jueves, 25 de agosto de 2011

Capitulo 8: Algo no andaba bien en mí.


Desperté en la cama de Jacob. Y por lo visto, había dormido más de lo común.

Salí de la habitación y Paúl se acercó a saludarme. Lo salude y le sonreí.

-¡Buenos días, dormilona!- me saludo Billy sonriendo.
-¡Hey!- sonreí, mientras refregaba mis ojos. –No te oí llegar anoche.
-Y de seguro tampoco sentiste cuando Jacob te cargo hasta la habitación, ¿verdad?- rió y señalo con la cabeza a su hijo.
-¡Vaya que duermes profundo!- dijo Jacob, saliendo de atrás mío. Su sonrisa era hermosa. Todo en el era hermoso.
-¿Y tu donde dormiste?- lo mire algo avergonzada.
-¡Contigo!- dijo serio. Billy rió y luego Jacob. Algo en mi cara los divertía a los dos. -¡Es broma!- dijo aun riendo. –Dormí en el sofá.
-Ohh…- podía sentir mi cara arder. ¿Estaba sonrojada? –Debiste dejar que yo siguiera durmiendo en el.- sonreí un poco.
-¿Y dejar que mi papá y Rachel me regañen? ¡Si, claro!- rió sarcástico. –Además, estoy más acostumbrado que tú a dormir en ese sofá.- me miro y sonrió. Agache la mirada sonriendo.
-Si tienes que cambiarte, o algo por el estilo, hazlo, el almuerzo esta listo ya.- interrumpió Billy.
-Ok.- dije, y me dirigí a la habitación a buscar mi bolso y luego fui al cuarto de baño.

Me cambie rápido, sin observar lo que sacaba del bolso; tampoco tenia mucho de donde elegir, solo llevaba unos cuantos jeans y unas cuantas sudaderas, las mayorías de mi banda favorita.

Lave mi cara y los dientes, me peine y sali hacia donde me esperaban Billy y Jacob, dejando al costado del sofá mi bolso.

Ambos todavía no habían empezado a comer. Me esperaban a mí.

-¡Buena música la que escuchas!- me dijo Jacob sonriendo y mirando mi sudadera, y luego a mi, mientras me sentaba.
-¡Si que lo es!- dije, correspondiéndole con otra sonrisa.
-¡Buen provecho!- dijo Billy. -¡Pueden empezar!- sonrió.

Billy no termino de hablar, y Jacob ya había agarrado el tenedor y empezado a comer.

Comía muy rápido a comparación mía y de Billy. No hablaba, solo comía. Por lo que el almuerzo fue silencioso; solo se escuchaba el raspar contra el plato del tenedor que sujetaba Jacob y sus únicas palabras “¿hay más?”.

Sonreía cada vez que lo miraba. Y no era la única que lo hacia. Al parecer, Billy estaba contento por tenerlo en casa. Se notaba en su cara. Su sonrisa era de oreja a oreja, cada vez que miraba a su hijo.

¿Tanto había sido el tiempo que Jacob se fue?

En cuanto terminamos de comer, ayude a Billy a levantar los platos. Y me ofrecí para lavarlos.

-Te ayudare.- dijo Jacob. –Tu lavas, yo seco.- me sonrió, de nuevo.
-Esta bien.- dije, colocando los platos en la pequeña pileta que había en la cocina.

Podía sentir el calor de su cuerpo, muy a pesar de que estaba parado al lado mío.

