que te tenía no se esperaba mi ataque. Pero llegue tarde.- tomo mi mano izquierda y, con un dedo, contorneo la marca que había dejado la mordida. –Te tome en brazos y te lleve conmigo lejos de ellos. Estabas inconciente, no sabia que hacer contigo.- hizo una pausa mientras seguía observando mi muñeca.

No podía parar de llorar.

Seguía escuchando lo gritos de mi madre en mi cabeza.

-¿Qué sucedió después?- pregunte entre llososos.
-Solo contaba con el resto de la noche para ponerte a salvo, lejos de ellos y de cualquier otro que siguiera tu rastro. Y así lo hice.- me miro y se sentó a la par mía. –Te lleve a una vieja casucha abandonada, que estaba a unos cuantos kilómetros de donde mi aquelarre y yo estábamos.- cerro sus ojos y suspiro. –No podía quedarme mucho tiempo contigo, tenia que volver antes de que amaneciera. Tampoco sabia si despertarías de inmediato.- rió para si mismo. –Por lo que te deje algo escrito en un trozo de madera.- volvió a mirarme, pero esta vez algo divertido. –“Aliméntate y mantente oculta durante el día. Por nada del mundo salgas bajo el sol o morirás”- volvió a reír y miro hacia delante.
-¿Qué paso conmigo?- lo mire y seque mis lágrimas, sonriendo un poco.
-Nadie se dio cuenta en cuanto volví a la casa. Poseer el don que tengo, te da la posibilidad de pasar desapercibido, casi invisible a los ojos de otros.- asentí sabiendo a lo que se refería. Había usado conmigo ese don. –Esa mañana, Riley, nos dijo que nos entrenaría para la gran batalla.- sonrió. –Nos revelo, con una mentira, claro esta, sobre la posibilidad de salir bajo el sol del día. Nos dijo que esto era una ventaja para nosotros; dado que el aquelarre al cual daríamos matanza, no lo sabían.- arrugo su frente ante el hecho. –Nos mantuvo 4 días en entrenamiento; mas bien los otros entrenaban, yo solo los veía cometer errores tras errores. Bree y yo éramos la excepsion a aquel entrenamiento.- sonrió a medias.
-¿Bree?- lo mire asombrada. Algo en su pronunciación hacia aquel nombre me llamo la atención.
-Si. Ella solía esconderse detrás mío cuando el día nos encerraba bajo sótano. Supongo que lo hacia por los mismos motivos que yo usa mi don siempre, un poco de paz.- rió. –Y para mantenerse viva. No es fácil convivir con 20 vampiros en un sótano. Todos los días peleaban entre si por algo, una mirada, dominio sobre otros, etc., etc.- volvió a cerrar sus ojos. –En fin, transcurridos esos 4 días, Riley nos felicito con un banquete. Todos sentíamos ya el fuego de la sed.- suspiro. –Al día siguiente, se pusieron en marcha al campo de batalla. Le dijo a Bree que no los seguiría, que huiría lejos.- me miro. –Le dije que viniera conmigo.

Hizo una pausa por más de 3 minutos.

Me miraba serio, sin decir nada más. Pero lo note en sus ojos. En ellos había un atisbo de dolor.