-Así que eres de Salt Lake.- dijo después de un silencio algo incomodo. Billy todavía seguía allí presente, leyendo un periódico.
-Si.- dije. No sabia que más decir. Me ponía nerviosa tenerlo cerca, y no sabia el por que de ese nerviosismo.
-Me dijeron que es un lugar muy bello.- dijo mientras secaba uno de los platos que le había pasado.
-Lo es.- dije. -¿Conoces Salt Lake?- pregunte, sin mirarlo.
-No… pero muchos de los turistas que vienen, son de allí.- sonrió. –Y muchos son jóvenes que vienen a la playa de La Push, a buscar algunas olas.- seguía sonriendo.
-Oh, si. Surfistas.- reí. –Forks es lo mas cerca que tienen.
-Si, creo que si.- dijo.
-Deberías llevarla a conocer la playa.- dijo Billy sin dejar de mirar el periódico.
-¿No conoces la playa todavía?- miro a Billy y luego a mi.
-No.- Billy contesto por mí. –No ha salido desde que llego aquí.
-Es mi tercer día aquí.- dije sin mirarlo a ninguno de los dos.
-En ese caso, te llevare a conocer la playa.- me miro.
-No quiero ser una carga para ti.- dije entregándole los cubiertos para que los secara. –Además, tengo que seguir arreglando mi auto.- lo mire y sonreí.
-¿Encontraste las herramientas que necesitabas en el garaje de Jacob?- pregunto Billy.
-Si.- le dije. –Gracias.
-¿Qué auto tienes?- pregunto Jacob.
-Un Ford Mugnstan del ’69.- dijo Billy.
-Una reliquia.- dije sonriendo. Jacob me miro sorprendido y se quedo helado mirándome fijo.
-¿Es enserio?
-Si.- lo mire y sonreí. -¿Por qué?
-¿Lo tienes aquí?- me pregunto.
-Esta en el garaje.- contesto Billy.
-¿Te molesta si te dejo y voy a verlo?- me pregunto Jacob. En su voz destellaba un cierto entusiasmo. Como el de un niño, al cual sus padres le dijeron que tiene un nuevo juguete, esperando por el. O tal vez más que eso.
-Claro. ¡Ve!- le dije.

Miro a Billy y luego a mi sonriendo, y salio hacia el garaje. Billy no paraba de reír al ver a si hijo tan entusiasmado por ver mi auto.

Embry tenía razón. Nos llevaríamos bien Jacob y yo. Ya teníamos 2 cosas, al menos, en común: la música y los autos. ¿Qué más podíamos tener en común?

Termine de lavar y secar los platos y cubiertos, y salí hacia el garaje.

En cuanto llegue, el estaba observando por todos lados, con una expresión de asombro. No paraba de sonreír. Y cada vez que lo hacia, me hechizaba cada vez mas.

-¡¡Vaya!!- dijo mirándome. -¡Es increíble!
-Un Ford Mugnstan Boss 429.- dije orgullosa. -¡Una reliquia!
-¡Y vaya que lo es!- sonrió y acaricio el capot. -¿Tuviste algún problema con el? ¿Con el motor tal vez?- seguía admirando el auto.
-No. Solo verificaba que estuviera bien.- me acerque hacia el. –Deberías verlo.- abrí el capot y deje que lo viera. Sus ojos se abrieron muy grandes y con un brillo especial. Era, definitivamente, como ver a un niño abrir un regalo de Navidad. Me reí al pensar en eso.
-¿Qué pasa?- me miro sonriendo.
-Lo siento. Es que tu expresión es…- reí. –algo graciosa.
-Ohh…- rió a medias. –Es que soy un fanático de los autos. De los buenos autos.- lo había avergonzado. Lo note en su cara.
-Tu amigo, Embry, me dijo que te gustaría.- señale el auto y sonreí. –Te conoce muy bien.
-¿Lo conoces?- su expresión era de asombro.
-Si. Y a Jared.- me gire hacia la caja de herramientas. –No tuve un buen comienzo con el.- sonreí.
-¿Por qué? ¿Qué paso?- se fue acercando a mi.
-Ellos te contaran.- sonreí. –Y dime ¿en que estabas trabajando antes de irte?- lo mire fijo.
-En nada.- sonrió. –Antes de irme ya había terminado con un auto. Una reconstrucción total.
-Guauuu…- dije sonriendo. –Un fabricantes de coches ¿eh?- el rió ante el termino. -¿Qué auto?- me cruce de brazos sonriéndole.
-Un Volkswagen Rabbit del ’86.- dijo orgulloso. –Que, al parecer, mi hermana utiliza.- rió-
-Ohh… ese Volkswagen Rabbit.- dije. Recordé haber visto uno; fue cuando llegue aquí, estaba en el mismo lugar donde, ahora, se encontraba el mío aparcado. -¿Tu lo reconstruiste?
-Si. El auto y…- se dirigió a la parte posterior del garaje y me señalo con la mano para que lo siguiera.

Detrás de mi auto había una lona negra que, al parecer, cubría al grande. Esta, estaba llena de polvo, que en cuanto Jacob la retiro, se elevo haciendo que cerrara mis ojos.

-Eran dos.- sonrió. –Una amiga mía las trajo para que las reparara. Ella se quedo con una, las cual su padre vendió, y esta, me la quede yo.- acaricio el asiento y sonrió. –Estaba muy dañada. Todas las piezas estaban muy arruinadas. Era como construir una nueva moto.- sonrió.
-¡Vaya!- suspire y me acerque a mirarla. -¡Eres muy bueno en esto!- le sonreí.
-Solo me dejo llevar.
-¡Si, claro!- sonrió.

Me acerque y fui observando, parte por parte, todo de aquella moto.

Tenía mucho polvo; al parecer, no había sido usada en meses o talvez años.

No podía parar de sonreír. Ahora podía sentir lo que Jacob sintió al ver mi auto. Ese mismo entusiasmo, ahora, lo sentía yo. Entusiasmo y asombro.

Pero todo cambio cuando toque el asiento.

Sentí que algo dentro de mí se encendía, que peleaba por salir a la superficie.

Se extendía y cubría cada parte de mi cuerpo, dejándome completamente inmóvil, rígida. Cada músculo, tendón y hueso de mi cuerpo estaba bloqueado por este nuevo poder.

Mi respiración y mi corazón se habían vuelto uno ante la hiperventilación. Mi mente se volvió negra como la noche, sin darme, ni siquiera, la posibilidad de ordenarle a mi cuerpo que reaccionara.

Sentía ese calor subir por mis pies através de mi columna, hasta llegar a mi cabeza.

Sentía arder en llamas mi cuerpo. Y esas llamas iban apoderándose de todo mi cuerpo.

-¿Estas bien?- dijo Jacob.

Lo escuchaba muy distante, como si estuviera a kilómetros de distancia.

Y no podía contestarle. No podía.

-¿Row? ¿Me escuchas?- sentí sus manos en mis hombros, pero no pude reaccionar. -¿Estas bien? ¡Háblame!

Podía sentir como las lágrimas caían por mi rostro. Y fue ese el indicio para volver en mí.

-¡¡Papá llama a Carlisle!!- Jacob grito desde la puerta del garaje. Pude oír a Billy arrastrar su silla hasta el teléfono y marcar.

-¿Row?- Jacob me miro y se acerco lentamente.
-Debo irme de aquí.- le dije mientras secaba mis lagrimas.

Agarre la moto, la empuje hasta la puerta y me subí a ella.

Jacob tomo mi brazo derecho y me miro preocupado.

-¡No! No te iras así. No en esas condiciones. Necesitas ver un medico.- me sostuvo con fuerza, hasta tal punto de que si yo no hubiera sido mas fuerte que el, probablemente, habría roto mi brazo.
-¡Dile a Billy que estaré bien!- dije mientras me zafada de su mano caliente, y lo empujaba.

Acelere la moto y sali de allí a toda velocidad. Deje atrás a Jacob, quien salio corriendo detrás de mi y observaba como huía.

No me gire para ver si se había vuelto hacia la casa o si solo se quedo allí, viéndome, en la carretera.

Maneje sin mirar hacia donde me dirigía.

El fuego dentro de mí iba creciendo cada vez más, hasta el punto que sentí como empezaba a temblar mi cuerpo.

Después de unos cuantos kilómetros de distancia, me pare al costado de la carretera. Baje de la moto y mire q a mis costados solo me rodeaba el bosque. Y no dude. Me adentre en el y corrí lo mas rápido que podía correr.

Una punzada en mi estomago hizo que me detuviera y que cayera de rodillas al suelo.

Todo mi cuerpo convulsionaba de dolor, de ardor. Mis manos temblaban, al igual que el resto de mi cuerpo.

El dolor y el ardor de mi cuerpo ahogo hasta mis gritos, haciendo que se me fuera cada vez más difícil respirar.

Luego de unos instantes de agonía y de dolor, de sentir como mi cuerpo se quemaba, perdí el conocimiento.

Me deje llevar por el dolor. Y caí en la inconciencia, en la más profunda de todas.