-Le dije que no creía lo que Riley decía, que todo me resultaba una maldita mentira. Ella también pensaba los mismo.- cerro sus manos en forma de puños.
-Algo paso con ella ¿no es así?- lo mire seria.
-Bree quería ir con ellos para buscar a Diego que se encontraba ya en el campo de batalla con nuestra creadora.- no me miro, hablaba con los puños apretados. –Sabia que al irse, ella no volvería.- volvió su mirada a mi y sonrió a medias. –Fue ella quien me dijo lo del sol.- me limite a sonreírle. –En fin, solo contaba con 20 minutos para huir antes de que Riley se diera cuenta. Lo ultimo que le dije a Bree fue que la esperaría en Vancouver solo un día.
-Nunca fuiste allí.- mire a otro lado.
-No, no lo hice.- se incorporo y se detuvo en la entrada de la cueva.
-Fuiste al lugar donde me dejaste.- lo mire observar hacia fuera.
-Cuando llegue allí, seguías en la misma posición y en el mismo lugar en donde te deje. Te creí muerta, hasta que me acerque a ti y oí tu corazón latir muy despacio.- me miro de reojo. –No sabía mucho sobre el tiempo que llevaba la conversión. Así que, te levante y te lleve a otro lugar.
-¿Cuánto tiempo estuve inconciente?
-4 años.- se giro para mirarme. –Lo único que me aseguraba de que seguías con vida eran ciertas reacciones que tenias.- volvió a observar hacia fuera.
-¿Reacciones?
-Gritos, para ser mas específicos, que duraban entre 1 a 2 horas. Nos movíamos de un estado a otro, siempre de noche, hasta que, 6 meses antes de que cumplieras tus 4 años de inconciencia profunda, decidí que era mejor llevarte hasta tu hogar en Salt Lake.- me incorpore y camine hasta el quedándome detrás, a su espalda.
-Cuando desperté me encontraba en un hospital.- le dije.
-Si, y lo estabas.- se giro para mirarme. –Parte del hospital al que te lleve estaba en planes de reconstrucción, por lo que nadie iba allí.
-¿Por qué me llevaste allí?
-Tu estado estaba cambiando. Empezabas a verte pálida y mas débil. Tuve miedo de que estuvieras muriendo por falta de sangre. Por lo que tome la decisión arriesgada de colocarte sangre por intravenosa.- se coloco frente mío y sonrió. –Para hacerlo tuve que observar a los médicos hacerlo y leer varios libros sobre medicina.- rió. –También tuve que aprender a controlar mi sed, si no lo hacia, créeme, todos los del hospital hubieran muerto.- siguió riéndose. –En fin, despertaste un día después de haber cumplido tus 4 años. Esa noche yo había salido de casería, llevaba semanas sin alimentarme, y eso me estaba poniendo un poco molesto.- se giro hacia la salida y me miro, haciéndome un gesto para que lo siguiera. Y así lo hice.
-En cuanto desperté, me asuste mucho.- caminábamos lento, a paso humano bajo el sol. –Ver todos esos aparatos conectados en mí hizo que me asustara.
-¿Recuerdas lo que hiciste en cuanto despertaste?- me miraba de reojo sin detenerse.
-Si. Recuerdo haber llamado a las enfermeras y a un medico, pero nadie contesto. Así que decidí buscarlos. Desconecte los aparatos y arranque las agujas del suero y la sangre. Me vestí y sali de allí caminando muy lentamente. Recuerdo que veía borroso.- me pare y seguí hablando, Fred me miro serio. –Esa fue la primera noche en que probé sangre humana. Pase por una sala que tenia heladera repleta de bolsas de sangre. Inconcientemente me lleve una a mi boca. Sentí por primera vez ese fuego por la sed.- lo mire sonriendo a medias. –En cuanto la probé, sali corriendo de allí.
-Y fuiste a tu casa.- sonrió.
-¿Cómo lo sabes?
-Te rastree por el olor de la sangre que no limpiaste de tu brazo.
-Desde entonces me vigilas.
-¡Claro!- siguió caminando. -¿Quién crees que desactivo la alarma del matadero al cual fuiste a buscar sangre de animal?- me miro y sonrió.
-¡Tu!- le devolví la sonrisa.
-¡Exacto!
-¿A dónde vamos?- lo mire.
-A que cases algo, porque no creo que con esos conejos hayas saciado tu sed.- me sonrió de nuevo. –Ven, sígueme.
-Bien.- lo seguí.

Corrimos hacia el norte de donde nos encontrábamos. Através de las montañas.

Mi protector trazaba el camino de caza, y yo lo seguía a su paso.

Mi protector. ¡Ja!

En eso se había convertido desde hacia ya 4 años. Y a pesar de que no lo conocía tan bien, me alegraba saber que no era la única y que había alguien como yo que había decidido cuidarme, protegerme.

¿Pero por que lo hacia? ¿De quien quería protegerme? Esa eran las preguntas que todavía no había contestado.

Divisamos un enorme oso negro que estaba en las orillas de un rió.

-¿Te animas?- me miro y luego miro al oso sonriendo.
-Nunca he casado osos.- le dije sin quitarle los ojos de encima al enorme oso negro. Media como unos 3 metros, y sus garras y dientes se veían fuertes y afiladas, feroces.
-Te ayudare- y se encamino sigilosamente hacia el, haciéndome señas de que lo imitara y tomara la posición contraria a el oso.

Fred salio a su encuentro y utilizo su don, haciendo que el oso se quedara inmovil y tambaleante. Yo me abalancé en su espalda y rompí su cuello.