-¡Estarás bien!- una voz a lo lejos pretendía darme tranquilidad.

No podía sentir nada, salvo esa misteriosa voz. La cual era muy dulce.

Las únicas imágenes que mi mente guardaba, se repetían una y otra vez. Los rostros de Billy, Jacob, Embry, Jared, Rachel y Sue, se repetían y pasaban en mi mente sucesivamente.

También lo hicieron las preguntas. Una por una.

Sentía mi cuerpo débil, sin ánimos de colaborar, de reaccionar. Pero si podía escuchar.

Podía oír el viento y el crujir de algo, todo cerca de mí. Pero no tenía la fuerza suficiente como para determinar de donde provenían aquellos sonidos.

-¡Tranquila! ¡Estarás bien!- otra vez la voz tranquilizadora y dulce. -¡Shhh… descansa!- Y así lo hice. Descanse y me deje absorber por la negrura de mi mente.

No podía dejar de pensar en Billy, en lo preocupado que debía estar por mí. Su rostro se aparecía una y mil veces en mi mente.

Sentía mi cuerpo temblar y arder.

-¡¡Billy!!-balbuceé
-¡¡Shhh…!! Tranquila. Ya pasara.- sentí una mano helada tocar mi frente.

Quería abrir mis ojos para ver quien era, pero no pude. Seguía sin tener la fuerza suficiente para tomar el control de mi cuerpo.

¿Qué estaba pasando conmigo? Se suponía que un vampiro no se enferma ¿Qué era lo que tenía? ¿Por qué mi cuerpo convulsionaba de esta forma? ¿Por qué, si ya me había alimentado, volvía a tener sed? ¿Qué me estaba sucediendo? ¿En que me estaba convirtiendo? ¿Esto era a causa de los genes de los que tanto le preocupaba a Billy? ¿Qué genes eran? ¿Qué otra cosa sobrenatural podía ser?

Nada de lo que sentía tenia sentido con lo que era. Mi conversión a vampiro no fue tan dolorosa como esto que ahora sentía. Ni siquiera había sentido dolor alguno entonces como ahora.

Este nuevo dolor y ardor no se comparaba en nada con el que sentí por primera vez, a causa de la sed. Esto era más fuerte. Más torturador.

Nada de lo que había leído sobre vampiro se asemejaba a esto.

Nada.

Me rodeaba el silencio.



Quien fuera quien me había rescatado, se marcho dejándome sola. Tal vez por temor, o tal vez, por que creyó que estaba muerta ya.

Podía oír la lluvia caer y su sonido formarse eco a mí alrededor. ¿Me encontraba en una cueva o algo así?

El resto de mis sentidos volvieron enseguida, junto con ellos algo del control de mi cuerpo. Pero seguía débil y ardiendo.

Moví mis manos en forma refleja, y mientras lo hacia, pude oler sangre. ¿Me había lastimado? ¿O habría lastimado a alguien? ¿Perdí el control? ¿Mate a alguien?

Me incorpore lentamente, sin poder abrir mis ojos, olfateando aquella sangre. Estaba tan sedienta. Y olía tan bien aquella sangre.

-¿Tienes sed?- pregunto la voz dulce y tranquilizadora. Me asuste al oírla. El sonido provenía de atrás mío.

Abrí mis ojos de golpe, pero solo veía borroso. Los refregué una y otra vez, pero era en vano. Solo podía divisar una figura negra que se acercaba a mí muy lentamente.

-¿Quién eres?- le pregunte asustada.
-Ten. Bebe.- me extendió lo que parecía ser una bolsa con sangre.

Mi boca se hacia agua ante aquel aroma a sangre.

-Tranquila, es solo sangre humana.- me dijo.
-¡¡No!! ¡Aléjala de mi!- le dije, incorporándome torpemente, en un intento de alejarme de ella. –Solo bebo sangre de animales.- cerré mis ojos, en un intento de controlar mi sed.
-No puedes negar tu naturaleza. La necesitas para reponerte.
-¿Cómo sabes lo que soy?- le pregunte, pero esta vez no pude mirarlo. Algo me lo impedía. ¿Era el quien lo hacia?
-Por la marca en tu muñeca izquierda.- dijo serio.

Hubo un silencio prolongado.

Solo se escuchaba la lluvia, que provenía de afuera de la cueva.

-No te haré daño.- dijo dulcemente.
-Tu olor me es familiar.- le dije muy despacio, casi en un susurro.
-Todos los vampiros olemos así.- dijo algo divertido. –Bueno, casi todos. Tu no hueles igual.- pude oír como se acercaba muy lentamente.
-¿Eres un vampiro?- trate con todas mis fuerzas de levantar mi mirada, pero no podía. -¿Eres como yo?
-Si.- dijo. –Pero no huelo como tu. Ni muchos menos me alimento como tu.- rió divertido.
-¿A que te refieres que no hueles como yo? ¿A caso yo no tengo tu mismo olor?- mis preguntas parecían tontas, pero no lo eran para mi. Era la primera vez que me encontraba con alguien como yo. Con un Vampiro.
-No, no hueles como yo. Tu olor es mas…- estaba buscando las palabras para definirlo. –humano, creo.
-¿Humano?- reí ante el término.
-Si.
-Pero no lo soy.- dije riendo.

Hubo otro silencio. Un poco más largo que el anterior.

Podía sentir sus ojos en mi, seguro tratando de deliberar por que la diferencia en el olor y la alimentación.

-¿Me dirás quien eres?- pregunte. Estaba abrazando mis piernas, ocultando mi rostro ante aquel desconocido.
-Fred.- dijo. – ¿Y tu?
-Row.- respondí sin mirarlo. –Y dime Fred ¿Qué quieres de mi? ¿Por qué me ayudaste?
-Solo quiero protegerte.- respondió.
-¿Protegerme? ¿De que o de quien?- pregunte. –No me conoces ¿Por qué querrías protegerme?
-Te conozco lo suficiente como para saber que no eres un peligro para mí.- respondió. –Te he estado vigilando.
-¿Eras tu el del bosque?- pregunte asustada.
-Si.- respondió. –He estado en todos los lugares a los cuales tú hayas ido.
-¿Por qué?- mi susto y asombro por aquello, hacían que hiciera preguntas tontas.
-Dime ¿Qué recuerdas del día de tu accidente automovilístico? ¿Recuerdas lo que paso? ¿Lo que realmente paso?
-¿Fuiste tu?- mi respiración se acelero.

Comencé a arrastrarme hacia atrás a ciegas, no podía ver bien, no podía huir de allí, aun estaba débil.

Las imágenes de esa noche volvieron a mi cabeza e hicieron que mis lágrimas brotaran.

El recordar la muerte horrenda de mi madre, sus gritos pidiendo auxilio, me dolían aun. Era como volver a vivir esa escena. Podía escuchar sus gritos de nuevo. Podía oírla rogar por su vida. Rogar por la mía.

-¿Tu fuiste quien mato a mi madre? ¿Tú fuiste quien me convirtió en esto? ¿Por qué? ¿Qué te hice yo? ¿Por qué mi madre?- gritaba con mucho dolor, llorando.
-¡No fui yo quien lo hizo!- me dijo sosteniéndome de los hombros. No podía mirarlo. Era como si el me estuviera ordenando bajar mi mirada. – ¡Yo solo te salve de que terminaras como tu madre! ¡Te di una segunda oportunidad! ¡Una segunda vida! ¡Solo quise protegerte de los que me hicieron esto a mi! ¡Y de los que mataron a mis amigos!

Pude sentir su dolor. Y le creí. Todo lo que el me dijo en ese momento, le creí. Pero no supe por que.

Se alejo de mí de inmediato. Pude oírlo hacerlo.

Se que mis lagrimas y trate de calmarme. Necesitaba calmarme.

-Iré a buscar tu alimento.- me dijo. Pude oírlo caminar.
-¡Espera!- le dije. –Regresaras, ¿verdad? ¿No me dejaras aquí sola?- no sabia hacia donde mirar, pero el si, y sentí su mirada.
-Volveré dentro de 30 minutos.- dijo. –Trata de descansar.
-Ok.- susurre, pero supe que el me oyó.

Supe que se marcho por que mi vista volvió.

¿A caso era el quien me impedía mirarlo?

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