No nos tomo mucho tiempo drenar toda su sangre. Y se sintió bien. Su sangre era limpia, algo caliente para mi gusto y un poco seca, pero hizo que mi fuego se apagara. Fred también estuvo sastifecho con la caza. Lo note en su cara.

-¿Mejor que la sangre humana?- pregunte mientras lo observaba.
-Algo.- sonrió.

Me gire hacia el río y me agache para lavar un poco mi boca y beber algo de agua. Fred hizo lo mismo, salvo por lo de beber el agua.

Nos volvimos hacia la cueva, pero esta vez, caminamos y en silencio. Para cuando llegamos ya había oscurecido.

Me sentía tan bien con el. En parte se debía a que, por fin –después de tanto tiempo- había conocido a alguien igual que yo. Era raro, por que hasta me sentí protegida, muy a pesar de que el lo hacia desde hacia ya 4 años. Reí para mi misma mientras lo observaba.

-Necesitaras fuego esta noche.- me miro mientras juntaba en su caminar unas ramas.
-No siento frío de noche.- le dije.
-De todas formas, debemos mantener a los animales curiosos lejos de nuestro refugio.- las junto a todas las ramas y las coloco cerca de la entrada de la cueva.
-Partiré mañana.- le dije sin mirarlo mientras me sentaba bajo un árbol.
-¿Volverás con tus amigos humanos?- seguía acomodando lo que de a poco parecía ser una fogata.
-Si.
-¿Sigues buscando a tu hermano?- lo mire seria en cuanto pregunto.
-¿Cómo sabes eso?- sonreí. -¿También es tu don leer mentes?- seguía observándolo. Rió ante mi pregunta tonta.
-4 años ¿recuerdas?- me miro mientras seguía riendo. –Escuche la confirmación de tu cita con el abogado.- seguía colocando ramas.
-Ohh… ¿a caso lo investigaste?- me crucé de brazos mientras sonreía.
-Solo estaba protegiéndote.- me miro y me señalo con una rama.
-¡Si, claro!- reí. -¿Encontraste algo allí, señor investigador?
-No.- rió. –Solo había ese gran sobre que te dio, el cual no abrí.- volvió a mirarme, pero esta vez algo serio. -¿Qué te hace pensar que tienes un hermano?
-Por que fue lo último que me dijo mi padre antes de morir.- cerré mis ojos.
-¿Recordaste cosas de tu vida humana?- seguía mirándome, podía sentir su mirada en mi rostro.
-Todo.- le dije mientras abría mis ojos y lo miraba seria.
-¿Qué te hace pensar que lo encontraras aquí?- se incorporo y miro a las ramas acumuladas.
-No lo se, es solo un presentimiento.- mire a otro lado.
-¿Ya sabes quien es?
-No, pero lo averiguare.- Fred solo asintió. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y de ellos extrajo una pequeña caja de fósforos; encendió uno y lo lanzo hacia las ramas acumuladas que estaban delante de el.
-Yo también partiré mañana.- miraba hacia el fuego muy serio. –Creo que ya es tiempo de que te deje continuar tu vida.- seguía sin mirarme.
-¿Te iras para siempre?- lo mire seria.
-Si. Ya sabes cuidarte sola.- me miro y sonrió. –Lo has hecho muy bien estos 3 meses.
-Gracias a ti.- lo mire seria aun. Fred solo sonrió y se dirigió hacia la cueva, sin decir nada más.

Me quede sentada allí, viéndolo entrar a la oscura cueva.

El tiempo transcurrió rápido, y la noche se había hecho presente con un cielo totalmente despejado y sus estrellas brillantes. No había luna. Solo un montón de estrellas.

Prepare con unas ramas con hojas, una improvisada cama, y me recosté en ella mirando hacia la cueva. Fred no salio en ningún momento. Todo estaba en silencio.

¿Por qué se iba? ¿Por qué justo ahora que había conocido a alguien como yo? A alguien con el cual no debía ocultar mi verdadera naturaleza ¿Se había cansado de protegerme 4 años seguidos?

Había una sola pregunta que no me había respondido, y que no tenía el valor suficiente para hacerla de nuevo. ¿Por qué lo hacia? No me importaba mucho de quienes quería protegerme, solo me importaba el por que lo hacia. ¿Por qué arriesgarse conmigo? ¿Por qué desperdiciar tiempo de su nueva vida conmigo?

Me quede dormida pensando en una sola pregunta.

¡¿Por qué lo hacia?!

No hay comentarios:

Publicar un comentario